Vuestras creaciones

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SIMON DICE


¿Realidad o ficción?¿Se gobierna o se impone? En la España de estos días todo es posible. Nosotros no vivimos, jugamos a vivir en la crisis de un juego en el que el gobierno (Simon) dice.


No sé si habéis oído hablar alguna vez de esta peculiar y moderna versión del juego que tan popular se ha hecho en estos días, en caso negativo, explicaré el funcionamiento.



Primero, y antes de nada, se escoge a Simon (proceso difícil y sanguinario, al menos en cuanto a vida de la verdad se refiere). Segundo,  se disponen una serie de reglas, tal que ‘nunca se tocarán las pensiones’ o ‘los estudiantes serán el futuro del país’. Obviamente, Simon puede saltarse las reglas. En este juego se esconden las manifestaciones y reivindicar tus derechos no está en el orden del día; tranquilos, está todo controlado, somos libres.


Tras esto y actuando como puente entre el preludio y la verdadera “diversión” se realiza la primera orden ‘El presupuesto de Sanidad y Educación de este 2012, entre otros, disminuirá notablemente’ y entonces, comienza el juego, el de verdad.

En éste, se dan órdenes clasificadas en campos; por ejemplo: ‘Se eliminan becas’, ‘Vuelve la Reválida’ o ‘Se despiden 40.000 interinos’ pertenecen al educativo. ‘Sube el IVA’, ‘Baja el  sueldo’, ‘Se elimina la paga navideña’ al económico (familiar, cómo no) y ‘Se cierran plantas de hospitales’ al sanitario.

Entender el funcionamiento del juego es sencillo, saber el porqué del mismo, ya no tanto. Podemos aceptarlo o luchar contra él, pero mientras decidimos, no debemos olvidar un punto muy importante: Simon siempre dice.
                                                                                                                                                                       Cristina Fernández Teso, 4º ESO D






VÍDEOS DE LAS VARIEDADES DE LA LENGUA




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YO CUENTO, TÚ LEES    2012-2013





MI PRIMER DÍA DE ESCUELA

Cuando tenía tres años, mi cuidadora Merce, a la que todos llamamos Meme, me llevó a la guardería como todos los días, pero solo estuve dos horas. Me fueron a buscar, y Meme me dijo que a partir de ese momento iba a ir al colegio de enfrente, el de mayores. Me puse muy contenta con lo que me habían dicho, ya que iba a estar con algunos de mis amigos de la guardería, como por ejemplo: Alba, con la que he ido a clase desde muy pequeña, y con mi mejor amiga, Marina, que, aunque nunca he ido a clase con ella, me lo paso muy bien, ya que sus padres y los míos se conocían de antes. Merce, su madre, cuidó a mi hermano cuando era muy pequeño, y ella fue la que nos presentó a Meme.

En el colegio conocí a mi primera profesora, Ángeles, a la que desde pequeña adoro y que para mi ha sido mi mejor profesora, aunque el profesor que tuve el año pasado era muy majo. El último año Ángeles me dio Atención Educativa, el sueño que siempre había tenido desde muy pequeña:” que mi profesora con la que empecé a dar clases en mi primer año de colegio me dé en el último curso.”

Aparte de estar con las amigos de la guardería, conocía a nuevos amigos con los que ahora me llevo de maravilla.

A mi madre le encantaron todos los profesores que tuve en todos los años que llevo en El Quirinal.

Laura Ferrer Alonso   1º ESO B



MI FAMILIA

Voy a contar la historia de mis antepasados, mis orígenes más próximos son mis padres, y de ellos partiré para buscar mis orígenes más antiguos. 

Por parte de mi madre, mis bisabuelos por la vía materna se llamaban Luciano y Trinidad, que vivían en un pueblo de montaña llamado Otero perteneciente al valle de Lena .Luciano era un hombre simpático, muy dicharachero, al que le gustaba la juerga y la bebida. Venir de trabajar de la mina y quedarse a tomar algo con sus amigos en el típico chigre asturiano, debía de ser algo muy común en la época y en los pueblos. También, algunas veces hacía garabatos para la hierba, que vendía y de lo que sacaba un poco de dinero extra para su tabaco. Aunque mi madre me cuenta y recuerda, porque yo no lo llegué a conocer a conocer, que tenía los dedos de tabaco, llegó a vivir hasta los 82 años. 

Trinidad era una mujer dedicada a la ganadería, a la agricultura y a cuidar a sus hijos. Aunque apenas sabía leer y escribir, se adapto muy bien a la vida. Mi madre recuerda que cuando le instalaron el teléfono, lo utilizó muy bien desde el primer día. Debido a lo irresponsable que era mi bisabuelo, mi bisabuela era el pilar de la casa y de la familia. 

Mis bisabuelos maternos por la vía paterna, se llamaban Primitivo y Celestina. Vivían en un pueblo al lado de los otros bisabuelos, se llama Mamorana. Primitivo se dedicaba a la agricultura y a la ganadería, su juventud le tocó con la guerra civil española y tuvo que macharse al frente. Él no tenía ideas políticas pero tuvo que ir a luchar porque le obligaron. Tanto le traumatizó de ver tantas muertes que, cuando fue mayor, no recordaba lo que había comido por la mañana, pero sin embargo te detallaba días enteros de la guerra. Murió a los 87 años. 

Celestina se dedicaba a cuidar a la familia y al campo. Al tener una salud muy delicada murió con 67 años mientras dormía.

Mis abuelos maternos se llaman Trinidad y Fernando. Mi abuela se llama como mi bisabuela. Mi abuelo fue minero y mi abuela lechera hasta que se casó y nació mi madre. Viven en el pueblo de Mamorana. Como veis, mi familia no se movió mucho del pueblo hasta ahora. Siguen trabajando en el campo. Dice mi abuela que del campo es de donde se come. 

Mis bisabuelos paternos, por la vía paterna, se llamaban Leontina y Mariano. Mariano era minero y Leontina tenía un bar. Vivían en un pueblo cerca de Santa Cristina de Lena llamado Palacio. A Leontina la llegué a conocer yo, porque murió con 101 años. Era una mujer enérgica, divertida y despegada, porque cuentan que cuando sus hijos se iban a la mili ni se levantaba a hacerles el desayuno. Ella decía que, si se tenía que levantar para cada uno de sus ocho hijos, no se podía acostar. 

Mis bisabuelos, por la vía materna, se llamaban Soledad y José. Eran de Granada, donde nació mi abuela. Como José era guardia civil, los trasladaron a Asturias. Soledad era ama de casa. Mi bisabuelo murió joven, era una persona muy recta, tal vez por su trabajo. 

Mis abuelos paternos se llaman Soledad y Horacio. A Horacio no lo llegue a conocer, porque murió joven, mis padres no estaban casado. Mi abuela era pantalonera y mi abuelo fue albañil. Ellos vivían en Pola de Lena, donde nació mi padre. Después de que muriera, mi abuela se casó con Belarmino, que fue ingeniero técnico en la mina, al que le siguen gustando las matemáticas. Para mí fue el abuelo que fue el abuelo que conocí y me cae muy bien. 

Mis padres se conocieron en una Nochevieja en Pola de Lena. Mi madre trabajaba en una oficina de una empresa de construcción. Mi padre trabaja en Carrefour. Cuando se casaron, a los nueve meses a mi padre lo trasladaron a Salamanca y por fin mi familia salió de la zona. Vivieron tres años en Salamanca. Cuando me faltaba un mes para nacer, a lo volvieron a trasladar a Avilés, pero ellos vivían en Gijón, donde viví mi primer año de vida. Luego nos vinimos a vivir a Avilés y es donde llevo viviendo once años; curiosamente, a mi padre lo volvieron a trasladar a Gijón, pero nosotros no nos movemos más de momento. En Avilés hace seis años nació mi hermano Diego. 

Ahora yo tengo 12 años y gracias a que mis orígenes están todavía en el pueblo de mi madre, yo voy algún fin de semana a ver a mis abuelos, a mi prima pequeña y a disfrutar del aire libre rural, tengo la suerte de que tienen internet y puedo navegar. Así que ya llegó la tecnología a este precioso pueblo.

Paula de la Riva   1º C    

 

Mi familia


En 1938, en plena Guerra Civil Española, en Madrid, nació mi abuela materna, Cecilia. Eran tiempos difíciles y mía bisabuelos Josefa y Bienvenido tenían que cuidar de sus tres hijos: Teodoro, Cecilia y Flor. 

Mi abuela era muy traviesa de pequeña. Siempre molestaba a sus hermanos. 

En 1943, ya pasada la Guerra Civil Española, nació en Osuna (Sevilla) mi abuelo Antonio, y sus padres eran Amelia y Juan Manuel. 

Mi abuelo tenía cuatro hermanos mayores: Juan Manuel, Pepe, Amelia y Eugenia; y otro menor llamado Fernando. Él era más tranquilo que mi abuela. No conozco mucho de su infancia así que no puedo contaros más. 

Mis abuelos se casaron en 1968, cuando mi abuela estaba embarazada de mi madre. Mi madre nació el veinte de enero de ese mismo año. Tuvo cinco hermanos pequeños: María, Ceci, Toño, Elena y Fernando. 

Mamá era buena niña y no se metía en muchos problemas, pero hubo una vez en que a mi madrina María y mi madre no les gustaba un jersey que hizo mi abuela y le hicieron agujeros. Mi abuela las castigó, a María por hacerlo y a mi madre por cómplice. 

Mi abuela paterna se llama Emilia y nació el siete de enero de 1943 en Galicia. Tenía siete hermanos: Sara, Elvira, Aurelia, Cholo, Julia, Pepe y Josefa. Mi abuela ayudaba mucho en casa. Mis bisabuelos se llamaban José y Consuelo. 

En 1933 nació mi abuelo paterno, José Mª, en Galicia también. No tengo mucha información sobre su infancia porque cuando era solo un bebé lo adoptaron. Sí sé que el día en que mis abuelos se casaron llovía mucho y al sacerdote se le olvidó que tenía que casarlos. El 9 de septiembre de 2012, este año, se murió. Sé lo que le pasó pero no quiero contarlo porque es difícil de explicar. 

El 2 de diciembre de 1967, en Galicia, nació mi padre, Chema. Así es como lo llaman, pero él se llama José Mª, como mi abuelo. Con pocos meses se vinieron a vivir a Asturias. En 1975 nació mi tío Carlos. 

Mi padre siempre fue un poco gamberro. Hubo una vez en la que quedaron unos amigos y él por la noche para robar manzanas a un señor, pero la mujer de él los vio y gritó: 

-¡Manolo, trae la escopeta!- Y empezó a disparar al aire para que se fueran.

Mis padres se conocieron con quince años en el Parque del Muelle de Avilés. Empezaron a salir y cuando mi madre quedaba con mi padre mis abuelos ponían mala cara, sobre todo mi abuelo. 

El 3 de diciembre de 1994 se casaron. Como hacía tanto frío, mi madre llevaba un vestido de manga francesa, y el resto iba de etiqueta, por supuesto. 

Mi hermana Andrea llegó el 11 de junio de 1998. Cuando nació, tuvieron un pequeño problema; con ella no se expulsó la placenta y tuvieron que sacársela a mi madre. Mientras mi hermana estaba en la incubadora. 

Ahora me toca a mí. Llegué el 13 de mayo de 2000. En mi parto no hubo complicaciones ya que tenía el camino hecho. Cuando crecí la gente solía decir: 

-¡Cómo os parecéIs, es que sois igualitas! 

Pero de pequeña nos diferenciábamos mucho ya que mi hermana tenía flequillo y el pelo liso y yo tenía el pelo rizado y no tenía flequillo. 

Travesuras; me corté el pelo con unas tijeras, pinté el suelo, corté una camiseta, tiraba del pelo a Andrea... 
Unas cuantas veces las travesuras no las hice yo, sino Andrea. Yo tenía 2 años y ella 4, estábamos comiendo un bocadillo en el jardín de nuestra casa y a Andrea no le gustaba el suyo, entonces lo tiró al suelo y me dijo que lo pisara porque se llenó de hormigas. Yo obedecí. 

Todas las hormigas me subieron por la pierna y empecé a gritar. Mi madre vino corriendo y Andrea dijo que las había pisado sin querer. 

Carla Pereiro Pérez  1º C




Mi travesura


Como yo no he hecho casi ninguna travesura, excepto cuando me subí a la mesa de casa de mis abuelos y me tiré al suelo, calculé mal y me abrí la ceja con el radiador, pero como no es muy interesante, os contaré una anécdota.

Todo empezó un día a la hora de comer, yo estaba muy hambrienta y tenía muchas ganas de comer. Mi madre estaba haciéndome la comida y me dijo que fuera al salón porque yo no me podía quedar sola en la cocina con los fuegos encendidos y ella tenía que ir al baño, así que fui al salón. Cuando me senté en el sofá, mi madre me puso los dibujos y se fue al baño, así que fui al salón. Cuando me senté en el sofá, me levanté y fui a la cocina porque había visto que mi madre tenía gambas sin pelar en la mesa, me subí a una silla e intenté pelar una. Como no podía, decidí chupar su cabeza, cuando llegó mi madre a la cocina, me puso la comida en el plato y me senté a comer. Cuando acabé de comer, fuimos a la piscina, merendé y luego vi a mis amigos en el parque, nos quedamos hasta tarde porque al día siguiente no había clase .

Cuando llegamos a casa, cené y me acostaron. No pasaron ni dos horas hasta que mis padres se fueron a la cama, cuando me fueron a dar un beso vieron que tenía la cabeza hinchada como un globo. De inmediato, me llevaron al hospital y me ingresaron. Descubrieron que se me había hinchado la cabeza por la cabeza de gamba que había chupado. Lo que recuerdo de ese día es que cuando me llevaron al hospital yo me iba riendo.

Paula Solís Martín 1ºA




MI ESCAPARATE FAVORITO

A mí no me gustan mucho los escaparates pero he visto algunos muy chulos: 

Por ejemplo, el de Fnac en el que aparece un libro que pasa las páginas automáticamente. Otros que me gustan son los de las tiendas de deportes, más aún cuando tienen botas de fútbol o de baloncesto y equipaciones. 

Aunque he dicho que no me gustan los escaparates demasiado y no me paro mucho a verlos, recuerdo que en León, que es donde viven mis abuelos, hay una tienda de gominolas llamada DULCINOLA. Todos los años por Navidad decora el escaparate con gominolas. 

Un año había un lago hecho con gominolas azules; nieve, que en realidad era algodón de azúcar; sillas hechas con regaliz; lacasitos puestos como si fueran baldosas; las personas eran ositos de gominola; las casas tenían unos deliciosos tejados que eran abanícos de chocolate; y un enorme bosque hecho con árboles de todos los colores formado con paraguas de chocolate, chupa chops y piruletas; había caballos hechos con tronquitos de chocolate. Dentro era un lugar fantástico con muchísimas gominolas, piruletas, regalices, etc. 

La chica que nos atendía, era muy maja, nos ayudaba a coger cosas que estaban muy altas e incluso a veces nos rebajaba unos céntimos por comprar allí todos los años. Yo nunca quería irme de ese sitio. Me parecía un sitio genial. Cuando mi madre iba a las tiendas de la zona a comprar, yo me quedaba viendo el escaparate y, cuando tocaba irse a casa, lloraba. Yo le preguntaba a mi madre cuándo volveríamos allí y ella me decia que pronto.

Hoy en día sigo yendo a ese quiosco cada vez que voy a León. Ha cambiado mucho y tiene menos gominolas. Los escaparates siguen siendo bonitos en Navidad. 

Héctor Arias Herrero 1ºB 



Mi escaparate favorito

 
Majafrán:

Mi escaparate preferido desde que era pequeño está en Avilés, en una tienda de juguetes que se llama Majafrán. Siempre de pequeño me paraba a ver los juguetes que estaban en el escaparate y un payaso que hay en la entrada que al meter una moneda sale una bola de color que tiene un juguete dentro,y el payaso tiene música del circo. Me gusta mucho ir a comprar regalos para los cumpleaños de mis amigos.


La confitería:

La confitería es el lugar perfecto para subir unos kilinos. Me gusta mucho el escaparate en Pascua, porque mis abuelos tenían una confitería y me encanta cómo hacen los bollos de Pascua y figuras de chocolate. Recuerdo poner los bombones y las plumas. Muchas veces cogía y comía yemina y bombones sin que me vieran.

Por navidades hacían un cocodrilo gigante que ponían en el escaparate, era de mazapán y por dentro yema de huevo con azucar que a mí me gusta mucho.

David García Blanco 1ºB


MI BELLO PARVULARIO

Recuerdo que yo vivía en Canarias en los primeros uno y dos años, exactamente en Lanzarote, Playa Onda, y que empecé la guardería al año, allí, en Canarias.

Por la mañana, iba a la guardería y mi madre, cuando se iba, dice que yo me ponía a llorar y que las monitoras me decían:

-‘’Selia,’’ ¿ por qué llora’ ‘’Selia’’?

Y al salir de la guardería, me pasaba el día en la playa o en la piscina, ya que para mí era un privilegio muy grande; también, me encantaba ’’comer arena’’…y gatear, pero yo gateaba de una forma tan rápida que no me veías pasar y, encima, cuando había una curva, de la carrerilla que llevaba, levantaba una de las dos piernas.

Luego, al año, me vine a vivir a Avilés y fui a la guardería ‘’La casa de los 7 enanitos’’ y luego fui a la guardería municipal, donde me dio la madre de un niño que va a este instituto, Edgar. Hasta que empecé al colegio público El Quirinal durante los parvulitos, del que ya he hablado, hasta sexto de Primaria, y en el siguiente capítulo, hablaré de primero y segundo de Primaria.

 Celia Fernández Fernández  1º C.



MI FAMILIA

Mi madre, Elsa, nació en La Carriona, a las afueras de Avilés, estudió y vivió allí, hasta que, con 14 años conoció a mi padre, que también vivía allí. Cuando ya fueron mayores para tomar sus decisiones por si mismos, se casaron y se fueron a vivir a un piso cerca del Carbayedo, donde todavía siguen teniendo un garaje que alquilan a alguna persona que lo necesite. Allí nació mi hermana.
Cuando mi madre se quedó embarazada de mí, decidieron que esa casa se les quedaría pequeña para los cuatro, entonces se pusieron a buscar un edificio con pisos en venta. Había un piso en la recta final de la construcción, en frente había un enorme parque, entonces, mis padres decidieron comprar un piso en aquel edificio. Poco antes de dar a luz, llegaron los inquilinos de la antigua casa, y echaron a mis padres de ella. Tuvieron que hacer una mudanza repentina, y quedarse unos días a vivir en casa de mi abuela materna.
Mucho antes de todo aquello, cuando mi madre tenía 5años, fue al aeropuerto con su padre, sus tíos/as, y sus dos hermanas, para observar las funciones que tenia la gente allí, azafatas, pilotos, técnicos... A la hora de volver a casa, entraron rápidamente en el coche sin darse cuenta de que se olvidaban allí a mi madre, que en una búsqueda desesperada de encontrar a sus familiares, se recorrió todo el eropuerto, hasta toparse de espaldas con una señora gorda que se parecía mucho a su tía y le tiró del camisón. La señora se dio la vuelta y, al verla llorando, la llevó a la policía del aeropuerto, que le empezó a preguntar todo tipo de cosas. Cuando se quisieron dar cuenta, llegaron sus familiares, hablaron con la policía y lo arreglaron todo.
Mi padre, Juan, también nació y vivió en La Carriona, a las afueras de Avilés, estudió y vivió allí, hasta que, con 14 años, conoció a mi madre, que también vivía allí.
Mi padre, cuando tenía apenas 8 años, estaba jugando con unos amigos en la carretera, cuando vio que todos sus amigos se apartaban rápidamente, se alarmó, y cuando se quiso dar cuenta, estaba suspendido en el aire debido al impacto de una moto, sí, ya sé que es difícil que una moto te atropelle, pero sucedió, el señor de la moto quiso cogerle en brazos y llevarlo hasta su casa, él no quería, decía que era su mayor enemigo.
Cuando se quisieron dar cuenta, estaba llegando un vecino cogiéndolo en brazos para llevarlo a su casa. Mi abuela (su madre) se asustó bastante y lo tuvieron que llevar al hospital.
Mi hermana, nació en aquella primera casa en la que vivieron, y vivió allí hasta que tuvo 4 años y nací yo, y nos fuimos a vivir a la otra casa.
Un día, estaban en el parque del Carbayedo ella, nuestra prima, Sara, y unos amigos, estaban todos jugando con unos balones, y el problema, se ocasionó por culpa de que el balón de mi hermana y el de uno de sus amigos eran iguales, entonces cuando uno de los dos balones salió a la carretera, fueron los dos precipitados a por él, el amigo empujó a mi hermana, mi hermana calyó al suelo y se hizo una brecha.
Cuando yo nací, nos fuimos a vivir a esa casa situada cerca de El Quirinal, a mí me encantaba vivir allí, porque había y sigue habiendo un enorme parque en el que me encantaba jugar.
Mi regalo favorito para Reyes, papá Noel, cumpleaños... era una caja de cualquiera de todos los dibujos animados que a mí me encantaban de pequeño, que contenían colonia, champú, jabón, e incluso a veces gomina y gominolas. Yo tenía un montón de esas cajas, de Doraemon, Bob esponja, Bots, y un montón más. Un día en el que me enfadé con mi hermana, abrí una enorme caja amarilla, mi caja de los juguetes, en esa caja te podías encontrar cosas que ni te podías imaginar. Precipitadamente, cogí la primera caja que vi, ya sin la colonia ni el champú, fui corriendo hacia la habitación y se la tiré a mi hermana a la cabeza...
Izan Porras Ortega 1ºC 



Mi familia


Me llamo Alejandro Duque Rodero, tengo 13 años, por lo cual nací en 1999, en el hospital de Oviedo, también llamado Hospital Central. En mi nacimiento estuvieron: evidentemente, mi madre, mi padre, mis abuelos de parte de mi padre y mi abuela de parte de mi madre; mi abuelo ya había fallecido. 

Mi familia, por parte de mi madre, es andaluza y, por la de mi padre, es de Burgos. Mi familia está formada por un padre, una madre, cuatro abuelos y cuatro tíos y tías. De esos cuatro tíos y tías tengo cuatro primos más y los primos segundos; es una barbaridad. A mi bautizo asistieron todos. 

Mis padres no viven juntos, aunque tienen muy buena relación. Mi madre trabaja en una escuela de surf y mi padre es camionero, aunque ahora está en el paro. 

Tengo un tío que es profesor en el Carreño Miranda y explica Tecnología, y me ayuda siempre que puede y quiere. Mis tíos y tías trabajan en distintos trabajos, desde dependientes hasta operarios en Arcelor y Alcoa 

Mis primos estudian y hacen distintos deportes, como rugby y judo, pero también tengo uno de año y medio, que ya empieza a dar sus primeras patadas a un balón, espero que de mayor le guste el fútbol como a mí; espero jugar con él cuando crezca. 

Mis abuelos cuidan de mí mucho y me gusta estar con ellos. Todos los jueves comemos juntos desde hace años en su casa y disfrutamos de su compañía y su gran cariño por sus nietos.

Alejandro Duque Rodero  1ºC



MI PRIMER DÍA EN LA GUARDERÍA


Bueno, gracias a lo que me ha contado mi madre, os contaré algo porque yo no me acuerdo. 

Mamá dice que fui muy contento y que estaba muy nervioso. Me llevó a las 9:30 de la mañana y me puso en la fila con los demás. Llevaba un mandilón de color rojo y cuadros blancos. 

Estuve jugando con mis nuevos amigos, había niños y niñas y estuvimos pintando y aprendiendo cosas nuevas. 

Salimos al recreo y allí estaba mamá para verme y ver cómo estaba, si contento o triste . Por supuesto, dice mamá, que muy contento. 

Cuando llegó la hora de salir, las 1:30, mamá estaba esperándome con la yaya y Pipo. Dice que no paraba de contar cosas de la guardería. Fuimos a casa a comer y no paraba de hablar. Dice mamá que estaba muy muy contento y que no puse ninguna pega para tener que ir al día siguiente.

Ismael Díaz Fernández  1º C




MIS MEJORES VACACIONES

Un día a las cuatro de la mañana salimos en dirección a Murcia. Mi hermano y yo estábamos dormidos y hasta las ocho de la mañana no nos despertamos. Llegamos a Murcia y nos encontramos con mis tíos. Fuimos a comer a un centro comercial a las afueras de Murcia. Después de comer nos fuimos a la playa y nos bañamos. Luego nos fuimos a la casa que habían alquilado mis tíos. 

Al siguiente día fuimos al parque de atracciones llamado “Terra Mítica” que está en Benidorm. Me subí en casi todo menos en las montañas rusas porque era demasiado bajo y tampoco me quise subir en una de agua porque no me apetecía. Pero me subí en las demás. 

Al otro día fuimos a Valencia a ver el Oceanográfico de peces, pingüinos, etc… Luego vimos una especie de película que estaba en una cúpula. 

Al día siguiente, nos marchamos. Paramos en Valencia y después de parar fuimos para Avilés. 

Daniel Álvarez  1º C 



EL COLEGIO

        Cuando tenía un año, empecé a ir a la guardería de debajo de mi casa: Dados. Me lo pasaba muy bien; cuando mis padres me venían a buscar, yo no me quería ir, porque me lo pasaba muy bien allí, aunque mi hermano, cada mañana, decía: “La lleváis al abandono”.
        Me acuerdo de que un día estábamos Sergio, que sería mi compañero en Primaria, y yo haciendo las vocales con bolitas de papel de seda, tumbados en el suelo, tan a gusto… y de repente una monitora dice: “Venga, todos a dormir. Hay que descansar. Pronto despertaréis y saldremos al patio.” Entonces yo, que estaba más fresca que una lechuga, empecé a llorar porque no quería dormir y ella me dijo: “Pues túmbate sin hacer ruido para no molestar.” Le hice caso y al poco tiempo me había dormido. Cuando me desperté, todos estaban dormidos, así que estuve un rato dando vueltas. Cuando vi llegar a nuestra monitora, me levanté y fui como un rayo a la puerta que daba al patio para coger el cochecito rojo, mi favorito; con él me pasaba los recreos dando vueltas al patio, de columna en columna, sin que nadie me molestara, pero había un problema: daba las vueltas demasiado rápido...
        El colegio lo empecé a los 3 años, llevaba un mandilón rojo; iba a la clase de los caracoles. Mi profesora se llamaba Covadonga, era la mejor profesora de párvulos del colegio, o eso pensaba yo cuando sólo la cono¡cía a ella. Iba con Sergio, mi compañero de guardería, era el único amigo que tenía por aquel entonces. Mi vecina Ana iba a la otra clase, pero en los recreos jugábamos hasta que fuimos haciendo amigos.
        Luego empecé 2º de párvulos, con mandilón verde. Seguía yendo con Covadonga, pero ese año empecé Informática, con Mª Teresa, Música, con Luis, y Educación Física, no me acuerdo de con quién, pero sí que era muy maja.
        A los 5 años, tenía mandilón azul, pero Covadonga se había jubilado y entonces me daba Beatriz, también era muy maja; pero tuvo un bebé y la mitad del curso nos lo dio Rita. Me encantaba, porque si  hacíamos los deberes nos daba una medalla que ponía: “Lo has conseguido”. Si los hacíamos bien ponía: “Muy bien”. Y si los hacíamos perfecto o nos sabíamos lo que había explicado durante todo el trimestre, el día que daba las notas, te daba una copa felicitándote.
        En 1º de Primaria estaba con Ángeles, una profesora muy maja pero, cuando se enfadaba, temblaba el colegio. Yo era muy habladora, y un día se enfadó tanto que cogió mi mesa, le dio la vuelta sobre su cabeza y la llevó hasta su mesa; aunque no sirvió para mucho, porque seguía hablando...
        En 2º me dio Pachi y era muy exigente, pero todavía la materia era fácil. En este curso conocí a la clase que me acompañó hasta el fin de Primaria.
        En 3º y 4º me dio Inmaculada y era majísima, aunque dijese lo contrario. En 4º se fue Guillermo, nos dio mucha pena.
         En 5º y 6º nos dio Rosa y también era maja, aunque sólo cuando quería. En 5º llegaron Yasmín y Hillary, aunque Hillary se fue al mes siguiente. A mediados llegó Laurentiu, aunque le llamábamos Bosu porque creíamos que ese era su nombre.
        Llevo muy poco tiempo en el Instituto, pero ya puedo decir que me encanta la libertad que hay, me gusta la distribución de las clases y los recreos, me gusta que haya cafetería, me gusta que seamos tantos conocidos en clase, aunque hay personas que no me caen tan bien como otras, pero... ¡me encanta el IES Nº5!
        Desde los 3 años voy a clase de Música. Al principio fui a La Cantoría, una academia que está en el Parque del Quirinal. A los 8 años empecé en el Conservatorio Profesional Julián Orbón y ahora estoy en 1º de Enseñanzas Profesionales de Piano.

Laura Méndez Reiriz    1ºC



                          
    MI ESCAPARATE FAVORITO


Cuando prácticamente tenia 6 años, recuerdo fácilmente  que siempre pasaba por delante de un escaparate que, día a día, me llamaba muchísimo más la atención.
Un día le dije a mi madre que si podíamos entrar a echar un vistazo a los caramelos y gominolas que me llamaban tanto la atención. Yo quedé con la boca abierta cuando ví todo lo que había en ese quiosco, era alucinante, y le dije a  mi madre que si me podía comprar algo y ella me dijo que si; yo no sabia qué elegir con todas las cosas que había.
           Después de un rato largo de pensar lo que quería coger, decidí comprar gominolas variadas, de todos los colores y sabores, para mi eso era un paraíso lleno de cosas que me encantaban.
           Mi madre, después de probar varias gominolas, me dijo que estaban muy ricas y que a menudo pasaríamos por delante de mi escaparate favorito y que, de vez en cuando, entraríamos a comprar las gominolas y caramelos variados.                                                                                                              
                                                                                         
Ainhoa Reis Pérez;1ºA




MI FAMILIA

Mi familia directa es muy corta, porque, aparte de mis padres y mi hermana pequeña, solo tengo un tío y dos abuelos. Como somos tan pocos, vamos juntos a todas partes y con mi hermana parece que somos más pues hace por dos. Lo que nos gusta es andar en bicicleta o visitar alguna cosa interesante cuando vamos de excursión.

Lo que sí tengo son muchos primos segundos con los que me llevo genial; somos todos de edades parecidas y estamos viciados a las consolas y al tuenti.

Mi familia es normal, unas veces nos enfadamos y otras nos lo pasamos pipa, pero para mí es la mejor familia del mundo.

Pablo García Celada 1ºC



INSTRUCCIONES PARA...


En 1962 Julio Cortázar escribía "Instrucciones para subir una escalera" en su obra surrealista Historias de cronopios y de famas. Podéis leer el texto aquí:
 "Instrucciones para subir una escalera"

En un intento de emular a este autor, el alumnado de 3º de ESO realizó textos de instrucciones que dan pautas para realizar tareas o actividades muy variadas:




Imagen de:: jesveldigital.blogspot.com 
Instrucciones para pasear un perro:

 Podemos observar que cuando salimos a la calle hay mucha gente que va acompañada de mascotas, generalmente perros, sujetos, en ocasiones, con una especie de correas.

  Lo primero que se necesita para ello es adquirir un perro, lo cual se puede hacer por diferentes métodos, bien la adopción (opción recomendada) o la compra del mismo.
Debemos hacernos también con un collar, que pueden ser de diferentes tamaños, colores y sistemas de sujeción.

  Primeramente se procede a agacharse y sujetar al perro con las dos manos y colocarle el collar, y para ello seguiremos los siguientes pasos:

  En primer lugar sujetamos la cabeza del perro con una mano; en caso de perros agresivos, se recomienda usar bozal o, en su defecto, utilizaremos la propia mano para inmovilizar la boca. En este caso, se recomienda tranquilidad y no ponerse nervioso. Con la mano que le queda libre introduzca la cabeza del perro en el collar y proceda a su cierre. Coja el extremo de la correa que sobresale del enganche y proceda a dirigirse al lugar de paseo elegido.

  Camine erguido sujetando la correa con firmeza y recuerde que es usted quien pasea al perro, no al revés.

  Camine normalmente, no existe velocidad establecida, pero recuerde, no pierda de vista a su mascota. Nunca suelte la correa, porque en ese caso usted ya no pasearía a su perro, el perro pasaría a pasearse solo. Si esto ocurriera, usted se expondría a tener que llamarlo a voces arriesgándose a que el animal hiciera caso omiso, lo cual implicaría tener que utilizar cierto vocabulario que por razones obvias no podemos incluir en este manual.

  Durante el paseo, usted podrá observar que su mascota olisquea el aparato excretor de otros perros; no se asuste, su perro no se ha vuelto loco, es su forma instintiva de saludar a sus congéneres.

  Recuerde que el objetivo principal de dicho paseo es que haga sus necesidades fuera de casa; por consiguiente, la duración del paseo suele ser directamente proporcional a la velocidad de evacuación que tenga el perro.

Deberá recoger SIEMPRE los excrementos evacuados por este; para ello utilice bolsas de plástico ya que si utiliza directamente su mano puede resultar bastante desagradable. Si cumple correctamente todas estas pautas, podrá darse por concluido el paseo.


María del Carmen Arango Alonso, 3º ESO B



CÓMO LAVARSE LAS MANOS


Cada cierto tiempo, los extremos colgantes de las extremidades superiores, a los que para abreviar llamaremos “manos”, se ensucian.

Con el tiempo, tener las manos sucias, roñosas o pringosas, puede resultar incómodo, por ese motivo recurrimos a un proceso denominado; “lavarse las manos”.

Para ello, debemos ir al cuarto de baño, generalmente una habitación de reducido tamaño donde podemos encontrar un lavabo.

El siguiente paso es abrir el grifo, bien girando la ruedita o levantando el grifo.

Cuando el grifo esté abierto y el agua fluya hacia el desagüe, debemos juntar las palmas de las manos y meterlas bajo el chorro de agua. Cuando estén mojadas por todas partes, cerraremos el grifo y cogeremos el jabón, ya sea en pastilla o líquido mediante un expendedor.

A continuación, se frotan las manos una contra otra enérgicamente hasta conseguir espuma. Es muy importante comprobar que según frotamos las manos la suciedad va desapareciendo.

Cuando hayamos comprobado, que la roña ha desaparecido y las manos no están pringosas, abriremos el grifo de nuevo y aclararemos con agua abundante. Después frotaremos las manos en una toalla para secarlas y que la suciedad no se nos pegue a ellas./div>

Finalmente, oleremos las manos para comprobar que están limpias y que el jabón nos ha dejado un aroma suave y fresco.

Ana Santos Núñez, 3º ESO B

Imagen: miku-lagatacuriosa.blogspot.com

CÓMO PONER LA MESA

     Poner la mesa es una tarea que tenemos que hacer todos los días varias veces a las horas de comer. Principalmente, debemos poner un mantel, que es una tela o un plástico que protege la mesa de posibles manchas. Acto seguido, sería necesario llevar platos, cubiertos, vasos y servilletas a la mesa; cuando lo tengamos todo allí, tendríamos que colocarlos en sus sitios correspondientes, es decir, el plato en el medio, los cubiertos a la derecha y la servilleta a la izquierda, o al revés si la persona que se va a sentar a comer es zurda, y el vaso se puede colocar cerca del plato.
     Finalmente, se ha de llevar a la mesa la jarra de agua y después el pan y la comida. Después se servirá la comida en los platos y se tomará el tiempo necesario para comer.
     Para acabar, tendríamos que ir recogiendo todo lo que llevamos a la mesa y dejarlo en el fregadero o en el lavavajillas.


Cristina García Jaén, 3º ESO B



CÓMO FUNCIONA UN LAVAVAJILLAS  


Lavar a mano gasta demasiada agua y a veces estamos cansados para realizar tanto esfuerzo. Para ello, existe una máquina llamada “lavavajillas”. El modo de empleo es fácil y sencillo para un artilugio tan complicado.
Compre en el supermercado unas pastillas especiales para dichas ocasiones. A continuación, verá que su lavavajillas tendrá un pequeño hueco en el que se introducirá la cápsula previamente comprada. Asegúrese de que el hueco está bien tapado y, a continuación, introduzca los platos y cubiertos sucios en la máquina. Compruebe, por último, que no haya restos de comida en platos y cucharas y cierre el lavavajillas, apriete el botón de encendido. Definitivamente, presione y seleccione el tiempo al que debe de estar puesto y a continuación cierre la compuerta.
Ya está listo para lavar. No se olvide de encajar la mencionada cápsula puesto que, de no ser así, el lavavajillas no realizaría su función.

Guillermo Rad  García, 3º ESO B


INSTRUCCIONES PARA ABRIR UN BOLÍGRAFO

Para poder abrir un bolígrafo, tienes que tener uno; si no lo tienes, es recomendable que acudas a la papelería a hacerte con uno. Si ya lo tienes, solo tendrás que coger tu estuche y abrirlo deslizando la cremallera al lado contrario. Una vez abierto, buscas tu bolígrafo, a poder ser, con un muelle.

Cuando estés seguro de que es tu bolígrafo, lo coges. Cuando ya lo tienes en la mano, lo sujetas con cuatro dedos, ya que con el pulgar vas a pulsar el botón que está situado en la parte superior.

Una vez pulsado el botón, tendrás que oír un ‘click’ y asegurarte de que la pica ha salido hacia fuera, si no es así, deberás repetir la operación.

Cuando ya tengas abierto tu bolígrafo, solo tendrás que disfrutar de la escritura.

Irene Gago Álvarez, 3º ESO  B


INSTRUCCIONES SOBRE CÓMO FREGAR UNA SUPERFICIE

          En primer lugar, debes adquirir un cubo no muy grande, una fregona y un producto especial para fregar suelos. Luego, coge el cubo y llénalo de agua; no te olvides de que por cada medio cubo de agua debes añadir dos taponcitos de “Ten aloe vera” por ejemplo. Posteriormente, después de mezclarlo, moja la fregona en el cubo y escúrrela girando hacia un lado y presionando hacia abajo. A continuación, pasa la fregona por el suelo de izquierda a derecha y viceversa; se deberá repetir este proceso varias veces. Finalmente si has seguido estos pasos, tendrás un acabado brillante y reluciente en tu suelo.

Olaya Iglesias  García, 3º ESO B



INSTRUCCIONES DE CÓMO LAVARSE LOS DIENTES


          Primero hay que coger un cepillo de dientes, a poder ser con todas sus cerdas, y mojarlo; para mojarlo, abrir el grifo con los dedos para dejar que corra el agua; después, cerrar el grifo y coger  un tubo de plástico donde se encuentra la pasta de dientes y apretar para que salga y echarla cuidadosamente sobre la superficie del cepillo previamente mojado para que la pasta no se quede pegada entre las cerdas. Cuando acabamos de echar la pasta, meter el cepillo en la boca y frotar la zonas con comida o, en su defecto, con caries. Cuando la zona superior se haya limpiado, pasar a la zona superior y hacer lo mismo previamente citado. Al acabar, sacar la lengua y limpiarla donde se acumulan las bacterias. A continuación, limpiar el cepillo con agua y ponerlo en su soporte.

Alejandro Alonso Sanz, 3º ESO B



CÓMO ENCENDER LA TELE   


Hay dos formas:

  1-Te acercas a la tele, haces un pequeño esfuerzo con el dedo direccionándolo al botón de encendido y lo presionas

  2-Depende de donde esté el mando de encendido, te tienes que esforzar más o menos; lo coges con la mano que quieras, con el índice o el pulgar presionas el botón de encendido.

En el caso de que tengas la falange, dedo o brazo roto, no podrás hacer tal acción. Recomiendo utilizar la nariz. 

                                                                                         Adrián López García, 3ºB




CÓMO "PASAR" DE UN PROFESOR Y, A LA VEZ, PARECER QUE ATIENDES

            Puedo considerarme una experta en esto, bueno en realidad, a todos los estudiantes, ya seamos de Primaria, Secundaria, o cursos superiores, se nos da bien lo que llamamos “dormir despierto”. La clave está en coger un asiento no muy adelante, ni tampoco muy atrás; los de delante, generalmente, son sitios para gente atenta que quiere enterarse de todo, y sobre todo, los primeros sitios en los que se fija el profesor. Por el contrario, los asientos de atrás son sitios que el maestro prefiere tener en cuenta, para comprobar si también están atendiendo. Una vez asignado el sitio, sentarte con un compañero trabajador que pueda enterarse de algo importante que te hayas perdido. Lo que viene a continuación es fácil: colocar los ojos en algún elemento de la clase, como una pizarra, en la que puedas perder la vista, mientras apoyas la cabeza con la mano derecha o izquierda. En caso de contacto audiovisual con el profesor, asentir dos o tres veces la cabeza y comenzar de nuevo el ejercicio.

Alba Matilla Iglesias, 3ºB




CÓMO FREGAR LOS PLATOS

  Primero coja el plato sucio, con una mano; con la otra, coja el estropajo y eche un poco de jabón; a continuación , mueva el brazo y los dedos circularmente de manera que el estropajo limpie el plato. Luego, dele la vuelta y haga lo mismo por esta parte.

En segundo lugar, estire el brazo hacia el grifo, mueva los dedos y ábralo, para que corra el agua. Con la otra mano, muévala de manera que el plato acabe debajo del agua. Finalmente, cuando se le quite la espuma al plato, ya puede cerrar el grifo. Por último coja un trapo y, con cuidado, páselo por todas las zonas del plato de manera que quede seco y limpio.  

Laura López, 3ºB
     







ESCENAS DE LA OBRA MANZANAS ROJAS, DE LUIS MATILLA

Al final del curso pasado, una parte del alumnado de 1º de ESO realizó una dramatización de varias escenas de esta obra de teatro. Apenas tuvieron tres días para estudiarse el papel y ensayar. Conocieron la problemática del conflicto entre Palestina e Israel y comprendieron que la amistad entre dos niños no entiende de fronteras. Jugaron a ser actores por un día y esto es una muestra del resultado:

 1º ESO B
  
 
  1º ESO C/D

















TEXTOS PREMIADOS EN EL CONCURSO LITERARIO 2011-2012 
EN BLANCO
________________________________
                                                                          
                                    Ángela Martín Carranza (3º ESO)


Paredes blancas. Eso es lo único que me rodea: paredes de azulejos blancos que se extienden hasta donde me alcanza la vista. Todo es demasiado  blanco en este lugar. Paredes blancas, suelos blancos, batas de enfermeras blancas... Lo único que tiene un color diferente es mi propia ropa, lo que me hace pensar que yo no debería estar aquí, que no es mi sitio. A estas horas debería estar dando una vuelta con mis amigas o acabando los deberes que he dejado para el último día. Pero sé que en este momento los deberes no son importantes. Lo único importante para mí en estos instantes es la persona que hay detrás de la puerta que llevo mirando durante horas. La persona que ha estado conmigo en los buenos y malos momentos, la que siempre me ha apoyado hiciera lo que hiciese, de la que he aprendido tantas pequeñas cosas pero tan especiales, la que me ha dado la vida y la oportunidad de vivirla. Mi madre.
Todavía no alcanzo a entender cómo le ha pasado esto. Yo pensaba que mi madre iba a estar siempre a mi lado, que nunca me dejaría, que nunca le iba a pasar nada. No me imaginaba que podía acabar tan mal. Desde que me dijeron que estaba en el hospital, los médicos han intentado que me haga a la idea de que esto no va a acabar bien. Sin embargo, es algo imposible. No me puedo hacer a la idea de que una de las personas mas importantes en mi vida se va a ir para siempre. De que me va a dejar sola. De que no va a volver. ¿Cómo puede asimilar una chica de 15 años que su modelo a seguir, la que la ha visto crecer, su apoyo en la vida, no va a estar nunca más con ella? No me verá acabar el instituto. No estará conmigo cuando tenga mi primer novio. No me ayudará cuando tenga problemas con el amor. No me cogerá de la mano cuando me vaya a casar. No estará ahí para ver a mis hijos, los que seguramente tendrán algún rasgo de su abuela. Mi vida pasará sin que ella pueda observar en lo que me he convertido. En lo mucho que he cambiado desde que era un bebé que ella sostenía entre sus brazos.
No quiero estar aquí. Me siento atrapada, y el no poder hacer nada está haciendo que mis malditos pensamientos me atormenten. Necesito salir de este edificio y correr hacia un parque, una casa o una calle vacía. Correr tan rápido que mis ideas sobre el futuro no puedan seguir mi ritmo y se queden atrás, hasta que llegue un momento en el que desaparezcan por completo. Sin embargo, sé que no puedo hacer nada de eso. No puedo dejarla sola en estos momentos, tengo que estar a su lado. Puede que no me vea por culpa de esa pared de pocos centímetros que nos separa pero, tengo que estar con ella. Sé que nota mi presencia, y está intentando recuperarse por mí. Para no tener que dejarme sola en el mundo, como una pequeña canica que se mueve por una superficie inestable sin nadie que la sujete.
Finalmente, la puerta que tengo delante se abre. Un hombre de unos treinta y cinco años, con el pelo negro azabache y una bata blanca me mira a los ojos. Por su cara sé que no trae buenas noticias. Empieza a hablarme con miedo, temiendo mi reacción. La verdad es que no le escucho. Ya sé lo que me va a decir. Eso que llevo temiendo desde que entré en este maldito hospital. Me levanté de la silla rápidamente, dejando al médico allí hablando solo. Salgo de ese edificio claustrofóbico lo mas rápido que puedo. Al cruzar la puerta me siento un poco mas libre al poder respirar aire fresco, pero enseguida se me forma un nudo en la garganta. Lo conocía bastante bien, es esa sensación que precede a las lágrimas. Me pongo a correr otra vez hacia un parque cercano. Lo único que quiero es huir, desaparecer, morir... Morir para poder estar con mi madre. Cuando estoy en medio del parque me tropiezo, pero no intento levantarme. No tiene ningún sentido levantarse cuando la vida te ha tirado al suelo y no tienes nada con lo que contraatacar. Estoy perdida. Me siento como si me hubieran echado veneno dentro del cuerpo y todo se estuviera quemando poco a poco, dejando únicamente cenizas en mi interior. Soy como una pluma que vaga por el aire. Antes había alguien que me sujetase, la mano de una madre que siempre había estado a mi lado, pero ahora no queda nada. Se ha ido. No hay nada que me sujete, y el viento me arrastra hacia una terrible tormenta. No tiene sentido oponerse, de todas maneras no conseguiría nada. Me tapo la cara con las manos, dejando que la oscuridad se adueñe de mi y se lleve mi alma con ella.

Como muchos otros

                                                                                                           

                             Omar Fernández Robledo (2º Bachillerato D)

Prólogo:


Una copa de ginebra sobre la barra de roble acompañaba a un señor de aspecto deteriorado pero opulento, que se había sentado en uno de los taburetes, también de roble, posicionados, vigilantes, alrededor de la barra. Los labios carnosos de aquel hombre, empapados del cristalino licor, apenas se movían si no era para encargarle al camarero otra copa. Sobre su cara blanquecina se deslizaban, tímidas, gotas de sudor que no evitaban en su recorrido las ojeras que a sus antaño grandes ojos custodiaban.
A su lado, tan solo un viejo recorte de periódico que no perdía de vista.

Capítulo 1

Manuel subía las escaleras hacia el viejo piso que tenía a las afueras de Madrid, donde le esperaban su mujer, Marta, y su hijo, Ismael. Mientras se acercaba por fin a la puerta, tras un duro día de trabajo, pensaba en los cambios que había dado su vida en los últimos años. Habían pasado varios años desde que se habían ido de vacaciones por última vez a la costa. En realidad, hacía un par de años que no abandonaban la ciudad.
Introdujo la llave en la cerradura y, con un suave giro, tratando de no hacer ruido, la abrió. La cerró inmediatamente después con la misma sutileza, tratando de no despertar a su familia. El reloj marcaba las dos y media de la madrugada. Entró en el cuarto de su hijo, Ismael, que se acurrucaba bajo las escasas mantas de su cama. Se acercó a él y le dio un beso en la frente, tratando de no despertarle. Se dio la vuelta y se dirigió a la puerta.
-          Papá -dijo Ismael, todavía traspuesto.
-          Es muy tarde ya, cariño, tienes que dormir -dijo su padre con tranquilidad.
-          Buenas noches, papi.
-          Buenas noches, hijo…
Arrimó la puerta al salir de la habitación y se dirigió hacia el cuarto que compartía con su mujer. Los escasos  muebles de aquella habitación apenas permitían guardar los escasos atuendos que ambos tenían, al igual que los de su hijo. Dejó la ropa que llevaba puesta sobre una vieja silla de madera, roída, y se puso el pijama. Se tumbó en la cama al lado de su mujer. Dirigió la mirada hacia ella, y se durmió observando su rostro con los ojos cerrados, recordando tiempos pasados, felices, en los que ambos disfrutaban de la presencia del otro. Hacía ya varios meses que las muestras de cariño habían desaparecido, pues, debido al exceso de trabajo que Manuel desempeñaba para tratar de pagar los recibos, apenas tenían tiempo para estar juntos. Él estaba enamorado. De ella, Marta, y de Ismael. Daría su vida por ellos sin dudarlo ni un instante.

Capítulo 2

Eran las ocho de la mañana y Marta se despertó. Se volteó en la cama, buscando con la mirada a Manuel, que ya se había ido a trabajar hacía media hora. Muchas horas de trabajo y pocas de vida, se dijo a sí misma.
Se levantó de la cama, se vistió y se fue a la cocina a preparar el desayuno. Un poco de café para ella y un vaso de leche con cacao para Ismael eran todo manjar del que podían disponer. Tras despertar a su hijo y desayunar, se fueron al colegio.
*****
Ya había sonado la sirena e Ismael estaba en el aula. Marta haría lo que llevaba haciendo los últimos dos años, buscar trabajo. La crisis había acabado con todo. Buscaras lo que buscaras, siempre había alguien con mayores estudios para desempeñar la función. Ni siquiera podía encontrar trabajo de limpiadora. La gente que podía permitirse tener limpiadora no la perdía fácilmente, en estos tiempos en los que todo trabajo es un tesoro, sea del tipo que sea.
Se paseó por las calles de Madrid, andando, en busca de cualquier cartel que buscara un trabajador. Las veces que encontraba alguno, las menos, hallaba siempre la misma respuesta: “No es el perfil que buscamos”. Buscaban, sin duda, a alguien más joven y con una educación más amplia. En estos tiempos, un camarero ha de ser agradable con la gente sin parecerles inculto a los clientes, además de atender correctamente las mesas. En los trabajos que no eran de cara al público, buscaban un hombre, o alguien con titulación que pudiera desempeñar varios trabajos cobrando como uno. Nada nuevo se repetía a menudo, cuando no aceptaban su solicitud de empleo.
Así se pasó la mañana y la tarde, sin apenas probar bocado. Ismael, por suerte, tenía comedor en el colegio y actividades extraescolares por la tarde. Siguió probando suerte por la tarde, sin distinto resultado.
*****
Eran las diez de la noche y ya estaban, por fin, en casa. Acostó a Ismael y se tumbó en la cama. Te echo de menos, pensaba.


Capítulo 3

Era por la mañana y Manuel estaba leyendo el correo. Una lágrima se deslizaba por su mejilla lentamente, hasta humedecer la misiva que tenía entre sus manos. Ella era una carta de desahucio. Les echarían de casa en unas semanas si no lograban pagar la hipoteca en los próximos días. ¿Qué puedo hacer? ¿Cómo me ha pasado esto?, pensaba. Trabajaba más horas de las que su cuerpo aguantaba y, aun así, no era suficiente.
Se fue a trabajar con el aspecto de quien iba a perder todo cuanto tenía en la vida, todo aquello por lo que había luchado. Las lágrimas no habían cesado de brotar desde entonces, y decidió llevarse la carta consigo, no fuera que su mujer la viera. Se pasó el día trabajando, como de costumbre.
Así se sucedieron los días siguientes, las semanas siguientes. De casa al trabajo, del trabajo a casa. Sin siquiera un día de descanso, tratando de ahorrar dinero para poder pagar los gastos que tenía y no perder la casa.
*****
Un día, mientras trabajaba en su empresa, se le acercó un compañero:
-          Manuel, te llaman por teléfono. Es tu mujer -dijo.
-          ¿Mi mujer? -dijo sobresaltado.
-          Sí.
Se dirigió rápidamente hacia el teléfono, pensando en qué pasaría, preocupado.
-          ¿Marta?
-          Manuel, la policía está aquí -dijo entre sollozos- dicen que nos echan de casa.
-          ¿Qué? -dijo Manuel con la voz quebrada.
La llamada se terminó, al otro lado de la línea habían colgado el teléfono. Habló con su jefe para que le permitiera ir a su casa para tratar de solucionar aquello, y éste le dijo que se tomara el resto del día libre. Las lágrimas no habían parado de brotar desde entonces. Su cara estaba anegada de ellas. No sabía qué hacer, no sabía qué decir… ¿Qué le diré a Ismael? ¿Qué le diré a Marta?, se preguntaba constantemente.
Cuando se quiso dar cuenta, ya estaba en casa. Su familia todavía estaba dentro, con la policía.
-          Lo siento, pero tienen que irse. No querríamos hacerlo, pero es nuestro deber, entiéndanlo -decía uno de los policías, notablemente triste.
-          Claro… -dijo Manuel, con lágrimas en la cara- Tenemos que irnos…
Salieron de la casa tras haber recogido algunas cosas en viejas maletas que tenían guardadas desde hacía tiempo.

Capítulo 4

No había lugar alguno donde pudieran ir a dormir aquella noche, así que tuvieron que dirigirse a uno de los albergues cercanos a su casa, dirigido por una suerte de convento. Tenían poco dinero guardado, pero lo suficiente para poder pasar unas noches en el albergue, además, todavía le llegaría el sueldo mensualmente que, aunque austero, haría las veces de sustento para pagar el alojamiento.
-          Buenas tardes.
-          Buenas tardes, caballero, ¿desea algo? -dijo una señora de edad avanzada que vestía atuendo eclesiástico.
-          Sí, necesitamos una habitación.
-          No se preocupe.
La señora le tendió unas llaves, les dirigió a su habitación y les explicó cómo funcionaban los horarios de servicios, comida, desayuno y demás cosas. Los cuatro vagaban por los pasillos mientras la monja les mostraba las salas del albergue.
Pasadas un par de horas, en las que se dedicaron a recolocar lo poco que se habían llevado de su casa, Manuel se decidió a hablar con su hijo, aunque aún no sabía muy bien qué decirle.
-          Papá, ¿por qué nos hemos ido de casa? -dijo el pequeño.
-          Verás hijo, en nuestra casa no teníamos muchos vecinos, así que decidimos venirnos aquí.
-          Ah… -dijo Ismael con una sonrisa en la cara- La señora de la entrada me gusta.
-          Claro, seréis buenos amigos -dijo Manuel mientras una lágrima recorría su rostro.
-          ¿Por qué lloras papá?
-          No lloro, hijo, es que se me ha metido algo en el ojo. Ahora, descansa.
Le dio un beso y le ayudó a tenderse sobre la tosca cama que le correspondía. Le arropó con las escasas sábanas que cubrían aquél colchón, le dio un beso y se fue.
Abrió la puerta de su habitación y vio a su mujer en la cama, mirando al techo. Se metió el también en la cama y se quedó mirándola, mientras las lágrimas no paraban de recorrerle sus mejillas. Estaba decepcionado consigo mismo, y, pensaba, ella también lo estaría con él.
-          Lo siento… -dijo Manuel.
Pero no obtuvo respuesta, su mujer, todavía sin terminar de creerse lo que estaba sucediendo, trató de dormirse. Manuel trató también de descansar, sin la misma suerte. Se quedó toda la noche en vela observando a su mujer y llorando por cómo había echado a perder todo aquello que con tanto trabajo había logrado.

Capítulo 5

Pasaron los días, las semanas… Pasó el tiempo y todo siguió igual. Un día, en el trabajo, llamaron a Manuel para hablar con su jefe, así que subió a su oficina. Era un lugar acogedor, aunque no demasiado pequeño. Una mesa de roble separaba un par de asientos de madera tapizados en rojo del blanco sillón de cuero donde se encontraba su jefe. Éste, de tez clara y pelo canoso, poseía una mueca seria, que dejaba entrever la razón de su llamado.
-          Buenas tardes, señor. ¿Qué quería de mí?
-          Verá, Manuel… Le queremos agradecer todos los años que ha estado usted trabajando a nuestro servicio. Sin embargo, la empresa está realizando ciertos recortes estos últimos meses con motivo, principalmente, de la crisis económica actual que asola nuestro país. Por ello, me temo que he de comunicarle que éste es el último mes que usted trabaja en nuestra empresa.
-          ¿Estoy despedido? -dijo Manuel, asolado por la mala noticia.
-          Me temo que sí.
Sin mediar más palabra, se levantó de aquel cómodo asiento, y volvió a su puesto de trabajo. No se creía lo que le estaba pasando. Su situación empeoraba por momentos, y con ello la de su familia. Estaba totalmente desesperado.
Decidió no contar nada sobre ello en casa, y tratar de conseguir dinero como fuera. Sin embargo, el dinero iba disminuyendo, y el de ese mes sería el último sueldo que llegaría a su cuenta corriente. Los ataques de ansiedad fueron sucediéndose en las semanas siguientes, acentuándose cuanto más cerca estaba el último día de trabajo. ¿Qué haré ahora?, se preguntaba a menudo.

Capítulo 6

-          Tres días más y ya no tendré trabajo -se decía.
Aquel día era el antepenúltimo que trabajaría. Una crisis nerviosa se apoderó de él, rompiendo a llorar en medio de la calle, mientras se dirigía al trabajo. Decidió desviarse de su recorrido habitual y se dirigió sin rumbo, como a la deriva, calle arriba. Por medio de Madrid se paseaba, buscando Dios sabe qué.
Finalmente, terminó en un centro comercial que acababa de entrar. Compró un par de cosas, pagó con el escaso dinero que le quedaba en la cartera y se dirigió de nuevo, sin rumbo, calle arriba, esta vez con la compañía de una pequeña bolsa de plástico.
Caminó, caminó y caminó. Cuando se dio cuenta, eran las diez de la mañana y se encontraba en la plaza del ayuntamiento. Era una plaza grande, cuyas baldosas grises no podían reflejar el brillo de un sol escondido tras las oscuras nubes del día. La gente paseaba tranquilamente, sin prestarle mayor atención.
Puesto en medio de la plaza, posó su bolsa de plástico en el suelo. De ella sacó un pequeño bote negro de queroseno. Lo abrió y lo vertió por encima de su cuerpo. Acto seguido, antes de que nadie le detuviera, sacó de la bolsa lo último que le quedaba, una cajita de fósforos.
-          Soy un perdedor -dijo, con la cerilla en la mano.
Las lágrimas, de miedo y de tristeza, afloraron de repente de sus ojos. La nostalgia le invadió de nuevo, y, por fin, lo hizo. Frotó el fósforo contra la caja de cerillas y la prendió. La tiró al suelo y el queroseno que había goteado comenzó a arder, expandiéndose rápidamente por todo su cuerpo. Una señora que pasaba a su lado lo vio y comenzó a gritar, asustada.
-          ¡Este hombre está ardiendo! -gritaba- ¡Ayuda!
Mientras el fuego le devoraba, observó la cara horrorizada de la señora al contemplar la escena. Por un instante se arrepintió. Mil imágenes pasaron por su cabeza. Su mujer, su hijo… Les había decepcionado, les había hecho perder toda oportunidad de ser felices. Por su culpa… o eso pensaba él. Sintió aún más culpa, pues, con su muerte, se quedarían aún más solos. Él no podía soportar la idea de que su familia se tuviera que ir a vivir a un centro, por no poder pagar siquiera un albergue donde cobijarse. Había fracasado como padre y como marido. Las llamas hicieron que pronto se apagasen sus pensamientos, su tristeza y sus recuerdos.

Epílogo

La copa de ginebra se había rellenado un par de veces desde que aquel señor había entrado por primera vez en el bar, pero seguía observando con tristeza aquel recorte de periódico. En él, una noticia rezaba en primera página: “Hombre se prende fuego a sí mismo frente al ayuntamiento”. Aquel hombre, Manuel, era el empleado al que había despedido días antes.
“Encima se quemó él”, pensaba. “Él no era un perdedor, sino un luchador. Si hubiera de prender fuego a algo o a alguien, sería a mí por despedirle. ¿Cómo pude hacer eso a alguien que apenas tenía para vivir?”
Reflexiones que asolaban la mente de ese hombre de pelo canoso y aspecto deteriorado, ahogadas por copas de ginebra, como las llamas habían ahogado las últimas esperanzas de alguien que había luchado por su familia como ningún otro, o como muchos otros.





LA ABADÍA
                                                                                                                                 


Andrés García González (2º Bachillerato A)



I


            Tan solo tenía doce años cuando Cayo vio morir a sus padres a manos de los pocos musulmanes que permanecían en Castilla durante la reconquista. Habían causado estragos en Villaluenga, que se mantuvo en llamas hasta pasados unos días. No tardó en ser atendido por el prior Germán, quien lo cuidó como un hijo y lo instruyó en la doctrina del catolicismo hasta convertirse en un joven de temperamento tranquilo que rehuía de toda clase de disturbios.

Nunca tuvo problemas para desarrollar la vida espiritual que compartió con los monjes de la pequeña abadía de Toledo, construida durante el reinado de Alfonso VI. Allí, todas las noches eran frías a pesar de que unas cuantas montañas la protegía del viento. Tenía fama de ser un lugar acogedor donde una veintena de monjes habían decidido entregarse a la fe cristiana.

Siempre se levantaba muy temprano, antes del amanecer, y se preparaba para la primera oración del día. En ella recitaba cantos gregorianos escritos en latín, lengua oficial de la Iglesia. Ciertamente, le reconfortaba hacerlo, pues recordaba las plegarias que formulaba junto a sus padres antes de irse a la cama después de una dura jornada de trabajo en las cuadras de su granja. Después solía dirigirse  al huerto para mantenerlo en buen estado, pues servía de autoconsumo, pero aquel martes se le había encomendado salir al mercado en busca de unas medicinas para el padre Germán. El tiempo no había pasado en vano y ahora se encontraba débil: cualquier resfriado servía de excusa para alertar a sus hermanos.

                    Al prior le ha subido la fiebre de manera espontánea y no se encuentra nada bien –le había alertado Fray Basilio–. ¿Puedes ir a la botica a por una infusión de verbena?
                    No te preocupes, estaré aquí antes del mediodía – contestó preocupado.


La vida en las ciudades era atosigante, en cualquier esquina podía escucharse blasfemias de todo tipo. Entre otros motivos, esa era la principal causa por la que Cayo evitaba bajar los Montes de Toledo, pero aquella ocasión era distinta: Germán, a quien le consideraba como su segundo padre, requería de su ayuda y él haría todo lo necesario por ampararle. Ya era muy anciano y sabía que pronto se encontraría con Dios, pero la idea de perder de nuevo a un ser querido le angustiaba.
Mientras se santiguaba al cruzar la plaza de la Iglesia de San Román, observaba de lejos a una multitud situada alrededor de un fornido pregonero de piel rolliza. «¡El marqués de Illescas ha sido asesinado a las puertas de su palacio!», gritaba a voz en cuello. «¡El marqués ha sido encontrado con un puñal clavado en su espalda!». Pero qué horror. ¿Quién había podido cometer semejante atrocidad? Tenía que ser cosa del mismísimo Diablo.

Aunque no se había dado cuenta, Cayo se había quedado pasmado frente al orador mientras escuchaba cada detalle. Al parecer, sus sirvientes lo habían encontrado de madrugada en el suelo encima de un charco de sangre. Aun estaba caliente, por lo que el asesino no podía estar muy lejos. Eso explicaba por qué se había replegado tantos centinelas por todo el municipio.


* * *

Cuando subía a la colina de la abadía con la infusión de verbena guardada en una pequeña bolsita de cuero, una pareja de guardias le detuvo.

                    ¡Alto! Identifíquese y enséñenos lo que lleva ahí –ordenó uno de ellos señalando a la bolsita con brusquedad.
                    Tranquilo, no es más que un brebaje. Soy Fray Cayo, de la Abadía de Santo Domingo –dijo mostrando el recipiente con nerviosismo.
                    ¿Un brebaje, dices? Dame eso –el otro le arrebató el frasquito.

Cayo no supo como reaccionar, pero sintió miedo. Sus relaciones sociales eran muy limitadas y aquellos dos centinelas no parecían nada afables. Las manos le temblaban, y de esto se percató el primero frunciendo el ceño mientras su compañero destaponaba la infusión y, tras olisquearla, daba un pequeño trago.

                    No es más que una asquerosa tisana –finalmente concluyó el hombre.

Entonces le devolvió el frasco a Cayo y la pareja de guardias desapareció monte abajo. ¿Acaso creían que él, entregado a cumplir la palabra de Jesucristo, había cometido el crimen? No, eso era absurdo, simplemente cumplían su trabajo. De cualquier modo, el sol estaba poniéndose sobre su cabeza y Germán requería de su atención.

Por fin, tras un tedioso caminar llegó a la abadía y se dirigió sin pausa a la habitación del prior. Era amplia y las paredes estaban recubiertas de rosarios y cuadros con representaciones divinas como la Virgen María. En el centro de la estancia había una cama, y en ella estaba acostado el hombre que décadas atrás le había recogido como un huérfano asustado. No estaba solo, algunos frailes le acomodaban la almohada o le ponía un paño de agua fría sobre la frente, otros como Ruperto, rezaban oraciones pidiendo su salvación. Pero, un momento. ¿Qué significaba aquello? ¿Tan mal se encontraba?
Cayo se adentró a la habitación y se acercó a la cama con preocupación.

                    Padre, aquí tengo la medicina.
                    Siempre has buscado lo mejor para los demás –susurró Germán con dificultades–. Dios te recompensará por ello. – Y dicho eso, dejó ladear su cabeza a un lado y su respiración cesó.



II


            De pronto, la inquietud se apoderó de la situación. Cayo no podía creer lo que estaba viendo. No, no podía ser real. El prior Germán yacía sobre su lecho con una cruz entre sus manos, cuyos dedos estaban cruzados encima de su pecho. La piel tenía muchas arrugas y estaba más pálida de lo normal.

Fue Fray Basilio quien se ocupó de desalojar la habitación para poder llevar a cabo los pasos correctos que se daban cuando sucedía tal desgracia.

                    Hermanos, por la gracia de Dios, salid y preparad los actos sacros para el prior –suplicó viendo el descontrol que se había generado.

Nadie dudó en hacerle caso. Algunos vacilaron en la puerta lanzando una última mirada al difunto mientras que inevitablemente las lágrimas brotaban de sus ojos. La abadía era una pequeña familia y ahora el abad los había dejado solos en el mundo terrenal. En realidad, uno de ellos le reemplazaría e intentaría hacer que la tranquilidad siguiese reinando.

Cayo se había quedado solo con Basilio, aunque aun podía oir el sollozo de los demás clérigos por los pasillos contiguos. Tenía la mirada perdida en el suelo pedregoso de la habitación hasta que Basilio lo hizo volver a la realidad.

                    ¿Puedes ayudarme a asearle? Celebraremos su funeral después de comer y mañana lo enterraremos con los primeros cantos del gallo en la Iglesia de San Román.

Cayo asintió sin dilación y se acercó a su compañero para echarle una mano. Basilio apenas rozaría los cuarenta años. No era muy alto, tenía cabello oscuro y, pese a que era muy afectuoso, nunca solía manifestar sus emociones. Sus dos ojos grises como los de una nube en mitad de una tempestad, hacían que su rostro intimidase de vez en cuando.

Mientras limpiaban en silencio el sudor que Germán tenía repartido por todo su cuerpo, Cayo se percató de que la cruz que empuñaba el anciano tenía una especie de agujero en la parte superior por la que sobresalía la esquina de un trozo de pergamino enrollado. Instintivamente aprovechó para cogerlo hábilmente y guardarlo en uno de los bolsillos de su sotana parda cuando Basilio no estaba mirando.

                    Bien, esto ya está. –suspiró este–. Ve si quieres a descansar, ya me ocupo yo del resto.
                    ¿Estás seguro? Ten la certeza de que puedes contar conmigo para los preparativos.
                    No te preocupes –concluyó en seco lanzándole una mirada de esas que atemorizaban.

Era la hora de comer y en la abadía apenas se oían voces. La muerte del prior había causado un fuerte dolor que tardaría en aliviarse. Sobretodo en Cayo, que prefirió ir directamente a su pequeña alcoba, donde nadie le molestaría. Una vez allí, cerró la puerta con llave, se acercó al alféizar de piedra de la ventana y se puso a leer el pergamino que había descubierto:


«Mi estimado amigo, tal y como hemos acordado, saldré hacia León con el cambio de ciclo lunar para visitar a la familia real y advertirles de los riesgos que el campesinado de nuestras tierras sufrirá si no lo impedimos antes de que sea tarde.

Mantén los ojos bien abiertos, tiempos oscuros se avecinan».

Jacobo de Guzmán, Marqués de Illescas


Efectivamente, Cayo pudo observar por el lado reverso del manuscrito, un sello hecho con cera roja que representaba el escudo de armas del marquesado. Releyó la carta un par de veces más mientras daba vueltas de un lado para otro. Permaneció allí el resto de la tarde y solo salió al anochecer a por un mendrugo de pan. Lo comió (más por necesidad que por ganas), rezó por Germán y por fin decidió acostarse.

Aquella noche le fue difícil concebir el sueño, no paraba de cambiar de postura y muchas pesadillas le obligaban a despertar de madrugada. Algunas contenían imágenes relacionadas con su antigua granja, aquella en la que pasó su infancia para más tarde arder en llamas.



III


            Había un carro de bueyes esperando a cargar con el féretro. Como de costumbre, Cayo se había levantado mucho antes que los demás y había ido a la capilla para meditar. Cuando los gallos del corral empezaron a cantar, la hermandad de Santo Domingo comenzó a abandonar la abadía y descendió colina abajo hacia la ciudad. Allí se celebraría una última ceremonia de despedida para Germán.

Era día de mercado, las voces de los mercaderes se apoderaban de las calles más transitadas de Toledo. Todo cambió cuando Cayo y sus allegados cruzaron el puente de Alcántara, una de las entradas de acceso al centro, pues un silencio sepulcral fue expandiéndose como si de una enfermedad contagiosa se tratase. Muchas señoras mayores que se encontraban lavando telas de algodón a orillas del Tajo, se persignaron con lágrimas en los ojos al ver cruzar al tropel. En cierto modo, Germán había sido una de las pocas personas que la gente quería de verdad por cómo les había tratado y su muerte no había pasado inadvertida.


* * *


                    Señor, ten compasión de su alma y reanima nuestros corazones afligidos.
                    Amén. –se coreó al unisono tras las últimas palabras del obispo Eladio.

El interior de la iglesia estaba abarrotado. Muchas personas se habían acercado antes del comienzo de la misa para despedir al abad.
En un momento en el que nadie parecía prestarle atención, Cayo se abrió hueco entre el gentío para dirigirse al portón del edificio con la intención de respirar un poco de aire fresco. Allí fuera todo estaba más tranquilo, tan solo se escuchaba la caída de algunos maravedíes de cobre en la mano de los tenderos. Pudo ver a un pequeño grupo de personas (algunas de las cuales vestían unas relucientes túnicas amarillas con un enorme capuchón a sus espaldas) cerca de un puesto de frutas que se cuchicheaban entre ellos mientras le observaban con frialdad. «¿Aquel no es Basilio?», se preguntó al percatarse de que estaba allí.

Era hora de regresar de a la abadía, había sido una jornada cargada de tristeza. Antes de emprender el camino de vuelta, Cayo lanzó una última mirada atrás.

                    Requiescat in pace, pater.

La Luna relevó al Sol y se hizo la noche. Durante la cena estuvo muy pensativo, no paraba de hacerse preguntas sobre lo que acababa de ver y tampoco podía olvidarse de algunas de aquellas caras. ¿Estaban hablando de él? «Se lo preguntaré a Basilio mañana al mediodía», acabó convenciéndose a si mismo, «seguro que solo ha sido una alucinación mía fruto del cansancio». Salió del refectorio e inmediatamente entró en el scriptorium para terminar de copiar uno de los manuscritos que se le había encargado antes de sumergirse en el fantasioso mundo de los sueños. Era uno de los pocos lugares en los que sentía la capacidad de organizar las cosas de su cabeza, y así fue como recordó que aun guardaba el pergamino de Jacobo de Guzmán en un bolsillo interior de su hábito. Decidió no sacarlo ante la posibilidad de ser visto por uno de sus hermanos, pero fue motivo suficiente para que una vez más se distrajese. Su mirada perdida pareció despertar curiosidad en Fray Bernando, que estaba en un escritorio cercano ilustrando unos grabados en la portada de un libro muy voluminoso.

                    ¿Se te ha olvidado alguna palabra latina? –le preguntó como si se quejase–. Ya sabes que me puedes consultar cualquier duda que tengas, todo sea porque acabes de traducir eso de una santa vez.

Aquella barba gris le hacía bastante más mayor de lo que era, y pese a que era muy exigente con los más jóvenes (a quienes consideraba que cada vez se estaban volviendo más extravagantes e inservibles en la abadía), siempre se había molestado en que todo estuviese en su sitio. No obstante, a Cayo le resultaba simpático.

                    No es eso, tan solo pensaba en las musarañas.
                    ¡Pues no lo hagas! –refunfuñó–. Últimamente te entretienes mucho y tardas más de lo común en terminar tus tareas.
                    Tienes razón, mañana cambiaré de actitud –respondió Cayo con una sonrisa en sus labios, como si le gustara mosquearle.
                    Mañana... siempre mañana. No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.

Bernardo pareció pasar de seguir regañándolo considerando que era una pérdida de tiempo y volvió a su labor a regañadientes, pero repentinamente, se escucharon unos estrepitosos pasos que cruzaron el pasillo de fuera. Un muchacho rubio como la miel abrió la puerta de golpe alarmando al personal, y entre jadeos gritó:

                    ¡Cayo, Cayo!
                    ¿Pero qué clase de modales son esos? –contestó Bernardo sin buscar respuesta alzando los brazos, ya impaciente antes la falta de respeto que según él empezaba a ser común en Santo Domingo.

Cuando encontró con la mirada a quien buscaba, Godofredo (que así era como se llamaba el mozo) corrió hacia él con cara de preocupación y le susurró al oído:

                    Hay una guarnición de soldados que están preguntando por ti ahí fuera. No parecen venir con buenas intenciones, dicen que envenenaste a uno de sus hombres.

En aquel momento Cayo no entendió nada y, casi sin pensarlo, recordó el día en el que a Germán le subió la fiebre y tuvo que salir a por una infusión de verbena para que se recuperase. Casi había coincidido con el asesinato del Marqués de Illescas, por lo que en el camino de vuelta dos centinelas que buscaban al criminal y le habían detenido para inspeccionar qué era lo que llevaba. Uno de ellos había probado la tisana.

                    ¡Debes irte!

La entrecortada voz de Godofredo le hizo volvió a la realidad. Apoyó su mano derecha en su cabeza, la acarició y le dio las gracias. Después salió del scriptorium a paso acelerado y atravesó el patio exterior con sigilo. Pudo escuchar el relinchar de unos caballos mientras se acercaba a la entrada del monasterio. Se asomó y vio que solo había un guardia custodiándolos y además estaba de espaldas, así que sin pensárselo dos veces corrió hacia uno de ellos y se subió a la montura.

                    ¡Quieto, deténgase!

Para cuando el resto de soldados se alertaron, Cayo ya había desaparecido en la oscuridad de la noche.

IV


            Agitó las riendas del corcel blanco y volvió a sentir la sensación de velocidad que mucho tiempo atrás había tenido oportunidad de disfrutar. Su padre le había enseñado a cabalgar cuando apenas tenía ocho años y al parecer, no se le había olvidado.

Ya encontraría un momento para ponerse a pensar, ahora atravesaba un frondoso bosque repleto de sonidos de animales ansiosos por probar bocado. Todo estaba muy oscuro, tenía que encontrar cobijo antes de ser la presa de aquella cacería. Si iba hacia la ciudad no tardaría en ser encontrado, así que durante la huida recordó a Montserrat. No superaba los veinte años cuando la conoció, así que ahora habría cambiado, pero seguro que reconocería aquellos ojos castaños que una vez osaron entrelazar sus vidas. Era propietaria de una pequeña taberna localizada en Yuncos, no muy lejos de Illescas. Cayo estaba obligado a recorrer sin descanso unas seis leguas en dirección al norte.

Pese a que la travesía no se hizo fácil debido a la tromba de lluvia que había surgido a medio camino, Cayo no perdió la esperanza de que aquella cantina seguiría en pleno funcionamiento. Y en efecto, no se había equivocado: ya podía vislumbrarla entre los picos de una sierra. El fraile dejó al caballo en un cobertizo exterior y empujó la puerta de madera de roble.

Una chimenea de piedra emanaba tal cantidad de calor que podía sentir como las gotas de agua que se deslizaban por su cuerpo iban evaporándose una a una. Había un bullicio descomunal: carcajadas por un lado, el resonar de decenas de jarras de cerveza juntándose casi al mismo tiempo por otro, un hombre en el suelo sumiso en un profundo sueño provocado por el exceso de alcohol...

                    ¿Cayo? ¿Eres tú? –la voz de una mujer surgió al otro lado de la barra.
                    Me alegro de verte –respondió con sinceridad.
                    Yo también, cómo has cambiado desde entonces.

Simplemente asentó con la cabeza. Sonriente, le pidió una habitación y tan pronto como la pagó se fue directa a ella. No quería caer otra vez bajo el pecado de la tentación, ahora que se había encauzado por el camino de Dios. Se puso a reflexionar sobre todo lo que había sucedido. Muchas cosas no encajaban, como por ejemplo la intoxicación del soldado. ¿Acaso la persona que le había vendido la infusión quería envenenar al prior Germán? Por primera vez empezaba a darle vueltas al asunto con detenimiento. «No, de ningún modo. Además, en ese hipotético caso tendría que estar compinchado con Basilio, que fue quien me envió a la botica. ¿Y qué hay del manuscrito del marqués? Mañana mismo voy hacia su palacio». Las palabras de aquel mensaje resonaron en su cabeza hasta que se durmió.


Al día siguiente, cuando llegó a su lugar de destino tras un viaje menos intenso que el anterior, habló con los sirvientes. Le dijeron que Jacobo de Guzmán había tenido una fuerte discusión con unos invitados cuya identidad desconocían horas antes de que lo encontraran muerto.

                    ¿Y qué fue de la daga? –preguntó Cayo tras una larga interrogación.
                    Vinieron a recogerla unos hombres.
                     Pensamos que eran del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición. –soltó el más anciano.
                    ¿De la Santa Inquisición? ¿Y eso cómo lo sabe?
                    Por las largas y delicadas túnicas de color amarillo que vestían, señor.

Cayo se quedó estupefacto.

V


            La estancia apenas estaba iluminada, salvo por un par de antorchas de fuego colgadas en las paredes. Una gran mesa rodeada de una decena de hombres presidía el lugar. Ninguno de los presentes había sufrido la falta de pan ni conocía el significado de la palabra «miseria», más bien vivían en la plena abundancia desde que habían llegado al mundo.

                    Caballeros, los objetivos expuestos en nuestro último encuentro se han cumplido satisfactoriamente –anunciaba un hombre de mediana edad en pie, con mucha energía. Vestía una capa de seda de color rojo escarlata y tenía una copa de cristal en su mano derecha.– ¡Por nosotros!
                    ¡Por nosotros! –repitieron los demás al unisono mientras alzaban las suyas.
                    Fray Basilio, según nos ha informado Urbano, miembro del Consejo de la Suprema y General Inquisición, como todos bien sabemos –dijo inclinando la cabeza hacia el que parecía estar nombrando–, has provocado que el prior de la abadía de Santo Domingo falleciese envenenado.

Basilio recibía felicitaciones de los que le rodeaban y era ahora el centro de atención. Pese a ello, su rostro permaneció imperturbable.

                    En efecto, mi señor. Y no sólo eso, sino que he cargado la culpa a uno de sus hombres de confianza. –dijo con parsimonia.
                    Sí, lo recuerdo. Contraté a un morisco con el que ya había tratado otras veces para que se pusiese al cargo de la apoteca de la ciudad. Bendito arsénico, debe ser una de las pocas cosas buenas que trajeron consigo.

Continuaron hablando del tema durante un largo rato. Al parecer, Cayo tardaba demasiado en llegar a la habitación de Germán cuando este estaba enfermo, así que fue el propio Basilio el que le envenenó aprovechando que estaba solo en su habitación. Pocas horas antes, dos de los alguaciles de Urbano intentaban convencer a Jacobo de Guzmán, gobernante de la provincia de Toledo, de que acordase con él una nueva política que reinsertase el diezmo que había suprimido e incluyera las sisas, un nuevo impuesto que se estaba empezando a generalizar en la Corona de Castilla. De ese modo, la Iglesia aumentaría su capital económico y podría obtener mayor independencia de los Estados Pontificios, que como bien se sabía por todo el reino, cada vez exigía más recaudaciones a sus delegaciones europeas.

Ante la actitud negativa del marqués, uno de los secuaces de Urbano lo apuñaló hasta causarle la muerte, tal y como se le había ordenado si se daba aquella situación.

                    Sabía que la guardia no tardaría en dispersarse para buscar al asesino por todos los rincones de la urbe –prosiguió Basilio–, así que me imaginé que Cayo se encontraría con alguno de ellos durante su regreso a la abadía. Su infusión de verbena no pasaría en vano.

Todos se echaron a reír y le aplaudieron mostrando respeto.


* * *


Las palabras de los criados de Jacobo habían encendido en Cayo la chispa que le permitió reaccionar y entender lo que estaba sucediendo. Enfurecido, decidió regresar a Toledo y poner manos en el asunto. Cuando estaba acercándose a las proximidades y ya veía las murallas que rodeaban a la ciudad, subió la capucha de su toga y dejó al caballo a orillas del río. Pensó que así llamaría menos la atención. Y de hecho lo logró, pues, pese a que había una gran cantidad de soldados patrullando, nadie se fijaba en él con especial interés.

Fue directo hacia un edificio de piedra de dos pisos y una alacena que tenía varias rendijas de forma rectangular a la altura del suelo, usado para almacenar agua y otros suministros. En la pared había un cartel que rezaba: «Gremio de los Abendino». Cayo se acercó al entresuelo, donde una muchacha sacaba varios panes de centeno de un gran horno y los colocaba en una mesa que estaba en contacto con la calle.

                    Disculpa –susurró–, ¿está Isaac dentro?  Necesito hablar con él.
                    ¡Vaya, vaya! No me esperaba tu visita –la voz de un hombre con una peculiar nariz aguileña que acababa de aparecer a sus espaldas no dio tiempo a la jovencita de responder–. Sígueme, iba a tomar un poco de pastel de manzana. ¡La receta es fabulosa!

Era un anciano con muy pocas arrugas a pesar de su edad, con unos ojos azules como el cielo y mucho más alto que él. Juntos, atravesaron la panadería y subieron las escaleras. Llegaron a un  salón decorado con una gran variedad de alfombras y asientos de origen árabe. Las paredes y las mesitas estaban a rebosar de artilugios decorativos de toda clase. Isaac le invitó a sentarse y le sirvió un trozo de pastel con una sonrisa muy reconfortante. Hablaron de muchas cosas, entre ellas sobre  la muerte del prior Germán y el asesinato del marqués.

                    Sé que le respetabas mucho y os teníais bastante aprecio.
                    ¿Pero quién ha podido cometer tal atrocidad? Los campesinos le adoraban. Jacobo les permitía vivir mejor, soñar con un mañana lleno de esperanza.
                    Y no les retiraba parte de los alimentos que proporcionan sus escasos cultivos –añadió Cayo.
                    span>¿Qué quieres decir? –Isaac le miró frunciendo el ceño.

El fraile le contó lo que había descubierto en el palacio y cómo había relacionado los hechos. Estaba seguro de que Basilio había colaborado con la Inquisición para lograr una posición más destacada, probablemente para dirigir la abadía de Santo Domingo, la comunidad religiosa más importante de la provincia. Luego le enseñó la carta de Jacobo.

                    ¿Por qué querría ver a la familia real? –preguntó cuando la leyó.
                    Probablemente para llegar a un acuerdo con Su Majestad que fuese más favorable para todos. Como bien sabes, el inquisidor general está bajo sus órdenes directas. Seguro que le  da bien de comer –se acarició el mentón–. Lo que no entiendo es qué necesidad hubo de matarle.
                    Ahora lo entiendo todo –murmuró Isaac, como si acabase de descubrir un misterio. Cayo ladeó la cabeza dubitativo–. Hace un par de días, el pregonero anunció la llegada de Francisco Mendizabal, conde de Zamora, con motivo del funeral de Germán. Supuse que debía suceder algo de mayor importancia para que acudiese a Toledo, así que me figuro que tal vez haya podido reunirse con esos miembros de la Santa Inquisición para sustituir a Jacobo a través de un pacto.

¿Era eso cierto? La Iglesia estaba adquiriendo cada vez más poder y no dudaría en hacer cualquier cosa que estuviese en su mano para acapararlo. «El campesinado de nuestras tierras sufrirá si no lo impedimos antes de que sea tarde», recordó Cayo. A eso se refería la carta, alguien volvería a tomar el mando y viviría en la opulencia a costa del hambre de los demás.

                    ¡Eso significa que van a subyugar al pueblo hasta que no de más de sí! –dijo encendido–. Y no se conformarán con eso, Isaac. Tú monopolizas tres cuartas partes de los productos elaborados en los gremios de la provincia. ¡Irán a por ti si no te sometes a sus decretos! Pondrán cualquier excusa, como que has incumplido tu condición de converso o cualquier otro disparate.
                    ¿Y qué puedo hacer yo? –preguntó con tristeza
                    Los Abendino lleváis casi dos siglos afianzados en Castilla. Hay una gran lista de personas pertenecientes a la alta nobleza que daría el cuello por vosotros. ¿Acaso no sois una de las principales familias prestamistas del reino? Reúnete con ellos.

El anciano asentó sin vacilar. Parecía decidido a defender la tradición de su linaje costase lo que costase, nadie debía interponerse en su camino. Finalmente se despidieron. Cayo volvió a subirse la capucha, salió del edificio, giró a la derecha y se adentró en un callejón que servía de atajo hacia la plaza de la Iglesia. Al otro lado apareció una sombra que poco a poco fue encaminándose hacia él. Se puso nervioso y planteó volver por donde había entrado, pero cuando giró su cabeza, alguien le asestó un puñetazo. Todo se volvió oscuro.



VI


Se despertó y abrió sus ojos. Estaba solo, de pie en un pequeño y frío calabozo. Sintió mucho dolor en el lugar en el que le habían golpeado, así que intentó llevarse una mano a la cara, pero se dio cuenta de que las tenía atadas por encima de su cabeza. Alzó la mirada y vio que un hombre que llevaba una capa escarlata le estaba observando frente a él.

                    Francisco Mendizabal...
                    Pensé que no era muy conocido por aquí –dijo con sarcasmo–. Has tardado en llegar, pero por fin te encuentras con nosotros. Una lástima que no pueda decir lo mismo del judío.
                    ¿Qué habéis hecho con Isaac? –gritó Cayo mientras intentaba librarse de las cuerdas.
                    Eso no importa ahora. Sé que es un hombre muy influyente, pero tranquilo, todo está bajo control. De todas formas, no tendrá la misma suerte que tú –empezó a reír–. Mañana mismo te irás a Francia, a donde nadie pueda encontrarte, y no volverás nunca.

Cayo volvió a forcejear las ataduras sin éxito en un arrebato de ira. Le habían visto regresar a Toledo y acudir al gremio de los Abendino en un intento de conspirar contra ellos, y él no se había dado cuenta. Pasó la noche allí. A la mañana siguiente, varios guardias se habían encargado de sacarlo y lanzarlo al interior de un carruaje de madera cargado de olivas. Estaba amordazado, apenas tenía espacio y no podía moverse debido a los grilletes que le habían colocado en manos y pies.


* * *


La multitud rugía con euforia. La plaza estaba a rebosar y desde los balcones no eran pocos los atrevidos que lanzaban frutas podridas al hombre que subía escoltado por la escalerilla que daba acceso a la plataforma de madera que se había montado allí en medio, a la vista de todos. El verdugo, que tenía la cabeza cubierta por un gorro de lana negro y que tan solo dejaba al descubierto sus ojos, nariz y boca, le agarró de un brazo y le dio un codazo en la espalda que lo hizo caer arrodillado. El obispo Eladio rezó una oración en silencio a la vez que otro hombre se dirigía a la muchedumbre:

                    Yo, perteneciente al Consejo de la Suprema y General Inquisición, condeno a Fray Basilio del asesinato de Jacobo de Guzmán, Marqués de Illescas y gobernador de la provincia de Toledo.

El verdugo alzó el hacha que agarraba con sus dos manos y le cortó la cabeza.



EPÍLOGO


Un hombre de cincuenta años labraba la tierra con un rastrillo ya algo oxidado. Estaba jadeando y respiraba con dificultades, pues llevaba varias horas trabajando el campo y su cuerpo no estaba para esos trotes, pero no le quedaba otra. De repente, escuchó el resonar de los cascos de un caballo que pudo ver aproximarse por el camino de tierra. Pensando que podía ser cualquier forastero que se había perdido, se apoyó sobre el mango del rastrillo y se llevó una mano a la cadera.

Sobre el caballo había un chico vestido con un sobreveste blanco en el que había dibujada una cruz roja y que portaba una espada envainada. Se detuvo frente a él y se quitó el pesado casco de hierro. Fue entonces cuando hizo visible su sedoso cabello rubio como la miel.

                    ¡Cayo! –bajó de un salto y fue directamente hacia los brazos de hombre, que, con los ojos llorosos, dejaba caer su herramienta de trabajo y se abrazaba a él.

Le contó todo lo que había sucedido desde su exilio. La corona se había quedado sumisa al poder eclesiástico de Castilla dificultando aun más la vida de los pobres, que cada vez se veían con menos posibilidades de salir hacia adelante. Fray Basilio había sido condenado a muerte cargando con los crímenes cometidos por la Inquisición, pues de ese modo nadie les recriminaría nada y al mismo tiempo lograrían mayor reputación. Efectivamente, sería el conde de Zamora quien sustituyese a Jacobo de Guzmán como gobernador de Illescas, imponiendo nuevos impuestos económicos que le otorgarían el poder sobre su nueva jurisdicción señorial. Nunca se supo nada sobre el bueno de Isaac, algunos decían que había decidido emprender una nueva iniciativa en la península itálica, otros que trabajó en secreto para los Estados Pontificios. Para sorpresa de Cayo, la Abadía de Santo Domingo no había llegado a estar dirigida por Basilio, sino que en ella siguió dominando la fe que tenía aquella pequeña hermandad.

                    ¿Y qué será de Godofredo? –preguntó con melancolía, cuando el caballero templario se disponía a marcharse.
                    Los otomanos están amenazando el Reino de Hungría y avanzan sin dilación causando muchos estragos.
                    Siempre has buscado lo mejor para los demás –sonrió mientras sus ojos resplandecían con la luz de Sol–. Dios te recompensará por ello.


Y dicho eso, Godofredo reemprendió su camino.





16402: Apología de la Imposibilidad

Alejandro Quintanal (2º Bachillerato)

Aquél, era un día normal,  y así se previó desde que los primeros rayos del sol irrumpieron en el alba. Una jornada como todas las demás: intensa y violenta. Un leve parpadeo en los ojos de algo semejante a un dios. Un día de vidas sesgadas y otorgadas; un nuevo inicio o un dramático final, un tiempo idéntico a todos los demás. Un intervalo de tiempo que no pretendía romper la armoniosa parsimonia con la que siempre desfilaba este “caballero”, al que los individuos, afortunados o desdichados  que habitaban la Tierra, concedieron, tiempo atrás, el nombre de “día”.
Y, como es natural en estos casos, a un día cualquiera se le subordina, de forma casi instintiva, su propia mañana. Y más aún si éste periplo de veinticuatro horas se nutre de un taciturno y olvidado apartamento de alquiler por habitaciones, desvencijado y arrasado por las duras cadenas del tiempo.
Sería de esperar, entonces, que los ocupantes de tan lúgubre lugar estuvieran, como mínimo, apáticos e indiferentes frente a los rayos solares… y así era. Sin embargo,  entre todos ellos, había alguien que no se resignaba a tan típica y negra conducta. Para él sí era un día diferente. Tuvo ese presentimiento cuando, a la vez que los rayos despuntaban, él se dirigía a la cocina, compartida con otros dos desgraciados, a prepararse el desayuno. El aire estaba frío, pero a él le encantaba esa sensación: la piel erizándose a cada paso, los músculos tensándose como si fueran escudos de cristal preparados para el impacto de una maza de hierro dirigida hacia su portador. El aire entrando y rascando, de manera íntima y casi sensual, el interior de su garganta. Todo un extraño deleite helado.
La presión que ejercía sobre sus ojos ese mismo aire que inspiraba los disipaba del sueño con un hábil juego de manos y hacía que, de esas leves sensaciones, fluyeran descontrolados momentos de autentica felicidad.
Desde joven, había aprendido a disfrutar de aquellos detalles de la vida. Cuando trabajaba  el raquítico sueldo apenas le permitía gozar de su mera existencia y no tenía tiempo libre ni tan siquiera para pensar.  Ahora, era diferente, ya no trabajaba, pero su mísera pensión no le llegaba más que para comer, dormir en una cama templada y, si había jugado bien sus cartas, comprar un boleto de lotería para intentar cambiar el rumbo de su situación antes de que el río, aún iluminado, alcanzase el bosque del ocaso, y su pequeña barca, construida de sueños e ilusiones, así como de experiencias y sentimientos, llegara a su inevitable y desastroso final.
Ahora, en la cocina, su lánguido cuerpo no paraba de vibrar mientras degustaba con apetito aquella manzana rabiosamente verde, un huevo y unas tostadas, quizás demasiado hechas, que había dejado para aquel día tan especial. Llevaba sesenta años haciendo lo mismo: reservaba lo que para él suponía un lujoso desayuno que comía con deleite mientras sonreía mientras espera a que dieran en la televisión el número premiado de la lotería; al fin y al cabo era Navidad: a todo el mundo le debería llegar el momento de disfrutar de sus sueños. Todas las noches del día veintidós de diciembre acababan igual, como había empezado ese señalado día, sin nada en los bolsillos y con el corazón y el pensamiento puestos en el año siguiente.
Algún día -se repetía cada año desde que había cumplido los dieciocho-, algún día saldré de aquí, ya lo verás papá, ya lo verás.
Sin embargo la edad, el trabajo, el sueño acumulado, las facturas y las incesantes maniobras económicas para llegar a fin de mes iban alejando su sueño poco a poco, hasta el punto de hacerlo prácticamente inexistente; aun así, aquellos veintidós de diciembre se convertían en un día de culto para él, una especie de ceremonia azarosa cargada de incertidumbre en la que es tan fácil sufrir una derrota, que no crea tristeza hacerlo, sólo hace florecer la esperanza necesaria para afrontar con más tesón la próxima batalla.
Con esta letanía de derrotas, sorprende ver la expresión de sorpresa del anciano: incrédulo, con la vista absorta entre la televisión y su boleto.
Aunque reconoció el número a la primera, continuó en un estado dubitativo durante lo que pudieron ser horas o minutos, él no sabría discernirlo... -No puede ser -pensó para sí-,  -no puede ser. Centró de nuevo la vista en el trozo de papel que tenía entre las manos, extrañamente tranquilas. El número negro seguía impreso ahí, impasible, totalmente abstraído de la felicidad que había causado a su portador. El maldito, quizás ahora bendito, dieciséis mil cuatrocientos dos, el número que le había provocado tantas decepciones a lo largo de su vida lo acaba de catapultar hacia una fortuna que posiblemente ni le diera tiempo a gastar. Seguía sin creérselo. Tuvo que levantarse del sillón y recorrer el gélido pasillo con una tensión indescriptible, intentando mantener la felicidad que germinaba dentro de su cuerpo e intentaba ser expulsada de cualquier modo: gritos, saltos… carreras, eran sólo unas de las posibles opciones, aunque ninguna de ellas se llevaría a cabo. Aquel hombre, con calma, se afeitó, duchó, vistió y salió en busca del edificio nacional de lotería más cercano. Su alegría le generó movimiento desplazándose, ahora, velozmente, casi felinamente.
Apenas tardó unos minutos en recorrer las hileras grisáceas de edificios oscuros y demacrados y otros elegantes y hermosos, situados en suntuosas calles, ahora, mitad heladas mitad mojadas, y llegar al blanco edificio de la lotería: su ansiado destino.
El encargado, un chaval alto y vivaz, no podía disimular la alegría en su rostro. Había visto muchas veces al anciano comprando el mismo número, año tras año, y llevaba esperándolo todo el día, bueno, todo el día, no: lo hacía desde que había visto la cifra ganadora en la televisión, horas antes en aquella fría mañana. Por un momento, le entró miedo de que al pobre hombre se le hubiera olvidado comprobar tan increíble resultado; que le hubieran atracado o, peor aún, que hubiera muerto de la sorpresa. Todos sus temores se vieron disipados cuando lo vio entrar por la puerta metálica, ahora, tan pausado como siempre. Cuando el viejo se dirigió al mostrador y le preguntó, enseñándole su boleto, si realmente éste había sido el premiado, el ya tranquilo encargado, no pudo reprimir un súbito estallido de risa. Una risa tan pura y vibrante que contagió, a la par que ensordeció, al anciano inmediatamente. Sin embargo, este hilarante momento no duro más que unos segundos. Varios segundos que, desde aquellos puntos de vista tan dispares, podrían llegar a suponer una vida entera. Por un lado, el anciano, feliz de haber podido saborear el triunfo, condenado a cambiar de vida y aprovechar cada uno de sus céntimos antes de irse de este mundo. Por otro lado, el encargado, feliz, a simple vista incluso más que el primero, condenado a no poder cambiar, al menos de momento, su anodina vida, pero ¿Era esto un problema para un hombre tan empático?
             Cuando las risas cedieron llegó un extraño suspense: el joven le preguntó, tratando de no parecer un entrometido sino una persona de bien, que qué pensaba hacer con el dinero y como respuesta obtuvo un gesto de incertidumbre. Tiempo atrás, quizás ya demasiado, el anciano, había hecho miles de planes  para cuando el mundo reconociera sus méritos y le otorgara tan deseado premio: recorrer las playas paradisíacas de Hawái; traspasar los Estados Unidos de América de oeste a este en motocicleta, solo por las carreteras secundarias, claro está…  y otras cosas por el estilo. Sólo eran algunas de las ideas que había saboreado en su mente. Incluso se le había pasado por la cabeza aprender a conducir una avioneta, quizás una lancha, o un barco y viajar por los mares, con un sombrero de pirata cubriéndole las pocas canas y la mucha calvicie. Había pensando en que gastaría cada uno de los céntimos del premio, por primera vez en su vida había diseñado un futuro sólo para él, sin pensar en los demás.
Mientras trataba de decirle estos planes a su, ya prácticamente amigo, un impulso recorrió su cuerpo. Primero surcó su columna vertebral y pronto llegó a su cerebro. De su cerebro, en apenas una milésima, pasó a sus manos, y estas, obedientes, partieron en dos el boleto y lo dejaron sobre la ventanilla de aquel joven. A  la vez, sus pies, preparados de ante mano para la marcha, abandonaron deprisa el establecimiento, tratando de no hacer caso a las insensateces que gritaba, a su espalda, aquel sorprendido joven, aunque obviarlas, ya era misión de sus oídos.
Caminó distante hacia el parque que lo había visto crecer. Aunque aún mantenía una ligera sonrisa en la boca, parecía que todo el júbilo que antes lo animaba había huido, fugaz, lejos de su emisor para desaparecer por una triste cloaca. 
No tardó demasiado en llegar al parque, a pesar de su lejanía y de que el paseo fue tranquilo. Los abedules y los robles seguían intactos, algunos habían crecido más, otros incluso habían desaparecido desde su niñez, pero la magia que rebosaba de los que resistían permanecía inalterada. Se dirigió veloz a su banco preferido (hoy era un día de extremos en cuanto a sus desplazamientos), éste estaba vacío, mucho más vacío de lo que algo puede estar vacío, si esto puede ser, pero no le importó. Consiguió llegar con paso firme, sentarse y cruzar las piernas a la vez que le dedicaba una sonrisa cargada de felicidad al cielo.
-¿Ves, papá? -dijo en voz alta-, - te dije que algún día tocaría, que no sería como tú, que lograría vivir la vida que tú no pudiste vivir. Y ¿Sabes de qué me he dado cuenta? De qué he malgastado tanto tiempo por esperar este día que he renunciado a mi vida y me he convertido en alguien como tú. Bien es cierto que he alcanzado mi sueño, pero es demasiado tarde, estoy demasiado perdido como para disfrutarlo. Tengo setenta y ocho años y puedo decir que he perdido mi vida. He dejado que los segundos se movieran fugaces ante mis ojos en la estúpida persecución de un sueño y, para colmo, de un sueño que no dependía de mí, sino del azar. Me he dejado llevar por el aire y el aire me recompensó, tarde, pero lo hizo. Así que, puedo ser feliz ahora que, aun sabiendo que he malgastado mi vida, he cumplido este estúpido sueño y debo darle las gracias a Dios, o a quien sea que esté ahí, por darme tan enorme recompensa, pero no la merezco, no al menos ahora. Después de haber desperdiciado tanto.
Y, sin más, cerró los ojos, había cumplido su sueño, podía irse en paz y así lo hizo, sin alterar el ritmo natural de su vida, sin hacer llorar a nadie. Simplemente se fue, con sus objetivos cumplidos, con lágrimas en los ojos por haber perseguido algo tan imposible como aquello, renunciando incluso a su vida y, a pesar de todo, en su cara había una sonrisa, porque, a pesar de todo, lo había conseguido.








Poemas del Certamen literario Decir te quiero



Entre brezos y espinas

Entre brezos y espinas
se encuentra la llama
pero esta no quema
ni arrasa la vida Entre brezos y espinas


Es más que una ilusión
es cosa de bondad divina
algo inexplicable
cosa de azar, tal vez
Suerte

Un ciervo se acerca a ella
con cierto temor
rodeado de ruinas se encontró
cuando la rozó

Sin embargo, la llama latía
latía como nunca antes

El ciervo la tocó
entonces yo, ciervo
noté algo más que calor,
algo más allá de lo razonable, tal vez
locura

Entonces lo vi, otro yo
Otro tú, otro él, ella...

Mi yo flotando en la nada
Se aferró a lo que nada parecía,
Pero todo era

Entonces nuestros labios se encontraron
la voz de la vida latía
no esperaba otra cosa de ti, decía
con voz ronca pero solemne

Tras este beso largo como una vida
pero tan corto como un suspiro
me di cuenta de que
lo que quiero decir es que
te amo

Cuando volví en mi
en un cuarto cualquiera
con alguien especial
inigualable, tal vez
único
supe lo que decir

                             Pablo Cartoy





Lujuria interminable,
el deslizar de sus labios
por los arrabales de mi cuello.
Pecado inconfesable,
el deambular de sus manos
por mi espalda desnuda.

Deléitame con una noche de
locura
combinada con un ínfimo de
ternura
hasta que despunte el día
y nos imponga sus hastiadas
normas.

Declaremos una guerra a las
horas,
rechazando el mañana
porque, si me lo permites,
aunque la vida sea muy puta,
siempre estaré a tu lado.

Aunque mi corazón se quede
callado,
mis ojos te hablan...
No te costará demasiado.

                                 Sonia Ruiz


                       





Creatividad publicitaria





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Estos alumnos de 4ºB han ido más allá, convirtiéndose en actores de una serie inventada por ellos, entre la que han intercalado dos pausas publicitarias. En la serie, se muestran comportamientos inadecuados entre profesorado y alumnado, como los que podemos observar en algunas series de televisión protagonizadas por adolescentes.










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MÁS VERSOS LIBRES PARA CELEBRAR EL DÍA DEL LIBRO

 ALUMNADO DE 1º ESO



LOS LIBROS DE MISTERIO

Procedencia de la imagen: piesraros.blogspot.com.es

A mí me gustan los libros
de terror, misterio, y policías.
Por las noches me aterran
y por el día  me intrigan.
Aparecen ladrones,
fantasmas y asesinos,
te sacan de la cama
y te mantienen por la noche en vilo.
Sueñas con ellos y crees que son de verdad,
y hasta que acabes el libro no pararás,
pero esos recuerdos siempre los guardarás.
Guadañas, sierras y pistolas
te asustan y te emocionan.
A quién no le gusta el terror,
se mete en tu cuerpo cual fantasma
que te aterra por la noche.
Te produce pesadillas y escalofríos
y algún que otro temblor,
pero lo que significa es
que lo que lees lo vives con emoción.
El terror se guarda en tu corazón
y te asusta sin razón,
oyes voces, pasos y ruidos,
y te imaginas
que poco a poco
esa puerta chirriante
se abre lentamente     
dejando ver una pequeña sombra.
De repente, te levantas de un salto
y piensas en lo que ha pasado,
una pesadilla y nada más,
lo has pasado mal pero luego te reirás.
El terror te genera adicción,
cierras los ojos,
te obligas a parar,
pero eso nunca lo conseguirás,
por mucho que corras y te escondas,
ya que siempre ansías saber el final
de esa historia que tanto te intrigará.
La muerte con su guadaña de plata
siempre está
y es lo que más miedo te da,
casi imperceptible, sigilosa
y fría, con esa voz pausada
que te dirá:
-Ven conmigo y ven ya.
Pero tranquilo, todo parará
cuando esa tapa fina
se cierre al final.
Un libro, una aventura,
lo recuerdas y te asustas,
pero eso siempre te gustará:
la emoción que te producirá.

                      Marta Suárez Collado  1ºC




Un libro es una aventura,
     emoción y locura,
    con ellos puedes volar
    y a veces también llorar.
    Cada día es una historia nueva
    y cada una es más bella.
   Deja de ser realista y sueña.
   Eres libre y con sentimientos,
  lee lo que quieran tus pensamientos.
 Leer es la mejor elección
  y, además, te da emoción y alegría.
  Yo leo, por eso soy divertida.

                  Nerea Vega García 1ºB





CÓMO SON LOS LIBROS



Procedencia de la imagen: ampacaloreto.wordpress.com

 Repletos de palabras
hasta la bandera
con palabras extrañas
y palabras normales,
con sufijos y prefijos
y demás cosas.
¡Así son los libros!

                     Daniel Álvarez Megido  1ºB




Yo quiero ver
libros,
yo los quiero leer.        

Los tienes que sentir
si lo quieres vivir.

Montones de libros puedes leerles,
amarillos azules y verdes.
Para favorecer  la mente,
lee la gente.
Para apender a comprender
hay que leer.

                                                                 Pablo Suárez     1ºC                                     






¡Qué bonita es la escritura!,
que relatan nuestros escritores,
que citan amores y desamores
con su maravillosa escritura.
Ellos hablan también de sus hazañas,
de sus grandes héroes y villanos 
que nos emocionan, hasta lloramos,
aunque a veces parezcan extrañas.
Muchas obras llegan a ser famosas
y otras se quedan en el olvido,
pero todas ellas son muy hermosas
porque salen de la imaginación
de los poetas que las han escrito,
brotando de su corazón.

                                      Jaime Suárez García    1ºB




Si un día quieres leer,
vas a disfrutar al ver
que muchas hojas podrás pasar
y muchos cuentos imaginar.
Así una tarde entretenida podrás
pasar leyendo un libro mientras
la lluvia cae en el cristal.

                        Pelayo Gutiérrez     1ºB




Difícil es escapar
pero alguno se va a librar.
La lectura puede ser para imaginar,
también para amar o para también crear.
El cine, un abreviar
comparado con leer,
que mejora el hablar
y, sobre todo, el escribir,
como dice el gran Bécquer.
                                            
                                              Jorge Álvarez López      1º B







Los libros gustan, alegran,
entristecen, intrigan y
a veces historias nuevas,
historias preciosas
te inspiran.
Si lees, síguelo haciendo,
porque haces lo correcto.
Si no lees, lee,
 porque te pondrás contento.

                              Clara Menéndez de la Corte   1-B




¡ABRE UN LIBRO!
Procedencia de la imagen: mennta.es

Cuando abres un libro,
abres una vida, una ilusión,
de aventura, de misterio o de terror.
Cuando veas las páginas de un libro
y al ser muchas no lo quieras leer,
léelo, eso no tiene nada que ver.

Una vez que empiezas,
no quieres parar,
al final quieres llegar,
muy intrigado estás.

Que no te dé pena acabar,
pues, en cuanto lo acabes,
otro rápido leerás.

Hay muchos tipos de libro:
aventura, policiacas, terror,
misterio, ciencia ficción,
y ... ¡muchos más!

Cuando leas un libro,
deja tu mente volar,
pues un libro es un viaje,
un maravilloso viaje de tu mente
a mundos imaginarios,
divertidos, misteriosos.

Tú eliges libro,
eliges viaje,
eliges mundo,
eliges la aventura que vas a vivir.

Nunca dejes el libo a medias
 porque leyendo lo pasas bien,
aprendes, piensas e imaginas.

Si quieres vivir aventuras,
tener sensaciones diferentes,
coge un libro y léelo,
te lo pasarás bien.

En uno de aventura,
mares cruzarás,
cielos volarás.

En uno de misterio,
detectives habrá
y crímenes resolverás.

En uno de terror,
vampiros y brujas aparecerán
y tú  mucho miedo pasarás.


En uno de comedia,
la barriga te dolerá,
de reír, reír y no parar.


Después de todo esto,
¿no quieres leer?
Venga, anda, coge un libro,
y deja tu mente volar.

                                         Sofía Campillo García    1º D





Imagen procedentede la editorial Edelvives

                                Nadando en un mar de soledad
                               y siempre me pregunto:
                              ¿Qué problema hay conmigo?
                              Sé que he sido fría contigo,
                              sólo decías que me amabas
                              cuando bebías lo suficiente.
                               No puedo aguantar con esto, 
                              pero, ¿qué problema hay conmigo?    
                             Sólo quiero irme y dejarte arrepentido,
                              no vuelvas a hacerte la víctima.
                              Ahora afirmo que el problema
                              no fui yo, sólo tus mentiras,
                              así que tan sólo coge tus cosas
                              y desaparece de mi mente.

                                                Carmen García Torres    1ºD




Si te aburres, coge un libro,
si no te gusta, mal lo has elegido.

El libro te habla
para hablar  con él.

Abre el libro,
una vez que abras el libro,
hablaréis y no pararéis de hablar.
El libro te contará  y tú, impaciente, escucharás.

                                                Pablo Ruiz Alonso   1ºC



La lectura
te llevará horas,
te costará mucho,
pero, cuando te engancha,
no puedes dejarla.

Si te aburres,
¡coge un libro!
Nunca vivirás una aventura
como esa.

Nada te puede costar sentarte
y soñar, pues con un libro
nunca dejarás de pensar
y de las cosas aburridas te olvidarás.

Con intriga te quedarás,
si un detective su historia
comienza a contar
nunca conocerás
a ninguna persona igual.
En cada libro una persona
nueva aparecerá.

Piensa antes de dejarme,
difícil será,
pues más de una vez
 te engancharás.

A veces la gente,
los tira sin saber
que muchos matarían
por leer.

Si a un lugar quieres viajar,
no necesitas ni billetes ni ciudad,
solo un libro que te impresione
de verdad.

Llorarás, reirás pero nunca te cansarás.
Si pretendes jugar,
nunca con un  libro  debes probar
pues muchas veces una historia te perderás.

Cuídalos, trátalos bien,
porque, en cada historia,
un nuevo lugar conocerás.

Ahora que lo sabes,
nunca pares de leer,
si alguna vez
te gustaría aprender.

                               Eva Álvarez Roy    1ºD







Cuando estás aburrido,
tienes que leer,
cuando tienes tiempo libre,
leer tienes que hacer.

Hay muchos tipos de libros,
misterio, aventuras y acción,
si ninguno de estos te agrada,
caerás en depresión.

Libros largos, libros cortos,
cualquiera puedes escoger,
depende de lo vago que seas,
el que quieras puedes leer.

Si quinientas páginas tiene,
varios meses tardarás,
pero cuando lo acabes,
gran satisfacción tendrás.

                                   Sergio González García   1ºC



Los libros son películas sin imágenes,
los libros son películas sin sonido,
pero tienen en común
que son divertidos.

Los libros son historias sin fin,
podrás llorar, podrás reír.
pero algo podrás hacer:
leerlos una y otra vez. 
                                  
                               Pablo Hevia Puente 1ºB





Imagen extraída de http://www.microcaos.net/artes/teatro/
            La lectura es buena y satisfactoria,
            tanto que te ayuda a la memoria.
            A algunos les parece aburrido,
            pero a mi divertido.
            Sueño con la lectura.
            ¡UM!, qué dulzura.
            ¿Quieres venir a leer?
            Pues ven conmigo a ver
            el mundo de otra manera
            y pasarlo bien la vida entera.
            Me gustaría volar,
            y un libro conmigo llevar.
            Mis libros favoritos son de ciencia-ficción,
            que me gustan un montón.
            Si un libro me diese un abrazo,
            lo guardaría en un vaso
            para siempre hacerle caso.
           De verdad te lo digo,
            que si empiezo un libro sigo.
            Y si lo acabo,
            otro empiezo.

                                                 Alberto Granda Sánchez    1º D 







Imagen extraída de: nataliavidente.wordpress.com

La lectura es diversión,
puede ser de ciencia y ficción.
Hay libros de amor,
y algún otro que te produce temor.
También de misterio,
te lo digo en serio.
Los hay de horror,
¡y no solo en español!,
también en francés,
y, por supuesto, en inglés.
Tener un libro
es como ser el rey de un castillo.
En el colegio leemos
y siempre nos divertiremos.
No tener un libro en tus manos
es como ser un pobre villano.
La lectura es un mundo
en el que hay palabras interminables.

                                   Carlos Duque   1ºD




Con un libro aprendo 
y con  un libro me divierto.
Si no hubiera libros,
no habría  las palabras,
no habría diversión.

                                        Filipa patricio Eustaquio 1ºB





Si un día tuviera de vida,
 pienso las cosas que haría yo,
 puede que leyera  mis libros,
 y moriría  leyéndolos.

 Leería los que más me gustan
 sin importar la duración.
 Mis últimas horas pasaría
 con un libro junto al corazón.

 Cuando me queden pocas horas,
 intentaré pasarlas con mi mejor libro
 y con mi familia morir a solas.

                                      Pablo Valles   1ºB




Para estas queridas navidades      
regálame un estupendo libro,        
porque es de los mejores amigos,  
los hay de tristeza y realidades.

                             Ana Victoria  Suárez   1ºB



Un libro puedes usarlo de almohada,
ya que si te ha gustado te quedas a gusto.

Puedes usarlo de tranquilizante,
ya que te tranquiliza.

Puedes matar el tiempo con ellos,
Pues por eso existen los de comedia.

Si un día no sabes qué hacer,
un libro es la solución,
ya que un libro contiene
todo lo que necesites sentir.

                                       Carlos Cuesta      1ºD




Procedencia: http://cuentosdepukka.wordpress.com/


Sentada sola en el columpio del parque,
mirando el cielo tristemente,
sigo sin entender el porqué
de tu rechazo, pensando detenidamente
en qué sería la vida sin alguien al que contarle
mis profundos sentimientos 
sinceramente.

                                   Sonia Hevia     1ºD





Imagen: http://minernm.blogspot.com.es/2010_07_01_archive.html



Cuando estás aburrido,
coge un libro,
ya verás qué divertido.

Corre,  ¿a qué esperarás?
A partir de mañana
leerás más.

Cuanto más leas,
más diversión tendrás.

                                    Alejandro Ruiz Castro      1ºC







La creatividad al poder







Escapar ya de tu gran soledad,
ser libre, saltar, reír y volar,
con gente y no sola quieres estar,
salir de este mundo de oscuridad.

Abel Roiz Fernández   1º A




Una niña encerrada en su cabeza
quiere dejar este sueño profundo
e intentar escapar ya de ese mundo
para poder descubrir su grandeza.

Daniel García Girón   1º B




Sola y amargada en un cuarto oscuro,
ella quiere libremente volar,
pero está presa, no puede ni andar,
quiere dejar este mundo inseguro.

Iván Fernández González   1º B




Los pájaros que vuelan en tu pelo,
tu cara muy triste, pero bonita
 por la gran soledad que siempre habita
en ese mundo siempre hay algún duelo.

Abel Suárez Carreño   1º D




Tu mirada anhela felicidad
que esta fría brisa se está llevando
y hasta los cuervos ya se van volando.
Vuela, vuela contra la tempestad.

Aida  Iglesias García   1º D




Tarde o temprano saldrás a volar,
los pájaros envidia te tendrán.
Llegará un día en el que aprenderán,
ellos como tú, no saben volar.

Laura Martínez Pérez   1º D









La bruja un hechizo lanzó
y a un  príncipe en sapo convirtió.

Alejandro Fernández Ramón 1º D




Esperando a tu príncipe azul,
que termina siendo un gandul.


Andrea Lara Robledo   1º D



Medias a rayas y rana con corona de oro
espera el beso de su princesa, el beso de su mejor tesoro.


Sara Cuesta García 1º D



Convertido en sapo, suplicas por favor
que te dejen luchar por tu gran amor.

Sergio Capa Ruiz 1º D



Bruja de medias negras y rayadas
échame una mágica mirada.

 Marta 1º D


Esa bruja malvada
transformó a su príncipe en una rana.

Gianni Sánchez Napolano 1º A



Con este aspecto de rana
me ha dejado la malvada anciana.


Nerea Granda González   1º B




En este bombo mi amor se sortea
y tú tienes todas las papeletas.
Si  amor te toca, no me llames fea.

Alejandro Reis Baigorri   1º A




En mi lotería puedes entrar,
pero mi tan amado  caballero
antes tu amor fiel debes demostrar.

Mario Suárez Valdés Revuelta 1º A



El amor es como el juego del bingo,
a veces se gana y muchas se pierde,
tú fuiste mi gran premio de un domingo.


Andrea Lara Robledo   1º D




El amor es un juego de ventura
puedes ser desafortunado y triste
o puedes vivir la buenaventura

Marcos García Sánchez 1º D










Cuando llego a casa,
saco y leo un libro.
Me voy a la cama,
saco y leo un libro.
Leo por la noche,
leo por el día,
leo yo en el coche
y en la cafetería.
Empiezas un libro,
empiezas una aventura,
empiezas una vida,
te entra la alegría.
Vas por la mitad,
te puede a ti la intriga.
Acabas la aventura,
te entra la amargura.
Y ahora, ¿qué lees?
¿Qué libro escogerás?
Aunque te entren dudas,
seguro algo leerás.
Empiezas un libro,
pronto lo acabarás.
Y lo quieras o no lo quieras,
la historia se  repetirá.
Empiezas, acabas,
acabas, empiezas,
pero disfrutarás.

Abel Roiz Fernández 1ºA




Libros de hadas, libros de aventuras,
conoceros ha sido toda una locura.
¡Cuánta dulzura, cuánta ternura!,
Cuando os vi, a mi enfermedad encontré una cura.
Tenéis cordura,
Y por eso, me empezó a gustar la lectura.


Alejandro Reis Baigorri 1º A






Si un libro empiezas,
 una aventura comienzas.
Si empiezas a leer,
 dejarlo es lo que no puedes hacer.
 Si el libro es de miedo,
 a leer me quedo.
Si el libro es de hadas,
serás una de sus aliadas.
Si el libro es de aventura,
el libro te captura.
Si el libro es de misterio,
leerás hasta en el cementerio.
Una biblioteca es un país
en el que no os aburrís,
 lleno de habitantes
 que son los causantes
 de que dejar de leer
 sea lo que no puedas hacer.
                        
Daniel García Girón 1ºB


Leo por la noche
y leo por el día,
yo sin la lectura
no sé muy bien qué haría.
Leyendo te enamoras,
ríes y lloras,
vuelas a mundos de fantasía,
pero siempre gozas.
Si estás en tu casa
solo y aburrido,
y no sabes qué hacer,
no lo pienses,
ponte a leer.
¿Puede haber gente
que viva sin leer?
¿Cómo se puede no leer
sin luego perecer?
Yo no lo sé,
pero tampoco me arriesgaré.
Hasta el fin de mis días,
¿qué puedo hacer?
No lo pensaré dos veces,
simplemente,
LEERÉ.

Iván Fernández González 1º B





La lectura
es una aventura.
Empiezas y no
Acabas.
Si un libro no te hace ilusión,
no lo empieces
porque llevarás una depresión.
¿Cómo aguanta la gente sin
la lectura?
Eso seria una vida dura.
A mí me gustan los de miedo,
con sus fantasmas y sustos
que hacen que me meta en un arbusto,
los de lucha no están mal
algunos están fenomenal,
pero lo que importa es la lectura
que es una aventura.

Miguel Fernández Fernández   1º B


Los libros son la alimentación de la mente.
Libros agridulces, cuentan historias de amor,
libros salados, explican relatos de humor,
libros vegetales, nos hablan sobre el medio ambiente y  dan consejos al oyente,
Libros dulces, narran hechos fantásticos.
Hay muchos más tipos de libros,
todos engordan la mente,
pero ninguno hace daño al vientre.

Marcos García Sánchez   1º D




Romances

Imagen de http://www.poetasandaluces.com/

- Déjame quedar con ella,
que es el amor de mi vida
-le suplicaba a la muerte,
de rodillas se ponía.
La muerte no aceptó súplicas
y al hombre dejó sin vida
y la bella enamorada
quedaba llorando arriba.

                                      Sofía Campillo García   1ºD


Ven, ven aquí a salvarme,
ven, ya que te requería
para a mí contentarme,
para alegrar mi vida.

                                             Alberto Granda Sánchez  1ºD


Ella lloraba en su casa
y entre sollozos pedía:
- Muerte blanca como nieve,
devuélvelo a esta vida.

                                          Marta Suárez Collado 1ºC




Lloraba la enamorada,
y de rodillas pedía:
- Vuelve, por favor,
sin ti me moriría.

                                           Sergio González García   1ºC



Y los ojos no pudo abrir.
  - Por favor, señora mía.
 La mujer no hizo caso,
 por la oscuridad se iba.

                                        Carmen García Torres   1ºD


- Yo que sin ti moriría
-dijo la amada dolida.
Por la ventana se tiró
y las lágrimas caían.

                               Sonia Hevia  1ºD


- Adiós, tú, mi linda rosa,
se me acaba la vida.
Y tú que eras de las bellas,
de las que yo más quería.

                                Pablo Suárez  1ºC


- Ayer soñé que me amabas.
No fue un sueño perdido,
al despertar de mañana,
todo tenía sentido. 
Tu amor era compartido,
mas mi corazón herido
latía como descosido.

                               Diego González   1ºC


- Muerte, por favor, déjalo,
déjalo estar en mi vida,
sin él no puedo vivir.
- Lo siento mucho, querida,
pero él se va conmigo.
Y mientras la Muerte se iba,
la mujer caía al suelo
llorando más que rendida.

                            Carlos  Cuesta    1º D


No te marches, por favor.
Si tú te vas, moriría.
Si tú mueres, yo también.
Contigo toda la vida.

                                        Alejandro Ruiz Castro      1º C


- Amado, vete de aquí
porque a tu lado me muero.
- No puedo,  querida mía,
te quiero mucho, lo siento.

                                             Filipa Patricio Eustaquio  1ºB

- Sube a la ventana ahora
que la muerte llega aprisa.
Cuidado, que ya llega.
sube rápido, amada mía,
la muerte está aquí ya,
sin ti ni comer podría.
¡Socorro!, amada, vete.
- No me iré, por ti moriría.
- !No! -se oyó un disparo-.
Me quitaron lo que quería.

                                     Jaime Suárez García    1ºB


-Yo no me quedo aquí
esperándote dormida.
Yo te espero en el cielo,
sueñito del alma mía.

                                    Clara Menéndez    1ºB






¿Cómo lo ves?
   


    A continuación os mostramos algunas descripciones realizadas también por el alumnado de 1º de ESO; esperamos que os gusten.


LA GIOCONDA 

Procedencia: taringa.net

   
       Esta foto es una parodia de la Gioconda. Esta es la Gioconda hecha de piezas de lego. El fondo esta un poco desordenado e imita al fondo original sobre todo por los colores. Tiene un pelo negro y parece hecho de plastilina. Se le ve sonriente y alegre. Tiene una tez amarilla y no se distingue que edad puede tener. Lleva un vestido negro que no se sabe hasta donde llega ya que solo se le ve de cintura para arriba. Parece que tiene una postura de pose. Son muy características las manos porque las tiene de una forma ovalada con una apertura al final como haciendo un semicírculo.
      A mi me gusta este cuadro porque desde pequeño siempre me habían gustado las formas de lego.
      LEGO es una empresa de juguetes danesa reconocida principalmente por sus bloques de plástico interconectables. El nombre LEGO fue adoptado por la compañía en 1934, formado por la frase del danés "leg godt", que significa "juega bien". Hasta 1949, LEGO se dedicó casi exclusivamente a producir juguetes de madera.
      El pasado domingo 26 de febrero se celebró en Gijón la fase regional del torneo de la First Lego League. Dos equipos asturianos continúan en la liga en sus fases nacional e internacional.
12 equipos de 10 centros educativos asturianos participaron ayer en la segunda edición de la First Lego League Asturias, presentando cada uno su robot y su proyecto científico. Los equipos ganadores de las diferentes categorías de la liga son los siguientes:
  • Ganador de la First Lego League Asturias: Equipo Colegio Santo Domingo, de Navia
  • Mejor robot: Equipo Jerolego 2.0, del IES Jerónimo González, de Sama de Langreo.
 (Daniel García, 1º A)


             LA GIOCONDA    

Procedencia: hadita-sunsun.blogspot.com

          En esta imagen se observa una mujer de pelo rizado y oscuro. La mujer tiene una piel clara un poco oscurecida por la tenuidad de la luz. Por la visión que tengo de la cara parece una mujer joven. Tiene una peculiaridad muy extraña que es que no tiene cejas, tiene la nariz grande y un poco afilada, los ojos son de color negro y tiene una sonrisa en la que no se expresa muy bien si estaba alegre o triste. Va vestida con una túnica negra que por el aspecto de una época antigua (s: XVI)    La túnica lleva debajo un tipo de vestido del mismo color. En el fondo del cuadro podemos ver unas montañas y unos ríos y también se observa un lago. Parece ser un atardecer por como le da la luz, le ilumina una luz tenue que oscurece su color de piel.
         En mi opinión me parece un cuadro muy bonito ya que esta dibujado de una forma muy realista, dibujando con mucho detalle las facciones de la cara y el efecto que le da la luz.
         La Monalisa es el retrato que más literatura ha generado a lo largo de toda la historia del arte; ha dado origen a cuentos, novelas, poemas y hasta óperas. Fue una obra famosa desde el momento de su creación; el joven Rafael bebió en ella. Su sonrisa ha hecho correr ríos de tinta. Se ha visto en ella crueldad y se ha considerado la sonrisa despiadada de la mujer que esclaviza al hombre. Otros se han sentido deslumbrados por su encanto, por su dulzura. Para Walter Pater simboliza el espíritu moderno con todos sus rasgos patógenos. Existe también una explicación más prosaica, fundada en las propias anotaciones de Leonardo: el maestro hizo aflorar esa expresión a su modelo con el tañido del laúd. Citemos a Vasari: Monalisa era muy bella y Leonardo, mientras pintaba, procuraba que siempre hubiese alguien cantando, tocando algún instrumento o bromeando. De esta manera, la modelo se mantenía de buen humor y no adoptaba un aspecto triste, fatigado.
(Jorge Martínez, 1º A)




DESCRIPCIÓN CUADRO PICASSO

Procedencia: artquotes.net

 

En la imagen aparecen tres músicos tocando diferentes instrumentos. Delante de ellos tiene una mesa en la que debajo hay un tipo de animal, podría ser un perro.
El hombre de la izquierda parece el más trabajador, pues además de tocar una especie de clarinete, parece saberse la partitura de memoria, pues no mira ninguna, al contrario que los otros dos. Lleva un sombrero blanco y unas gafas marrones. Su vestimenta es de color azul y blanco. El perro está tumbado debajo de él, por lo que podríamos pensar que él es su dueño.
El músico del centro toca la guitarra, mientras mira la partitura que sostiene su compañero, parece estar cantando a la vez. Lleva un sombrero marrón con forma de media luna. Sus vestimentas son las más llamativas, pues son de color naranja y amarillo, y además con  forma de triángulas en serie. Por lo que podemos pensar que es un hombre muy divertido y alegre.
El hombre de la izquierda sostiene la partitura y parece estar cantando. Tiene barba y lleva una túnica con capucha calada en la cabeza. Esto le da una actitud mucho más seria y misteriosa que la del anterior.
         Me parece un cuadro muy bonito, porque tiene diferentes colores y todos destacan. Además me parece un cuadro difícil de hacer, por todas los formas diferentes que tiene.
(Candela Manjón, 1º A)



VERSIONES DE CUENTOS CLÁSICOS


              El alumnado de 1º de ESO ha escrito nuevas versiones de algunos de sus cuentos clásicos favoritos. En las clases, han votado los que más les han gustado y los publicaremos en esta sección para que podáis leerlos.






LOS TRES CIBERCERDITOS 


     Los tres cibercerditos eran tres cerdos que siempre vestían con marcas buenas (BILLABONG, EWAN, QUIKSILVER...). El lobo se los quería comer. Estaban hablando por el "I PHONE 5", cuando llegó el lobo con un compresor de aire comprimido. El lobo quería comerse a los cerditos porque eran famosos y él quería la fama del asesinato.   

               El lobo fue a las oficinas de "Apple" donde estaban refugiados todos los cerditos: el cerdito de "Apple" , el cerdito de "Microsoft" y el de "Windows". Estaban haciendo un proyecto juntos. Fue a atacarlos,  pero había unos agentes que lo metieron en la cárcel.

               El lobo, cabezota por su empeño de hacerse famoso, cogió una granada de aire comprimido y escapó gracias a la explosión. Llegó al despacho donde se encontró con los cerditos y se los intentó comer, pero los cerditos le tendieron una emboscada porque ya lo habían supuesto.

               El lobo comenzó a llorar y los cerditos le preguntaron qué le pasaba y el lobo les dijo que quería ser famoso para conseguir dinero. A los cerditos les dio pena del lobo y le dieron un trabajo. El lobo consiguió dinero para las medicinas y se curó.

Jaime Suárez (1º ESO B)



LOS TRES CERDITOS

Había una vez tres cerditos que vivían en una mansión enorme. Cuando se dirigían al Corte Inglés en su porche,  pisaron un bache. Ellos bajaron porque pensaban que habían atropellado a alguien. De pronto se encontraron a un gran lobo.

Al día siguiente, encontraron a los tres cerditos muertos en su gran mansión y el dinero que tenían y su porche habían desaparecido.

A los tres días, encontraron al lobo en su casa. Después alguien disparó al lobo desde un balcón. Todos fueron a por la persona que había en el balcón. De repente, se encontraron con una cerda, que decía que era la madre de los tres cerditos. Ella decía que los mató porque quería robarles todo el dinero, pero el lobo quería la cuarta parte de su dinero, y por eso lo mató también.

Así acabó todo,  metiendo en la cárcel a la cerdita.

Alejandro Ruiz Castro (1º ESO C)






YO CUENTO, TÚ LEES



                 Mis mejores vacaciones
De todas las vacaciones que he tenido a lo largo de mi vida, sin duda recordaré las del 2011 con mucho más cariño que ninguna otra.
Fuimos en autocaravana hasta Euro Disney, cuando nuestro viaje dio un brusco giro.
Mi primer destino en este maravilloso viaje fue Mónaco. Allí pasamos un día entero, yendo de un lado para otro, viendo las tiendas con esos vestidos de 5.000 euros, que por cierto eran horribles, pero lo que más nos impactó fue el Casino de Montecarlo. Nos pasamos allí dos horas viendo entrar a la gente con sus ferraris.  

Yo en un escaparate de Mónaco
   
También tuvimos la suerte de ver un coche donde ponía: `` Aquí viaja la princesa´´. A la hora de volver, vimos toda la ciudad iluminada, era precioso.
En el siguiente destino fui a Marineland, un parque marino de Antives, Niza; todo nos gustó mucho, pero si tuviera que quedarme con algo, sin duda me quedaría con el espectáculo de las orcas. Había una parte donde las orcas nos mojaban y quedábamos empapados.

Yo mojada por las orcas

Espectáculo de orcas
   Venecia, sin duda alguna, fue lo más bonito que he visto nunca. Cuando llegamos allí, nos recibieron unas personas disfrazadas con los trajes típicos de los carnavales venecianos. Eran unos disfraces muy bonitos, y yo les rogué a mis padres que me compraran una máscara, pero no lo conseguí.

Mi madre y yo con unas personas disfrazadas con los trajes típicos venecianos

Algo que toda la familia teníamos muy claro era que no nos subiríamos en una góndola, por muchas ganas que tuviéramos, ¡100 euros por media hora en góndola! Eso, era un robo.
A la vuelta, paramos en Chamonix a comer con una amiga. Era precioso, pero hacía algo de frío, ya que prácticamente estábamos en Suiza. Yo tenía antojo de chocolate suizo, así que entramos en una tienda. Estaba llena de chocolate y tenía muy buena pinta; el olor era como si viajaras a un mundo de fantasía, donde todo era de chocolate. Fue maravilloso, pero me quedé con ganas del chocolate, ya que no me lo compraron.
Del Mont Blanc no tengo mucho que decir, ya que pasé por debajo, pero considero que es algo maravilloso y que si no tenéis la oportunidad de verlo vosotros mismos, lo veáis a través de esta foto que hice:

El iceberg del Mont Blanc

 Estas fueron las mejores vacaciones de mi vida, aunque el viaje en autocaravana fue muy latoso, pero creo que por muchos viajes que haga, ninguno se podrá comparar con este tan maravilloso que hice con mis padres.
Silvia (1º ESO D)


                                           Una travesura

Un día, no hace ni dos años, mi madre puso para comer lentejas, la comida que más odio en el mundo; nada más verlas se me revuelve el estómago, ya que para mí las lentejas no son comestibles.
Ese día yo las veía peor que cualquier otro día; estaban de un color marrón asqueroso, espesas y frías. Así que decidí lo siguiente: tirarlas por la ventana. Cuando estaba a punto de tirarlas, se me rompió la servilleta por el peso, con tan mala suerte que como no me había dado tiempo a alargar el brazo lo suficiente como para que cayeran al suelo, cayeron en el pollete de la ventana de la vecina del sexto y en el de la ventana de la vecina del quinto (yo vivo en un séptimo).
Me puse tan nerviosa que cogí mi vaso, lo llené de agua y la tiré por la ventana, pensando que así se limpiarían, pero no pasó nada. Recogí la mesa y llevé los platos a la cocina.
-¿Qué te pasa?-preguntaron mis padres.
-Nada-respondí tímidamente -¿Por qué?
-No sé, pareces nerviosa.
-Pues estoy muy tranquila-en mi interior no estaba nada tranquila. Creía que se me iba a salir el corazón del pecho.
-Qué rápido te comiste hoy las lentejas ¿no?
-Sí-dije secamente.
-Muy bien- y me marché.
Día tras día, me asomaba a la ventana a ver si las vecinas habían limpiado las lentejas o había pasado algún milagro para que ya no estuviesen allí; pero día tras día seguían en el mismo sitio.
Pasada una semana, estábamos mi madre y yo tranquilamente sentadas en el sofá, cuando picaron al timbre. Mi madre se levantó a abrir y se encontró a la vecina del sexto que ya se estaba marchando.
-¿Qué quiere?-preguntó mi madre.
-Por casualidad, ¿no habrán sacudido el mantel con lentejas o vomitado por la ventana?
-No, comimos lentejas el sábado pasado, pero…-entonces me miró a mí con cara del mal genio y vio que yo estaba roja como un tomate y a punto de llorar.
-Lo siento mucho, perdone.
-No pasa nada, mujer.-dijo la señora- Son cosas de críos. Todos los niños han hecho alguna travesura como esa.
¡No me lo puedo creer!- dijo mi madre mientras cerraba la puerta.
Por mucho que supliqué, diciendo que lo sentía, mi madre no se apiadó de mí y me castigo durante una eternidad.

Marta Menéndez Carrasco (1º ESO D)



MI PRIMER DÍA DE COLEGIO

Uno de los recuerdos que jamás olvidaré es el del primer día que fui al colegio.
Lo primero que recuerdo de aquel día es la sensación de “miedo” a entrar en aquel impresionante edificio. Pero nada más entrar en el recinto, al ver a otros niños, podría decir que me relajé, aunque solo un poco.
Lo siguiente que recuerdo es  a un señor enorme, vestido formalmente para la ocasión, ordenándonos que nos colocáramos en una fila, lo cual hacía que mi corazón palpitase tan rápido que tuve que recurrir a la hiperventilación. Y como cualquier niño en esa situación, empecé a llorar a los pies de mis padres. Y, por mucho que intentaran ponerme en la fila, yo seguía agarrado a la pierna de mi madre, suplicando que no me dejaran allí, con aquellos señores tan extraños. Pero al final no tuve más remedio que colocarme en la fila aún llorando.
Cuando entré, finalmente, pude admirar que el colegio era enteramente amarillo, “como los palacios que suelen salir en los cuentos de hadas”, y bastante grande, más grande que mi casa. Según íbamos llegando a clase, cada vez me sentía más angustiado, y la verdad es que tanto amarillo me hizo cambiar de color favorito.

Cuando entré por aquella pequeña puerta que nos daba la bienvenida a clase, me encontré con una profesora de cara humilde y vestido rojo que afirmaba ser nuestra profesora. Y mis sentimientos hacía ella fueron de total confianza y respeto.

Cuando llegó la hora del recreo, que no era muy distinta a las demás clases, fui en busca de nuevos amigos con los que pudiera compartir mi tiempo y encontré a dos en especial ; a un tal Sergio y otro llamado Alejandro, que pronto pasaron a ser mis mejores amigos.

Lo único importante que hice en aquel curso fue aprender dónde estaba mi perchero, los números del 1 al 10 y el abecedario porque el resto del curso lo pasé jugando con Alejandro y Sergio.

Aquellos días fueron, sin dudarlo, los mejores de mi vida; por aquel entonces todo era más sencillo.

Alejandro Segado Fernández (1º ESO D)


        MIS VACACIONES
Cuando era pequeño, me gustaba ver en la tele los anuncios de Disneyland Paris, un lugar mágico lleno de fantasía e ilusión, donde vivían los personajes de Disney. Por eso cuando mis padres me dijeron que iríamos a París, me hizo mucha ilusión.
Salimos un domingo por la mañana en el avión de las 12 y tardamos unas 2 horas en llegar. Estuvimos una semana; los dos primeros días los pasamos en Disneyland y el resto aprovechamos para ver la ciudad.
La llegada al parque fue increíble, era más bonito aún que en la tele, con todas esas luces de colores y los personajes de Disney saludando a los más pequeños. La música contagiaba a todo el mundo, incluso a los mayores, de alegría y de ilusión. Llevábamos un plano del parque para ir localizando todas las atracciones. En el camino encontramos el castillo de la Bella durmiente, nos subimos en el carrusel de Lancelor, el “Laser Blas”, que eran unas naves en las que disparábamos con un láser; también nos subimos en el barco pirata y en las naves voladoras de Peter Pan, que nos llevaron al país de “Nunca Jamás”, pero sin duda, la atracción que más me gustó, fue “Autopía” en la que yo iba conduciendo un coche de los años 50, a través de ciudades y paisajes, llevando a mi madre de copiloto. También me gustó mucho “La casa encantada”, llena de fantasmas y misterios donde había una novia espectral. Necesitamos dos días enteros para ver el parque, comíamos y cenábamos allí hasta que se hacía de noche y entonces todo se iluminaba y se llenaba de una magia especial.
El tercer día de nuestro viaje comenzamos a ver París y sus principales monumentos como la Plaza de la Bastilla, el Panteón y los Jardines de Luxemburgo, que eran tan grandes que parecía no tener final. A mi hermano Diego le encantó el Arco del Triunfo y los Campos Elíseos y a mis padres, Notre Dame y L´ Opera Garnie. Pero yo cuando más disfrute, fue cuando fuimos hasta la misma pica de la Torre eiffel. Cuando íbamos subiendo en el ascensor, lo fui grabando todo con la cámara de vídeo; fue una experiencia inolvidable. Al llegar a lo más alto, pudimos contemplar unas vistas impresionantes de todo París, la torre de Montparnase, el río Sena... mis padres no pararon de hacer fotos.
Otro día fuimos a visitar el museo de Louvre, con una gran pirámide en la entrada, que parecía de cristal y una pirámide más pequeña. Visitamos sus diversas salas de esculturas y pintura, donde vimos el famoso cuadro de “La Gioconda” de Leonardo Da Vinci.
El último día lo dedicamos a descansar y aprovechamos para recorrer las calles del “barrio latino” y visitar los grandes almacenes de “ La Fayette”, donde aprovechamos para comprar algún recuerdo.
Al día siguiente, por la tarde, después de comer, regresamos a Asturias. He de decir que lo único que no me gustó de París fue la comida, menos mal que en el barrio latino descubrimos un restaurante español donde pudimos comer una deliciosa tortilla. Por lo demás, creo que París es una ciudad preciosa a la que espero volver algún día.

Alberto Rivas Otero (1º ESO D)



Mi travesura

Por muchas travesuras que haya hecho, ninguna ha tenido mucha importancia, pero especialmente me acuerdo de una:
Un día de mi infancia, de esos tan aburridos, decidí ir a una tienda a comprar algo. Allí solo había cosas de mayores; nada me llamaba la atención, hasta que vi un carrete pequeño de hilo y lo compré. Ya tenía un objeto, ahora tenía que pensar qué hacer con él.
Mientras veía a un señor montar una tienda de campaña, enredado entre las cuerdas, se me ocurrió una idea. Até la cuerda de lado a lado en las puertas de las casas de una calle, de este modo la gente, al salir, se tropezaría. También lo até en alguna tienda y en el supermercado. En este último sitio también até unos estantes con otros, para que los carros se quedaran enganchados.
Cuando acabé, fui a casa a tomar algo y, a continuación, salí afuera corriendo para ir a la calle donde había atado todo. Estuve media hora esperando a ver si salía alguien, pero en ese instante me di cuenta de que en esa calle la poca gente que vivía allí estaba de vacaciones, porque habían ganado un viaje. Con un poco de cara de tonta me dirigí al supermercado. Justo en el momento en el que entré, vi a una señora pasar entre dos estantes de los que había atado, fui corriendo y me di cuenta de que al apretar mucho la cuerda se había subido.
Al final, lo que pretendía ser una travesura para reírme un poco, no acabó en nada; eso sí, perdí 1€ en la cuerda.

Aida Iglesias García (1º ESO D)


MI PRIMER DÍA DE COLEGIO

En este repaso por mis recuerdos es obligatorio hacer una parada en mi primer día de colegio.
Aún no tenía 3 años cuando comencé a ir al C.P. El Quirinal. Mi primer día de colegio lo recuerdo porque fue mi raro para mí.
Todo empezó por la mañana. Pensaba que iba a ir a esa guardería infernal, como cada mañana, pero en vez de eso, me llevaron a un sitio más grande y colorido, el colegio. Allí había muchos niños como yo; algunos conocidos de la guardería, pero aun así, sentí miedo y empecé a llorar. Mi madre me consoló y cuando ya estaba un poco más tranquila, fui hacia donde estaban los niños con los que iba a ir a clase. Por fortuna, en cuanto me acerqué a ellos, empezamos a jugar y cuando los padres se fueron, yo ni me despedí de mi madre. Nos pusimos en fila india, agarrados del mandilón. Cuando entramos en clase, nos asignaron una mesa en la que estaba una foto de cada niño y cada grupo de un color. Yo estaba en el equipo rojo. Íbamos diciendo el nombre y los años que teníamos. De repente, sonó la sirena y me asusté un poco. Enseguida se me pasó, cuando vi que salíamos al patio a jugar. Al cabo de un rato, que se hizo muy corto, volvió a sonar y todos entramos de nuevo a clase.
Inmaculada, que era mi profe ( aunque yo la llamaba “Mariculada”) nos contó un cuento y nos enseñó dónde estaban todos los juguetes. Con ella aprendí a leer y a escribir. Cuando estaba en el último curso de educación infantil, muy próximas las vacaciones de verano, me caí jugando en el parque y me escayolaron el brazo derecho. Todos mis compañeros me hicieron un dibujo y me dedicaron una frase. Es un recuerdo muy bonito que aún conservo.
Después de tres cursos empezó Primaria. Esto ya era más serio. No había juguetes en clase y hacíamos el recreo en el patio de los mayores.
Mi profe en el primer ciclo fue Mª José, que por cierto, fue mi tutora también en cuarto curso, ya que en tercero fue Consuelo, que se jubiló ese año.
Fue en tercero cuando empecé a jugar a baloncesto en el equipo del colegio, deporte que sigo practicando.
Por fin, llegó el curso del que mejor recuerdo tengo, quinto. La profesora era nueva en el colegio, se llamaba Nuria. Era joven y divertida. Con ella hicimos un montón de cosas nuevas: una obra de teatro, un mural y decoramos un árbol de Navidad con el que ganamos un concurso. Conseguimos averiguar la fecha de nacimiento de Nuria y le preparamos una fiesta sorpresa. Fue muy emocionante y hasta ella lloró. Es una de las profes de las que mejor recuerdo tengo.
En sexto estuve con Mª Práxedes. Lo mejor de este curso fue el viaje de estudios a Santander. Era la primera vez que viajaba sin mis padres.
Al recordar estos momentos, siento una enorme nostalgia; sobre todo, porque soy consciente de que me estoy haciendo mayor.

Andrea Lara Robledo (1º ESO D)


Mi nido


Mi lugar favorito de Avilés es el parque de María Zambrano o parque de Campelo. Está al lado de mi casa y del IES número cinco. Cuando tengo tiempo libre, bajo a jugar.
Desde los tres años ya bajaba y andaba en bici por la explanada. Por culpa de él no podía dormir, porque pensaba que mis amigos estaban jugando y yo, en vez de jugar, estaba durmiendo.
En este parque aprendí a andar en bici, en patinete, en patinetes de línea…Muchos recuerdos tengo de este parque y más que voy a tener.
Abel Suárez Carreño (1º ESO D)



Mi escaparate favorito

       Cuando veía aquello, sentía una emoción infinita a la vez que se me derrumbaba el corazón, porque se llenaba de tristeza, tristeza al ver a aquellos pequeños animales encerrados en jaulas de cristal, mirándote con unos ojos tristes que albergaban lágrimas que estaban a punto de caerse.
Por otra parte, estaba fascinada, emocionada, entusiasmada, intrigada y mucho más. Veía tantas razas diferentes de perros, gatos, conejos de un solo color, con manchitas, pequeños, grandes, etc. Lo que más me gustaba era que, en algunos casos, animales extraños y desconocidos estaban en aquella exposición.
Otra cosa que también me gustaba mucho era ver a los peces en sus peceras; peces de colores tan vivos que si se juntaran y luego se esparcieran, parecerían fuegos artificiales; los peces de diferentes tamaños se escondían entre las rocas decorativas, peces que huían al tocar el cristal de la pecera. Cuando los miraba, tanto a los peces como los animales del escaparate, me quedaba boquiabierta y suplicaba a mi madre, sin parar, que me comprara un perro, un pez, un conejo, etc.
También me gustaba ver las jaulas de los roedores que se vendían en las tiendas; jaulas con barrotes, de plástico, con tubos de colores, que sobresalían de las jaulas, con su ruedita verde, azul, roja y su pequeña casita. Otro tipo de jaulas que también me encantaban eran las de los pajaritos de colores; las jaulas tenían diferentes pisos, como un edificio, y de los barrotes colgaban columpios, en los que los pájaros se balanceaban cantando.
Me daba igual qué tienda fuera, eso sí, en el escaparate tenía que haber animales diferentes: perros grandes, pequeños, negros, marrones, blancos; gatos blancos, pequeños, grandes y demás animales, ya antes citados.
Las tiendas que más me gustaban se encontraban en los centros comerciales: Parque Astur, Azabache y Parque Principado. Por desgracia la tienda de Parque Astur se cerró.
Todavía me gusta ver estos escaparates; os invito a que vayáis a verlos algún día.

Sara Cuesta García (1º ESO D)


Mi escaparate favorito


Desde que era muy pequeña, cada vez que había un cumpleaños de una amiga, se iba a “Kinder”. Kinder es una tienda de accesorios de todo tipo. Yo me quedaba fascinada viendo aquellas carpetas de las tres mellizas o un pijama rosa fucsia de las súper-nenas con sus zapatillas a juego.
Esta tienda estaba en una calle ancha. El escaparate no es que fuera muy grande, pero con solo echar un vistazo, ya te quedabas un cuarto de hora mirando muy detalladamente cada elemento.
Dentro de la tienda había millones de cosas. Justo entrabas y a mano izquierda estaba una estantería con forma de “L” en la que había desde el monedero más bonito del mundo, hasta el peluche más amoroso y bonito que verías en toda tu vida.
En el pasillo estrecho que comunicaba con la parte de atrás, también había muchas cosas. Esta, yo diría que era la zona más masculina; estaban todos los objetos del Barça y del Madrid.
También había paraguas de la Hello Kitty o papeles de regalo de Patito Feo.
En la parte de atrás había alguna que otra cosa, pero lo que más destacaban eran las camisetas de Kukuxumusu, las más graciosas y peculiares de la tienda. Te podías encontrar una naranja, otra blanca, una grande u otra pequeña. Había mucha variedad.
Yo creo que la tienda tenía mucha variedad, a pesar de sus altos precios, pero lo que a mí me hacía volver una y otra vez, era la atención de las dependientas, dos señoras de unos cincuenta años muy agradables. Recuerdo que cuando era pequeña, iba a comprar las invitaciones de cumpleaños cuando se acercaba septiembre y ellas me ayudaban a elegirlas.
Sin duda alguna, mi parte preferida de la tienda era el mostrador de cristal, donde podías apreciar diferentes tipos de pulseras, colgantes, sortijas y sobre todo, pendientes.
Había desde pendientes de una simple rosa a unos aros de la Barbie ¡impresionantes!
Todos los años, cuando comenzaba el curso, por una de tus compras te daban a elegir un horario escolar de la marca “Busquets”, por los cuales todas las niñas nos peleábamos para elegir el más bonito.
Esta tienda ha sido una de las que más me han gustado y aunque ahora no compro nada en ella, siempre que paso por ahí, me quedo mirando un rato su escaparate.

Laura Martínez Pérez (1º ESO D)


Carta a los Reyes Magos


Queridos Reyes Magos:

Aunque este año no me he portado especialmente bien y mis notas no hayan sido de lo mejor, espero que me entendáis e intentéis traerme lo que pido, que en este caso es: la Play station 3 para compartir con mi hermano, por supuesto; el juego para la Nintendo DS “El profesor  Layton y la llamada del espectro “, esto no creo que lo comparta con mi hermano para ser sincero; también me gustaría que me trajerais algún pantalón largo, que por su puesto lo compartiría con mi hermano, pero no le quedarían muy bien y, por último, pero no menos importante, un abrigo negro para estos días de frío.

    Aparte de estas cosas materiales,  también me gustaría pedir algo que me    ayudara a ser feliz, bueno máss feliz, porque ya lo soy, y esas cosas son:
Me gustaría tener que dejar de tener que compartir habitación con mi hermano; si quiere quedarse con la tele,  que se la quede, pero yo quiero tener mi habitación para poder tenerla a mi gusto; otra de las cosas que me ayudarían a ser mas feliz sería poder soltar a mi perro sin  que se me escape porque ya se me ha escapado un par de veces y se pasa muy mal porque no sabes dónde ha ido; bueno, y por ultimo, para poder ser el niño mas feliz del mundo me gustaría poder ver en la tele lo que a mí me gusta, sin que mi hermano diga todo el tiempo:

-¡déjame cambiar de canal!

P.D. Aunque hay cosas que no merezco, intentad hacer realidad lo que consideréis mas importante.
Sergio Capa Ruiz (1º ESO D)

          MI FAMILIA 
      Mi árbol genealógico conocido comienza con el nacimiento de mi bisabuelo en 1919, se llamaba Teodor.
      Nació en un pueblo muy pequeño,  en el que se crió hasta 1938. En este año entró en la mili con la mala suerte que empezó la Segunda Guerra Mundial. Tuvo que combatir contra los alemanes una temporada muy larga.span>
Mi abuela me contó que recorrió, durante 6 meses, casi tres países enteros para luchar contra los alemanes. Primero, yendo hacia el oeste dirigiéndose a Rusia, donde hubo una gran batalla en Odesa. (Desde Odesa llegaron hasta Chekoslovaquia). Durante todo ese recorrido fueron a pie, descansando de día y prosiguiendo la marcha de noche en las trincheras llenas de agua.
También tenían que llevar su equipamiento militar, que pesaba alrededor de 70 kilos y contenía: munición, comida, metralletas, granadas….  Durante todo ese tiempo fue ascendido a sargento y tras la muerte de su superior, tuvo que ocupar su puesto hasta que otro superior pudo venir a reemplazarle.
Tras la derrota de los alemanes, volvieron a pie otros 6 meses de vuelta, a su país natal. Tras su llegada (1945), empezó a enfermar poco a poco del corazón y, finalmente, falleció en 1991 con 72 años de edad. En honor a él mi madre me puso el segundo nombre que tengo (“Teodor”).
Mi bisabuela, Verinca Soltana, nació en 1919 en Husi. Es un pueblo muy pequeño de Rumanía, en el que hay mucha agricultura y ganadería. Mi bisabuela tuvo  7 hijos, entre los cuales mi abuela (Verinca Elena) es la más pequeña.
Trabajaba en la agricultura y al mismo tiempo era ama de casa. Antiguamente las cosas eran mucho más complicadas que ahora, por ejemplo, para moler el trigo o el maíz, mi abuela me contó que había como un dispositivo formado por dos grandes piedras que giraban, una encima de la otra; la de encima tenía un agujero por donde se metían los granos y se giraba con la ayuda de un palo; por la parte de abajo salía la harina ya molida.
También me contó que el agua se sacaba de los pozos, la ropa se lavaba en el río, no existía electricidad…
Mi abuelo Gabriel nació en Bobâlna (es un pueblo histórico debido a que los siervos se rebelaron contra los nobles en 1437).Trabajó de mecánico de máquinas en una fábrica de chocolate llamada Kraft Jacobs Suchard, cuidando de sus dos hijos: mi madre y mi tío. Les hizo la infancia muy dulce en sentido literal y figurado, debido a que los trataba muy bien y nunca faltaba chocolate en casa. El chocolate era casi inexistente en la época de la dictadura que vivió mi madre.
Falleció muy joven y yo no tuve la suerte de conocerle porque murió a los 47 años, debido a un accidente doméstico.
Mi abuela, Verinca Elena, nació en 1956 en Duda. Cuando era más joven, trabajaba en la agricultura. En sus tiempos no existía el cemento, por lo tanto, hacían una masa mezclada con excrementos de caballo, arcilla y paja, que se usaba para arreglar las grietas de las casas.
Mi madre nació en 1978 y conoció a mi padre en 1996 con 18 años.
Cuando yo tenía 5 años se divorciaron. La mejor decisión que tomó mi madre fue buscar una vida mejor aquí en España.
     

Andrei Teodor Tamelie (1º ESO D)

Los animales

Adoro los animales, es más, me dicen que incluso antes de comenzar a caminar ya tenía una gran atracción, mayor que la del resto de los niños hacia ellos.
Desde siempre me han gustado; supongo que en parte se debe a que desde bien pequeña he estado rodeada de ellos. De pequeña mi madre me llevaba al Campo San Francisco en Oviedo a merendar frente al estanque de los patos. Es más, una de las primeras cosas que hice, al comenzar a caminar, fue “echar a correr” detrás de las palomas.
Cuando venía a Avilés (pues aún no vivía aquí), daba igual que hiciese buen tiempo o no, mi abuela me llevaba al parque Ferrera para echarles pan a los patos; todavía lo hago, si vienen mi sobrina o mi primo.
Una vez salíamos mi abuela y yo de uno de estos agradable paseos (para ambas) y pasamos frente a Majafrán, una tienda de juguetes. Mi abuela no pudo despegarme del cristal hasta que accedió a comprarme unos muñequitos, llamados Pet Shop, que eran animales de gran cabeza, que al agitar suavemente, se meneaban de un lado para otro; estos fueron los primeros de muchos más, que poco a poco ha ido heredando mi sobrina.
Volviendo a los animales, también me encantan desde siempre los caballos, afición que probablemente haya heredado de mi abuelo materno.
Cuando la yegua que mis abuelos maternos paría, a los pocos días yo ya estaba allí para ver al recién nacido, después de haber vuelto locos a mis padres con mi insistencia.
Me fascinaba ver en aquellos potros, la mayoría de las veces marrones, aquellos ojillos, y las manchas, estrellas, rayos, medias lunas, mascaras y demás, que los potrillos tenían en la cara; también me encantaba ir con mis abuelos a verlos trotar con su madre en la finca; verlos crecer, y montarme en los lomos de su madre cuando regresábamos a casa con el carro.
     Es más, todavía me acerco, de vez en cuando, a una escuela de hípica que hay en el pueblo para ver a estos maravillosos seres hacer gala de su belleza y brío.
Natalia Suárez Puente (1º ESO D)




                    MI PRIMER DÍA RUTINARIO

      Toda esta historia empezó cuando yo tenía dos años, casi tres, y comenzaba ya mi primer día a la escuela desde el que empezaría ya la rutina de todos los días hasta hoy.

      Yo no iba a la guardería, pero, como mis padres trabajaban, iba a casa de mi abuela, así que me costó. El primer día me esperaba el autobús del colegio al que después de muchas perretas conseguí subir, mi abuela me comentó que fue graciosísimo cómo lloraba, me agarraba a las farolas y me  tiraba por el suelo, día para recordar. Ya al llegar al colegio estaba muy perdido, me veía como una mota de polvo en ese colegio. Allí hice amigos el primer día, aunque ahora no sean mis amigos e incluso me  peleaba con los que ahora son mis mejores amigos, la verdad que… vaya años.

      Luego, más adelante, fue todo cambiando, a la semana ya me reía cuando llegaba el autobús  y esperaba sentado y con alegría esperando a que llegara, en el colegio ya mis amigos y yo éramos inseparables, mi profesora  llamada Zulima nos contaba cuentos en los que yo siempre me dormía.

      Fue un día intenso con muchas cosas que recordar.

Alberto Granda (1º ESO D)



MI PRIMER DÍA EN LA ESCUELA

No me acuerdo de casi nada, tengo la memoria borrosa, pero mi madre  me lo contó todo.

            Ese día no podía parar de llorar. Desayuné un cola-cao.  Mi madre me subió en cuello porque tenía dos años.
           
            Al llegar al colegio tuve que esperar cinco minutos para que me subiera mi madre porque yo tenía dos años y no podía subir.

            Al empezar Educación Infantil, me dio Mª Gel; mi clase estaba llena de juguetes,  me encantaba mi clase.

             Mi segundo y tercer año me dio Anuncia. En mi segundo año tenía el mandilón verde y el tercer año mandilón azul.

Jaime Suárez (1º ESO B)



Travesuras
En mi familia y a lo largo de toda mi vida ha habido muchas travesuras por parte de todos.
   Empezaremos por las travesuras de Ana, mi hermana pequeña. Ana ha hecho muchas travesuras involuntarias. Cuando ella tenía dos o tres años, mi padre se dejó abierto el balcón. A Ana le dio por coger un marco con una foto familiar y la tiró. Después hizo lo mismo con el móvil, a continuación el MP3 de mi padre y así con muchas cosas más.
   Vayamos con las travesuras de Cris, mi melliza. Cristina las ha cometido más graves, pues en una de ellas casi me mata: Yo estaba en la litera de arriba (Cris y yo, antes, teníamos una litera) y me asomé a ver lo que hacía Cristina. En cuanto vio mi melena, Cristina tiró de ella y me caí de cabeza al suelo. Me di un buen golpetazo (y solo tenía cuatro años). Todavía se me nota el chichón. Cristina también tiró cosas por la ventana.
   Llegan mis travesuras. Yo soy la más traviesa de las tres. Yo también tiré cosas por la ventana. Una noche, al ver a mi hermanita Ana durmiendo plácidamente y le grité al oído. Ana, que todavía dormía en una cuna, empezó a llorar. Pedí ayuda a Cristina. Al final mamá se levantó  y nos dijo que tendríamos que dormirla nosotras solas. Pasó una hora y Cristina y yo seguíamos acunando a la niña. Finalmente mamá la durmió (no me acuerdo cómo) y nos mandó a la cama.
   Otra travesura fue que, cuando era pequeña, en una tienda, vi una serpiente de juguete que me gustó. La cogí y salí de la tienda. Al llegar a casa, la puse en el sitio de mis juguetes favoritos (que era un cajón). Pocos días después Cristina la encontró y se lo dijo a mi padre. Me regañaron y fuimos a la tienda a explicárselo a la dueña y pagarle la serpiente. La señora, al verme una niña tan pequeña e inocente, me la regaló.
   Otra vez, invité a Cris a bajar a cazar bichos. Le pedimos permiso a mamá y bajamos. Debajo de una piedra bastante grande, encontramos una serpiente pequeña y la subimos a casa en el cubo que teníamos para cazar insectos. Nuestra madre, al ver la serpiente, nos dijo que la bajáramos de nuevo a la calle. Obedecimos pero no nos gustó, pues queríamos que esa serpiente fuera nuestra mascota. En todas estas travesuras nos han pillado, pero algún día haré algo de lo que nadie se enterará.
(Alicia Martín, 2ºCD ESO)





                              MI TRAVESURA


          La travesura que más recuerdo era cuando tenía seis años, nos acabábamos de mudar a la casa nueva.

       Yo llegaba del colegio y mi madre se puso a limpiar. Yo me aburría, así que fui a la cocina sin que ella se enterara y cogí toda la comida que podía, la puse en el salón ordenada como si fuera una nevera gigante.

          Más tarde me quedé dormida detrás del sofá, así que mi madre entró, y al ver toda la comida tirada por el suelo, ni pensaba si estaba o no, solo pensaba en castigarme.

          Después de un rato que mi madre recogió las cosas, fue corriendo a mi habitación y, como vio que no estaba, se puso como loca a buscarme y yo me desperté, y al ver todo recogido, estaba claro que mi madre me iba a castigar, así que  me volví a esconder detrás del sofá.

          Mi madre me encontró un rato después toda preocupadísima a punto de llamar a mi padre. Miré detrás del sofá, y al ver que me vio, cerré los ojos e hice que me dormía. Me dejó en la cama y entonces me dormí y, a la mañana siguiente, mi madre sí que me riñó, y de esta yo no me pude librar.
       
                                                                                                           Eva Álvarez (1º ESO D)



UNA VISITA POR AVILÉS

Un miércoles fuimos a una visita por Avilés. Primero fuimos a ver el Casco Histórico, en el que vimos el Palacio de Valdecarzana y la Iglesia de los Padres Franciscanos.
           
Después del Casco histórico fuimos a visitar el Palacio Valdés, donde vimos los camerinos y sitios que no sabíamos que estaban, como una sala con varios pupitres para los músicos.

También vimos en la Casa de la Cultura un escenario donde se hacían bailes, obras de teatro, charlas, etc.

Más tarde fuimos al Niemeyer. Visitamos el auditorio, la cúpula y el cine.

Cuando acabamos, fuimos al Ayuntamiento a una sala donde se hacían bodas y a una sala donde se hacían conferencias o discusiones entre los partidos políticos de Avilés. Nos explicó la alcaldesa las funciones del Ayuntamiento.

Carlos Cuesta Alonso (1º ESO D)


Mi primer día de clase

       Me levanté a las 8:30, me vestí y desayuné. No me acuerdo de mucho, tenía 3 años, pero lo único que recuerdo es que al llegar al cole me puse nervioso. Cuando tocó la sirena , empecé a llorar a gran llorar, me tuvo que coger mi madre en cuello y llevarme a la clase.

      Mi madre se fue y empecé a llorar otra vez .Pero la profesora me consoló y me dijo que no pasaba nada, claro que yo tenía tres años, no la entendía, aun así paré de llorar. Pero un niño se acercó a mí, se llamaba Sergio, nos hicimos amigos y compañeros de mesa. Él y yo nos estuvímos presentando a los demás compañeros y compañeras.

      Nos dieron unas hojas que eran las normas y el material; a la 11:45 tocó la sirena, yo pensé que nos íbamos para casa pero era la sirena del recreo.

      Mi amigo Sergio y yo estuvímos jugando al escondite y al pilla-pilla.Tocó la sirena y ahí sí que me iba a casa.Cuando vi a mi madre, fui corriendo hacía ella y la besé. Caminando hacía casa, vi a mi amigo Sergio y se lo enseñé. Ella dijo que era majo, y al día siguiente fui al cole muy contento y entré yo solo a clase y me puse yo el mandilón.

Alejandro Ruiz (1º ESO C)


MI ESCAPARATE FAVORITO

Cuando yo solo tenía ocho años, recuerdo que pasábamos muchas veces por delante del escaparate de Majafrán, una tienda de juguetes que a mi me gustaba mucho, y siempre que pasábamos por delante, me encantaba quedarme mirándolo; podían ser hasta horas el tiempo que me quedaba observando el escaparate, especialmente a los coches de carreras.

Todas las veces que pasábamos por delante, le pedía un par de coches, y mi madre, salvo algunas veces, nunca me los compraba.

En la época de carnaval, me fascinaban los disfraces que había expuestos en el escaparate, excepto uno; me acuerdo de que tenían el disfraz del de la película de “Scream”, y cada vez que lo veía, echaba a correr; era el único día que no le pedía un coche de esos a mi madre.

La última vez que entré en esa tienda fue el día de mi cumpleaños, y, además de no haber lo que yo quería, tiré, sin querer, una repisa llena de muñequitos de El señor de los anillos, y, hasta hace poco, nunca más entré en Majafrán.

Sergio González (1º ESO C)



                             Mi primer día de colegio   

Este día tan importante era el que todo niño esperaba, ¡empezábamos el colegio por primera vez! Tengo vagos recuerdos sobre   este acontecimiento, pero me acuerdo de que algunos amigos del parque ya habían empezado la escuela, yo estaba muy nerviosa porque los niños mayores nos contaban historias no muy agradables sobre el colegio.

            El gran día ya había llegado, estaba acostumbrada a levantarme temprano ya que antes iba a la guardería, estaba un poco más relajada porque algunos de mis amigos, iban a asistir a la misma clase que yo, pero también conocería a gente nueva, lo que me hacía feliz y a la vez más nerviosa.

            El Quirinal , así se llamaba mi colegio; estaba dividido en dos edificios, uno de ellos (el de menos altura) era el que iba a ir yo. Me despedí de mi madre y me dirigí a la fila, algunos niños lloraban, otros se agarraban a cualquier cosa con tal de no entrar.

            Nuestra profesora se llamaba Lola y era muy simpática, en el colegio conocí a nuevos amigos.

            Creo que esta experiencia es inolvidable para todos los niños.

                      Carmen García (1º ESO-D)



 UN PASEO POR AVILÉS


El pasado martes hicimos una visita por Avilés para conocerlo más profundamente.

Realizamos una visita a algunos de los lugares más importantes de la villa, así como el Teatro Palacio Valdés, la casa de la Cultura, el Ayuntamiento, el Niemeyer y un paseo por el recinto que, en su día, estaba amurallado.

Empezamos por el Teatro Palacio Valdés, que para mí, fue el edificio más bonito de la visita, por la decoración antigua y detallada, por los altos palcos y el escenario, y sobre todo porque es muy grande y por cómo es el edificio por fuera.

A continuación de la visita al teatro, nos dirigimos a la Casa de la Cultura, un teatro más moderno y menos impactante también.

Más tarde, dimos una vuelta por el recinto amurallado, viendo sus calles principales, como la calle de la Ferrería, que en la edad media se había dedicado al comercio, concretamente a la herrería. También vimos los elementos más importantes de la calle, como el palacio de Valdecarzana, que era la casa de un comerciante muy rico; también la iglesia de San Nicolás de Bari y la Capilla de los Alas, que se encuentran en la actual plaza de Carlos Lobo; y también vimos el Palacio de Campo sagrado.

Luego fuimos al centro Niemeyer y entramos en todas sus estructuras.

Y por último, nos recibió en el Ayuntamiento la alcaldesa, y después de una charla, nos fuimos.


Sergio González García (1º ESO- C)


MI ESCAPARATE FAVORITO

Casi todos  los días, cuando venia del colegio, veía a una pandilla de niños por el parque Ferrera con sus monopatines, corrían a toda velocidad y bajaban por la calle Rivero, que era peatonal.

 A mí me gustaba mucho verlos y me prometí que cuando fuera mayor iba a comprarme uno y a divertirme como ellos con mis amigos.

Había una tienda de animales de camino a mi casa y todos los días me acercaba al escaparate para verlos y, como la dueña ya me conocía, me llamaba y yo entraba a la tienda. Había muchas peceras llenas de peces de colores, jaula con hamsters, y también había muchos pájaros: canarios, jilgueros, loros…, aunque a mí lo que más me gustaban eran los perros. Siempre me dejaba jugar un rato con ellos. Me daban mucha pena porque estaban enjaulados.

Luego llegaba a casa y aburría a mis padres pidiéndoles un perro.

             Al lado de esta tienda, había un quiosco donde compraba una piruleta de fresa que me dejaba la boca de un color rojizo. Siempre conseguía asustar a mi madre que pensaba que por el camino me había caído y estaba sangrando.

 Carlos Duque González (1º ESO-D )



 UNA TRAVESURA

       Estas vacaciones en Vega de los Árboles, mi pueblo de León, conocí a muchos niños que el año pasado no estaban.

        Una vez, un niño  llamado Javier y dos niños que eran hermanos: Ignacio y Lucía, no estaban, solo quedaban los más revoltosos del pueblo, que son: Sergio, César, Ana, Miriam, y como no había mas niños, mi hermana y yo fuimos con ellos. De repente a Cesar se le ocurrió una idea: hacerle una broma  a Javier , yo no quería hacérsela por que me caía muy bien y somos muy amigos, pero ,como había nada más que hacer fuimos con ellos .Le queríamos hacer la típica broma del cubo , para cuando viniera picarnos Javier a Lorena y a mi. Primero le metimos agua, luego azúcar y sal, después hierbas y flores, también cola cao caducado que teníamos por ahí ;luego íbamos picando a la gente a ver si tenían algo caducado ;nos dieron sardinas en lata, mejillones ,yogures…y todo eso lo metimos en el cubo y lo revolvimos, yo estaba pensando:”pobre Javier, le vamos a echar todo esto encima”;pero, en fin , ya estaba hecho.    
                                                                                 
        Cuando llegó, como Cesar y Sergio estaban vigilando, vinieron corriendo a decírnoslo, entonces preparamos el cubo y a mí se me ocurrió echarle un potito de mi prima Johann, y entonces de repente pasó Javier para picarnos ¡y al pobre se le cayó todo encima!, y puso cara de asesino , pero después de unos segundos le entró la risa y no podía parar de reír.

      Luego, cuando llegaron Ignacio y Lucía sobre las once y media de la noche, nosotros estábamos jugando al “mánrrou” (un juego inventado por ellos), vinieron a jugar y se lo contamos. Todos se partieron de risa pero Javier no estaba, porque tenía que ducharse, claro.

Sonia Hevia (1ºESO-D)


MIS ESCAPARATES

De tres  años a nueve años me encantaba el escaparate de Majafrán. Siempre que era Reyes miraba juguetes  para que me los trajeran los Reyes Magos y también cogía la revista de juguetes. Cuando era carnaval también  hacía lo mismo, paraba para mirar disfraces para disfrazarme. Al llegar mi cumple lo mismo, paraba para mirar regalos y juguetes para que me pudiesen regalar.

Ahora que tengo 12 años,  me gusta mucho un Kiosco en el que compro mucho y tiene un escaparate muy bonito  con muchos colores y chucherías; ese kiosco que me gusta mucho se llama Dulce Cotton . Ahí siempre disfruto los días que no tengo que hacer nada y los fines de semana y días festivos, Además, al lado hay un parque en el que jugamos al fútbol, al escondite y al pilla-pilla.

Alejandro Ruiz (1º ESO-C)


MI PRIMER DÍA EN EL COLEGIO

En infantil, cada vez que mi madre me dejaba en el colegio, lloraba muchísimo. Mi profesora se llamaba Inmaculada. Una vez, me castigó porque había dibujado un oso en el suelo. Se enfadó mucho. En esa época, ya me quedaba al comedor.

Cuando ya iba a Primaria, coincidí con dos amigos de la guardería. Iba al C.P. El Quirinal. Lo que más me gustaba era que en Música hacíamos trastadas sin que el profesor de Música se enterara. Allí iba también al comedor. En comparación con lo de Infantil, la comida era peor. Tuvimos una profesora muy buena con la que hacíamos obras de teatro, le hicimos una fiesta de cumpleaños con la que lloró y ganamos el concurso de árboles de Navidad.

El último día de colegio, al salir, todos los sextos llorábamos, no por las notas, sino porque nos íbamos ya del colegio, aunque también lo celebramos comiendo en el Mcdonald´s y bañándonos en la fuente del parque de debajo del colegio.


Carlos Cuesta (1º ESO-D)


TOYS "R" US

         Mi escaparate favorito era Toys “R” Us. Es una tienda de juguetes y me gustaba porque ya a la entrada había casas de plástico para poner en el jardín; a mis padres siempre les pedía una casa, pero me decían que no teníamos sitio para una casa. Dentro, estaba lleno de juguetes y yo empezaba a correr por los pasillos y probaba todos los juguetes. También había máquinas de jugar para probarlas, y un día que teníamos que comprar un regalo para un cumpleaños y me quedé jugando con la máquina, cuando iba a marchar, me asusté mucho porque no veía a mis padres, pero ellos volvieron a donde habían estado antes y, como yo no me moví, me encontraron.
           
Otro día mi hermana y yo estábamos jugando y ella me pegó un codazo en el ojo sin querer y yo me desmayé. Cuando me desperté, estaba en brazos de mi padre y mi madre estaba muy asustada.
           
Esta juguetería también me gustaba mucho porque, cuando comprábamos un juguete, ibas a la caja, lo pagabas y, si era para regalo, justo al lado de la salida había un rollo de papel de regalo y celo. Entonces tenías que coger papel y envolver el regalo. Siempre que íbamos, justo antes de entrar, yo ya me pedía envolver el regalo.

Sofía Campillo García (1º ESO-D)



UNA TRAVESURA

         Yo de pequeño era muy travieso, y por eso os voy a relatar tres de mis mejores travesuras:

         Un día estaba en el pueblo de mis abuelos, que se llama Tahoces, era por la mañana las (7:00) y mi madre estaba durmiendo,  yo tenía una serpiente de goma (que me compraron en una feria) y la dejé en su cama. Cuando me levanté, vi a la serpiente en dos trozos partida en el suelo y mi madre muy asustada.

          En otra ocasión:
          Mi prima estaba muy sucia porque jugaba en el barro y yo decidí lanzarle un caldero de agua. Dejé un caldero encima de la puerta que estaba entreabierta pero no le cayó a mi prima sino a mi abuela; me reí mucho pero la bronca no fue pequeña.   

       Por último:
        Esta travesura es la típica de los dibujos animados, yo acababa de verla en la TV y la intenté hacer. Cogí un bote de nata y lo eché en la mano de mi padre; después cogí una pluma de un cojín, le rasqué la nariz y él se rascó con la mano. Tuvo la cara llena de nata y me reí mucho.


Jaime Suárez (1º ESO-B)

       
Mi rincón favorito

      Hasta ahora no tenía un rincón favorito, pero la excursión me enseñó un lugar  muy bonito, grande, con espacio y muchos rincones que mucha gente no  va a ver, y yo fui muy afortunada de poder verlo;  ese lugar del que estoy hablando es el famoso Teatro Palacio Valdés.

       Otro de mis lugares favoritos es el centro Niemeyer; también es muy conocido por la gente de otros países. Muchos turistas vienen a verlo, por eso es uno de mis rincones favoritos, junto con mi otro lugar favorito que es el Teatro Palacio Valdés.


       Ánimo a la gente que le guste viajar.

Filipa Patricio (1º ESO-B)




                            MI ESCAPARATE PREFERIDO

     Desde que empecé a caminar y a ser un poco independiente, siempre me gustaron las grúas de trabajo, los dámper, bueno, todo lo relacionado con el trabajo.
      Mi madre me cuenta que, cuando veía a personas trabajando, me quedaba mirando para ellos, hasta que se marchaban o mi madre me llevaba a la fuerza.
      Era mi distracción favorita, ver cargar arena con una grúa, cargar piedras en el dámper, era feliz.
      Un día estábamos dando un paseo por Avilés, y encontré mi escaparate preferido, había grúas, palas y dámper. No me quería ir de aquel escaparate nunca, me podía pasar horas y horas allí delante de aquel escaparate, mirando toda aquella maquinaria de trabajo.  Eran de hierro,  de la marca Jolca, mis preferidas, imitaban muy bien a las de trabajo de verdad. Ese día ya empecé mi colección, salí de la tienda con un dámper (estaba muy contento).
    Después de descubrir mi tienda favorita Suro (así se llamaba la tienda) no quería  ir al parque, quería estar siempre delante de aquel escaparate (eso me cuentan mis padres).
    Mis padres no querían pasar por Suro (mi escaparate preferido) conmigo porque siempre los convencía para que me compraran alguna (así que ahora mismo tengo una enorme colección de ellas). Si no me las compraban mis padres, me las compraban mis abuelos. Siempre salía de Suro con una.
     Cuando era mi cumpleaños, una grúa; cuando eran los Reyes Magos, mas grúas; lo tenían fácil conmigo, no tenían que pensar mucho en mi regalo.
      Ahora mismo, Suro no está en el mismo sitio, derrumbaron el edificio hace más o menos cuatro años.
Pablo Hevia (1º ESO-B)


MIS MEJORES VACACIONES

           Un día a las cuatro de la mañana salimos en dirección a Murcia. Mi hermano y yo estábamos dormidos y hasta las ocho de la mañana no nos despertamos. Llegamos a Murcia y nos encontramos con mis tíos. Fuimos a comer a un centro comercial a las afueras de Murcia. Después de comer nos fuimos a la playa y nos bañamos. Luego nos fuimos a la casa que habían alquilado mis tíos.
Al siguiente día fuimos al parque de atracciones  llamado “Terra Mítica” que está en Benidorm. Me subí en casi todo menos en las montañas rusas porque era demasiado bajo y tampoco me quise subir en una de agua porque no me apetecía. Pero me subí en las demás.
Al otro día fuimos a Valencia a ver el Oceanográfico de peces, pingüinos, etc… Luego vimos una especie de película que estaba en una cúpula.
Al día siguiente, nos marchamos. Paramos en Valencia y después de parar fuimos para Avilés. 
 Daniel Álvarez (1º ESO-B)

 
 MI TRAVESURA


Cuando yo tenía cinco años, nació mi hermana pequeña, Marta.

Al mes o así de que naciera Marta, mi hermana, que tenía siete años, y yo empezamos a tirar los pañales de nuestra hermana pequeña por la ventana. A la semana siguiente, colgaron en el patio donde tirábamos los pañales de nuestra hermana un cartel en el que ponía que estaba prohibido tirar los pañales al patio. Mi hermana mayor y yo seguimos tirando los pañales al patio.

A los pocos días, el presidente montó una junta para informar a los vecinos de lo que estaba sucediendo. Cuando mi padre llegó de la junta con los vecinos, traía un rostro serio y enfadado. Nos dijo a mi hermana y a mí que fuéramos al salón y nos sentáramos en el sofá porque tenía que hablar con nosotras. Nos asustamos porque no sabíamos de qué nos quería hablar. Fuimos al salón y allí estaba él, esperándonos con su cara seria y enfadada. Nos explicó que en la junta le habían llamado la atención porque los vecinos nos habían visto tirar los pañales por la ventana y luego tuvo que bajar al patio a recoger todos los pañales que semanas atrás tiramos nosotras.

Desde ese día, mi hermana y yo, cada vez que teníamos que tirar un pañal, lo tirábamos en la basura.

Ana Suárez (1ºESO-B)





MI TRAVESURA

Hola, os voy a contar una o varias de mis travesuras habituales.

Una de las que más hago es: ¿Conocéis estos billetes de cincuenta euros “falsos”? Pues una vez estaba en un banco sentada en el parque y dos señoras pasaron por delante y yo tenía uno de esos “billetes” y le hice un agujero sin que se notase y le enganché un hilo transparente. Yo tenía el hilo en la mano y puse el billete en el suelo. Las señoras pasaron y, como vieron el billete en el suelo, una le dice a la otra: ”Manuela, mira un billete”, y la otra lo fue a coger. La señora casi se cae y mi hermana y yo casi nos desmayamos de la risa. Las señoras nos echaron la bronca, pero mi hermana y yo nos llevamos una buena experiencia.

Y la segunda travesura es la que conté en clase (MI HERMANA ME VA A MATAR). Que un día por la noche, estaban mis padres y mi hermana, y yo no tenía sueño. Desnudé a mi hermana, la tapé con la sábana y le eché mermelada en la cara.

Yo ese día también me reí mucho.

Y ya está, es que yo casi no soy traviesa.

                        Clara Menéndez de la Corte   (1º ESO-B)
                                               

 MI TRAVESURA 

       Un día, Abel, Adrián y yo habíamos acabado de jugar un partido de fútbol, al acabar el partido fuimos al Camenet a tomar algo.  Después de tomar algo, fuimos con un balón a jugar a la pared, al lado había un garaje, sin querer le dimos mas de cinco balonazos.       

      De repente, vino una señora alta y rubia, que nos dijo que el garaje era suyo y nosotros nos quedamos con una cara de miedo porque dijo que iba a llamar a la policía, pero no le hicimos caso y seguimos jugando, hasta que entonces vimos a un coche de policía acercarse. 

      Fuimos al barco que había en el parque, y cuando vino la policía la señora le dijo que habíamos escapado y la policía empezó a buscarnos, pero ellos no sabían que estábamos en el barco. Entonces se acercaron al barco y nosotros empezamos a disimular como si estuviésemos jugando a piratas del Caribe.   

          Cuando se fueron los policías, nos pusimos muy felices y fuimos a jugar otra vez, pero la señora seguía vigilando para ver que no le diésemos al garaje y Abel le dio ; cuando le dio, vimos a la señora que se acercaba y nos fuimos al polideportivo una hora o así.

        Cuando volvimos, nuestros padres no estaban en el bar, y le preguntamos al del bar adónde habían ido. Nos dijo que habían ido a buscarnos por Avilés, y nosotros nos empezamos a asustar porque sabíamos que nos iba a caer bronca. Salíamos del bar y los vimos, ellos nos dijeron que fuésemos al coche y a mí en casa me cayó mucha bronca.

Diego Pereira (1º ESO-B)


MIS TRAVESURAS

      Yo de pequeño era muy travieso, así que un día se me ocurrió la idea de poner agua en una botella de lejía y echarle zumo de fresa y quedó rosa. Mi madre echó la lejía en la lavadora y destiñó toda la ropa.   

       También le hice a mi hermana beber Dalsy creyendo que era zumo de naranja.      
  
      A un amigo le dije que regalaban la Play Station 3 en un bar y fue a pedirla y le echaron del bar.


Pablo Valles (1º ESO-B)


  UNA VISITA AL MÉDICO

       Esta visita sucedió cuándo tenía siete años:

      Iba por el camino para ir al colegio y me notaba muy cansado (cada dos pasos me tenía que sentar ). Cuando llegué al médico, me senté en unas sillas muy cómodas, llegó el momento de entrar en la consulta.

      Me recibió mi pediatra, me sentó en una camilla y me hizo respirar por una mascarilla (sabía a rayos). Me quedé toda la tarde y mientras jugaba lancé un cubilete al aire y cayó encima de mi cabeza. En definitiva, me quedé toda la tarde por el chichón y por la crisis asmática.

      En otra ocasión, estaba  jugando en El Quirinal al baloncesto y, al caer, me hice un esguince. Nada más salir, me fui al médico y me vendaron el dedo. Al día siguiente (no es de broma), me ocurrió exactamente lo mismo. Mis mejores dos semanas sin poder ecribir.

Jaime Suárez (1º ESO-B) 



Una visita al médico

       Un día en el que acababa de terminar el colegio, fui corriendo por las escaleras con la mochila,  demasiado para aquellas escaleras, y entonces pisé mal y me precipité al vacío, en en este caso el suelo, y por el camino al vacío (el aire), se me rompieron los pantalones por la ingle, y menos mal que tenía forro.

      Cuando toqué el suelo, se me empezó a hinchar la espinilla izquierda tres centímetros hacia fuera, y también me golpeé las costillas y en cinco minutos me llegó a costar respirar, y por eso fui directo al médico y lo  único que tenía grave era la pierna, en especial la espinilla.        
                   
      Otro día, cuando yo tenía dos años, me empezaron a salir puntitos rojos (muy pocos) y a los pocos días me llevaron al médico;  era que tenía la varicela, pero no era muy grave.

Jorge Álvarez (1º ESO-B)



VISITA AL MÉDICO

        Esta visita sucedió cuando tenía 12 años. Tenía una muelas que no dejaban salir a la otra. Cuando mi madre se enteró de lo de la muela, llamó para pedir cita. Al día siguiente, tuve que ir al médico a las once de la mañana. Por el camino iba muy nervioso porque a mí el dentista no me gusta.

        Cuando llegué al médico, tuve que esperar 30 minutos porque había más pacientes. Cuando me llamaron, me entró el pánico, no quería entrar pero al final tuve que hacerlo, entré y me pusieron en una camilla tumbado. Mi madre le dijo al médico lo que me pasaba, después de decírselo  me   empezó a mirar la boca hasta que se dio cuenta de lo que me pasaba.

          Después de revisarme sacó del bolsillo una aguja muy grande, dentro de la aguja estaba un líquido que era para anestesiarme la boca, me pinchó seis veces, luego me puso una cosa en la boca que sabia a fresa, se llamaba flúor; tuve que morderlo cinco minutos o así, luego cogió unas pinzas, y como yo no sentía la boca, me quitó el diente, empecé a sangrar mucho, me pusieron un algodón para morderlo, y cuando íba para casa, me di cuenta de que tenia muy hinchada la boca.

         Entonces, no quería ir al cole.  Cuando llegué a casa, me puse a jugar a la play. Cuando llevaba un rato jugando, me apeteció beber agua y cuando llegué a la cocina me mareé y al final me desmalyé, pero  cinco segundos después me desperté y al final solo se quedó en un susto.

Diego Pereira (1º ESO B)


LA TRAVESURA DE DIEGO

         Recuerdo un invierno por el año 2005, cuando yo tenia 6 años , que mi padre había pintado toda la casa. La entrada y el pasillo eran de color amarillo y la habitación de mis padres en color amarillo.

          Mi padre había estado muchas semanas realizando este trabajo. Él estaba muy orgulloso de cómo le había quedado todo a pesar de su gran esfuerzo.

          En el mes de febrero, habían  sido los carnavales.  Este año mi disfraz había sido de caballero medieval. Recuerdo que lo que más me gustaba de este disfraz era una enorme espada de plástico duro y tenía una funda para guardarla.

           Jugando un día en mi casa con la espada, rocé sin querer en la pared, ¡qué sorpresa me llevé cuando  vi que quedaba una raya en la pared como sí la hubiese hecho con lápiz!

           Pensé que mi espada era increíble, podía pintar. Empecé a escribir en todas las paredes: en la entrada escribí mi nombre: Diego; en el pasillo escribí "Mamá" y "Papá"; en la habitación de mis padres puse el titulo de mi libro favorito: "El Gato Con Botas". Cuando mi madre se fijó en la primera pared escrita, casi le da mal. Iba revisando todas las paredes de la casa y con cada palabra que encontraba gritaba que me daba. Estuve castigado sin televisión tres días y no volví nunca más a pintar las paredes.


Diego González (1º ESO C) 



TEXTOS DEL CONCURSO LITERARIO 2010/2011





Hoy, solo hoy, nunca más

                                   Naucé López González (4º de ESO)
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Hoy, desperté, te busqué,
me hizo falta estar contigo.
Hallé tu imagen, y tras
reflexionar y meditar
esperando no llorar,
me transporté al calor de
tus caricias, al sabor
de tus besos, al susurro
de tu voz, al roce de
tu mirada, al encanto de
tu sonrisa.

Añoré, sobre mi piel,
sentir aquellas manos, labios
y abrazos, que por azar,
expiraron una vez más.
Aquellos días marchitos,
en los que yo la observaba
desde mi ventana, en
los atardeceres me
perdía, que sin ver su
rostro, no vivía. Y
cuando no la veía, se
acrecentaba mi anhelo,
y es que sin su dulce ternura
                                                        nada era lo mismo.             

Lágrimas derramadas, retratos
desechados, recuerdos
desdeñados, víctimas de
un amor a escondidas
por temor al rechazo.

Consideraba estos hechos,
si el amor era digno de
tanto sufrimiento, si
la espera obtendría
su recompensa.

Aquella muchacha junto
a la que crecí, soñé,
reí, lloré y nunca
besé ni abracé.

Aquella joven, de ojos negros
y nariz recta, sostenía
entre sus manos,  un viejo
libro de poesía de hojas
sucias y amarillentas.
Ella, distante a lo ajeno
a mí, sentada frente a
su antiguo buró negro
 descubría al fin
el interior del ejemplar
del que tanto suspiraba.

Atónito a lo que se
acontecía, me predispuse
a remediar lo irremediable.
No podía contener los
sollozos que me embargaban
en aquel instante, mientras
que la joven a la que amaba,
perecía.


Mísero libro del que tanto
suspirabas, que de ponzoña
impregnado estaba, decía:
“Lágrimas de sangre serán
derramadas”.

Hoy, solo hoy, la extraño,
solo hoy la recuerdo,
solo hoy lo siento,
solo hoy me arrepiento,
solo hoy sé lo que quiero,
solo hoy le escribo
para nunca más despertar
sin su amor eterno





Mentiras como templos
                                         Gonzalo Pérez Méndez (3º de ESO)
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Las corrientes humanas se iban acumulando en las calles, sin seguir la lógica periódica de sus homónimos marinos. En esta marea uniforme solía surgir una fauna particular que, como la oceánica, no era nada sin el espacio que despreciaba y abandonaba en las profundidades.
                -¡Chico! Aléjate de la ventana. No querrás que asalten la casa, ¿verdad?-el abuelo se había  levantado con rapidez, con más ganas de matar el tiempo que de vigilar el hogar.
 -No, abuelo, no…Pero según dicen, esa gente de ahí fuera se está rebelando contra el poder.
 -¡La mayor estupidez que he oído, al menos hoy!  Mira, esos saqueadores no son ninguna clase de héroes. Solo se trata de un rebaño de idiotas, un rebaño convencido por alguna multinacional para quemar las oficinas y las fábricas de la competencia.
 -¿De veras?
 -Oh, claro que sí. Ahora tildan de revolución cualquier acto violento…Por esa regla de tres, las ``misiones humanitarias´´ de los mercenarios de las multinacionales son dignas del Che.
                -Revolución no lleva tilde… ¿Y quién era ese ``Che´´?
 -¿Que revolución no lleva tilde? ¿Que no sabes quién era el guerrillero argentino? Bueno, no me extraña, en el colegio os maleducan con software norteamericano…El inglés no tiene acentos…Y EE.UU se cargó al Che.
 -Por lo menos…-el chico, balbuceando, pretendía defender su época, el presente-Por lo menos no tenemos que rezar e ir a la Iglesia los domingos.
-¿Quién te contó eso? Tu madre, ¿a que sí? Menuda fanática…Ni en mis tiempos se hacía eso.
 -¿Y qué se hacía?-el chico quería establecer algún puente con ese ``padre de su madre´´, pero identificar la infancia de este con el paleolítico no ayudaba mucho.
 -Bueno…Mitad del siglo XXI…Las cosas no eran tan distintas. Teníamos el dólar, la coca cola, el internet…Fue cuando esas malditas empresas derrocaron a los gobiernos y hasta el aire se comenzó a importar de Nueva York.
 -¿No creíais en Dios?
 -Dios desapareció hace mucho tiempo, aunque en realidad, nunca existió. Tu madre quiere meterte toda la biblia en la cabeza, ¿eh? Por suerte esos auriculares gritones se te han clavado en los oídos y eres incapaz de escuchar lo que se te dice…A tu edad también los usaba,  y ahora no oigo nada.
 El chico soltó un gruñido. ``No hay nada que escuchar si no hay nada que decir´´, le hubiera gustado añadir, pero el bastón que el abuelo guardaba cual espada enfundada le hizo cambiar de opinión.
 -Entonces, ¿cuándo se adoraba a Dios?
 -Hace mucho tiempo. Verás, mi época era deprimente…Aunque no, no tanto como esta -el abuelo mira las ventanas iluminadas por los incendios de la calle-Nos habíamos quedado sin referentes culturales, y esclavizar el arte con tantas etiquetas no sentó bien a la imaginación. Tuvimos que dar la vuelta, fijarnos en el pasado. Solo hizo empeorar la decadencia, pero bueno…-los ojos del abuelo estaban llenos de nostalgia, como los insectos que se fosilizan y transforman en ámbar-Había un cantante afroamericano que se sentía blanco y rehusó de su raza, un hindú famélico que defendió  patria y paz con el acrosport, una poetisa que se hizo pasar por prostituta cinematográfica, un famoso escritor de terror atrapado en el repetitivo ciclo de su creación, un científico pacifista que inventó la bomba atómica…
 -Ninguna de esa gente me suena, abuelo.
 -Lo sé, lo sé. Y a mí cada vez menos…Lo raro es que todos eran del siglo XX… Seguro que hubo personajes mucho más importantes en otras épocas, pero parece que lo único que sobrevive al paso del tiempo es lo engullido por la televisión y las masas, aunque siempre acaben por excretarlo.
                -¿Y ya se ha ido al baño?
 -Sí, hace mucho. Al menos antes importaba la cultura y su evolución, aunque hubiera que copiar lo que había antes…Dicen que más vale destruir la civilización antes que estancarla en la emulación al pasado…Pero los renacentistas imitaron el mundo clásico y nadie dijo nada.
 -¿Renacimiento de qué?
 -Déjalo, no importa. Ahora todo da igual, solo multinacionales y líneas de programación-el abuelo dio un golpe sobre la mesa, aquel mueble de sofisticada tecnología sueca, aquel mueble cuya semilla compró y tuvo que plantar a la espera de un roble que talar.
 -¿Pero me vas a contar lo del cristianismo o no?
 -Ah, sí-el abuelo dejó de pensar en cómo destruir Suecia. Al fin y al cabo, aquellos demonios de piel blanca habían inventado la dinamita-Sé bastante sobre esa religión. De hecho, fui creyente durante algún tiempo.
 -¿Tú?
 -Sí, sé que la católica de tu mamá y el dócil de tu papá me tienen como el arquetipo perfecto de hereje. Pero en otros tiempos no fui así. Yo quería creer en algo, y el capitalismo del siglo XX se me parecía demasiado a la basura de todos los días. Así que investigué un poco aquel dogma supersticioso que se extinguió poco antes de que yo naciera. Sobran las explicaciones sobre él, tu madre te agobia todo el día con Jesucristo-el chico arqueó las cejas con desdén-Pero tú lo tienes más fácil, ¿sabes? Te haces ateo por la inercia, yo tuve que luchar contra mi propia fe. De hecho, me arrepiento de no haber descubierto la verdad antes de criar a tu madre, me habría ahorrado convertirla en una fundamentalista.
                -¿Y?
 -Chico, no vale con aislarse de lo que no te gusta a base de ruidos. Hay que enfrentarse a ello.
 -¿Pero no es lo mismo?
 -No, no lo es. Tú solo eres un nihilista que sigue la conducta actual. De haber nacido hace cuatrocientos años, creerías en Dios. De haber sido hace un millón, adorarías a una piedra. Nieto mío, siento decírtelo pero…por culpa de la gente como tú la humanidad está acabada. Preferiría que siguieses los pasos de tu madre, al menos irías contracorriente.
 -Abuelo, eso también es pura inercia.
 -El fin a veces justifica los medios
 -¿Cuándo sí y cuando no?
 -Si crees en verdades absolutas, deberías de hacerte cristiano.
                -Prefiero conocer esa ``verdad´´ de la que hablas. ¿Cuál es?
 -Ahí arriba no hay nada. Solo oscuridad y vacío, como aquí abajo, pero en la Tierra hay sonido para quejarse y oír quejas.
 -¿Cuándo te diste cuenta de ello?
 -Hace mucho…Intenté darle un sentido, pero no lo tiene. Es así y ya está, adornarlo sería como construir otro templo. Mira… ¿Oíste hablar de aquel supuesto perturbado que quería viajar al pasado para matar a Hitler y evitar sus atrocidades?
 -¿Quién era ese Hitler?
                -Un desalmado que provocó un apocalipsis y lucho sin éxito contra los que crearían el siguiente.  Según dicen, negativo y negativo es positivo, pero la historia no es una operación matemática…-el abuelo empezaba a sumergirse en pensamientos extraños y divergentes. Quizá el humo de los incendios callejeros se había filtrado a través de los recovecos del hogar, burlando la protección de las sólidas paredes. Era una casa resistente, pero no podía ni debía ser indiferente al exterior.
 -¡Abuelo! ¡Te estás durmiendo!
 -Lo siento, cariño.  Me he repetido esa anécdota tantas veces…Pero ahora que lo pienso, creo que no se la he contado a nadie. Verás, ocurrió antes de que el tipo del que te hablé intentase cambiar el curso de la historia…De aquella yo era joven y emprendedor. Estudiaba en una universidad…
                -¿Los manicomios? ¿Estabas loco, te internaron allí?
 -No, no. Esa es una acepción moderna de la palabra universidad. En el pasado, las universidades eran lugares de enseñanza, como las escuelas, solo que te prohibían entrar, no
escapar. Como te decía, en aquella época se empezaban a desarrollar los viajes temporales, antes de que la opinión pública los calificase de ``terrorismo cronológico´´.
 -¿Es que poníais bombas?
-Chaval, deja las etiquetas. Y no poníamos, ponían. ..Y ponen. Simplemente había personas, verdaderos revolucionarios, deseosos de impedir el nacimiento del capitalismo.
 -¿Y lo conseguisteis?-preguntó el chico sobresaltado, con la esperanza de que su abuelo no hubiese sido una mera mota de polvo.
                -¡Ya te lo he dicho! Yo no quería cambiar las cosas, a lo hecho, pecho. Mi objetivo era más simple: ver el origen del hombre y verificar que la Biblia estaba en lo cierto.
 El rostro del chico parecía caer en la desilusión. Comprobar la veracidad de los hechos no era tan satisfactorio como destruirlos.
 -¿Acaso querías me rebelara contra la autoridad? ¿Eso lo dice el mismo chiquillo que todos los días se coloca los auriculares y se traga el pan y circo que emiten todas esas pantallas?-señala, furioso, el plasma líquido y emisor de imágenes, un concepto que debería de ser el cuarto estado de la materia, pero, más que eso, se convirtió en el centro de todo y todos-¿No te das cuenta? ¿Quién te vende esas falsas ideas de revolución? ¡Las multinacionales! Ser insurrecto no significa llevar una cresta barroca, ni un pin con la A de la anarquía. No son símbolos,  son hechos.
 -Lo siento, abuelo. ¿Qué tal si sigues con tu historia?
 Aquel padre de su madre estaba a punto de continuar, embargado de la emoción  que le causaba expresar aquella historia al mundo, o al menos a su sección más imberbe. Entonces, vio el ritual repetido mil y una noches por su nieto, aquella acción contradictoria, que aislaba de una parte de la realidad y conectaba violentamente con otra: el chico volvía a tener puestos los auriculares, asintiendo a cada gesto del abuelo. Debía de confundir los aullidos digitales con las valiosas palabras de su aún vivo ancestro.
 El abuelo, nuevamente inspirado por el odio, salió del salón tan rápido como se lo permitieron sus piernas y su orgullo. Estaba harto. Harto de aquella sociedad, y harto de los frutos malformados y estériles que esta  estaba dejando para el futuro. Subió a su cuarto, queriendo alejarse de todo.  Por el hecho de que le dieran alojamiento, comida y ese sucedáneo del afecto que a veces llamamos calor humano, las notables diferencias ideológicas con su yerno y con su hija quedaban reprimidas en el fondo de su ser, aunque de vez en cuando emergían cual magma sólido transformado en lava y humo que niebla la razón.
 La madre del chico solía reprochar al abuelo su hipocresía. Él alegaba que era la vejez la que le impedía valerse por sí solo.
 -Además, si hablamos de contradicciones, huelga decir que los burdeles más prestigiosos estaban en Roma-solía añadir en semejante discusión, siempre ``terminada´´ en un bucle infinito.
 A pesar de los numerosos avances científicos, las etapas de la vida seguían siendo las etapas de la vida. Y es inevitable esa lucha contra la muerte, que empieza al salir del útero y acaba al meterse en un compartimento algo más grande.
                Al notar un profundo dolor en el corazón, se tumbó sobre la cama, puede que implorando a aquel dios imaginario al que había alabado y maldecido tantas veces. No se fiaba de los médicos , esos científicos que delegaron sus responsabilidades a programas informáticos. Creyó ver a alguien en el espejo, sin caer en la cuenta de que se traba de su propio reflejo. En aquella figura misteriosa encontró un oyente adecuado.
 -Todo eran selvas…Selvas y selvas. Aunque supongo que era normal, pues estaba en África. Las dificultades del viaje me hacían vomitar cada poco…En un momento dado, vi dos figuras erectas. Obviamente, solo se podía tratar de personas. Pero no, no era así. Faltaban muchos millones de años para eso. Creo que eran monos, quizá ancestros de la raza humana.  Macho y hembra… ¡Como en la Biblia! Realmente debían de ser los verdaderos Adán y Eva, sin la distorsión de los mitos y el paso del tiempo. ..
 -¿Qué pasó, abuelo? Me siento muy emocionado-no era necesario ser ventrílocuo para engañar a la mente con falsos receptores, servía con tener muchos pensamientos reprimidos.
 -…Yo no pensaba en lo ilógico del hecho y de la propia leyenda. ¿Cómo podían ser ellos los padres de toda la humanidad? ¿Y la más que probable endogamia? Aunque quizás eso explicase la locura y decadencia del ser humano.
 -Pero, ¿cómo fue que te volviste ateo?
 -Tranquilo, no te precipites. En realidad no me creía la Biblia al pie de la letra, tomaba las cosas como metáforas. Pero pensaba que todo tenía que tener un origen, si no, ¿qué sentido tendría mi fe? La cuestión es que me dio un arrebato de rabia el contemplar…Semejante escena…Ver tal parodia de Adán y Eva. Con ese aspecto simiesco y sucio, parecían ser caricaturas. ¡Ellos tenían que ser humanos, por Dios, no animales! ¿Alguien cree en una bestia? ¡NO!
 -¿Qué hiciste, amado pariente?
 -¡Saqué el cuchillo de mi mochila! ¡Lo empuñé como un barbero! ¡Y los afeité, les di dignidad, les di humanidad!
 -¿No has pensado que a lo mejor tú eres el causante de la violencia humana? Esas alimañas a las que dejaste sin pelo salieron corriendo. Enloquecidas y por el frío que tenían al perder su pelaje, mataron a los animales que antes eran sus vecinos, a sangre fría. Usaron piedras, usaron palos.  Realmente, así hablo Zaratustra.
 -¡Sí, sí! ¡Lo sé! Pero, ¿qué sabía yo? Jugaba con fuego, como toda mi condenada especie. Pero lo peor…Lo peor estaba por llegar. Fue lo que me hizo perder la fe. Fue observar durante unos instantes los cuerpos de aquellos monos afeitados…Y toda la historia de Adán y Eva se fue al garete…Dios no podía haberlos creado a partir del barro…En el vientre de cada uno resaltaba un ombligo.
Y luego, el abuelo no sintió nada más.



Las nubes grises de Pripyat

                            Omar Fernández Robledo (1º de Bachillerato)

Prólogo:


“Camaradas… Compatriotas… Compañeros…
Nuestra amada patria nos necesita con gran urgencia. Hoy sufre las embestidas de un nuevo enemigo: la radiación.
Como todos sabéis, en la central de Chernóbil ha sucedido un acontecimiento que nos complica las cosas. Los cuatro reactores han colapsado.
Aún recuerdo cuando, con la ayuda de todos, camaradas, vencimos el yugo de la opresión que se cernía sobre nuestro querido país, sobre nuestro cuello… Entre nosotros contamos con verdaderos héroes, con personas que arriesgaron sus vidas por un nuevo amanecer para todos… Para todos –repitió–, hijos y padres que lucharon en la guerra y madres y mujeres que se desvivieron por sostener nuestra economía fuera del frente.
Hoy os pido… Hoy os pedimos a todos la colaboración que antaño nos ha sido tan beneficiosa, por la patria, contra los enemigos de nuestra madre. –Dio un fuerte golpe contra la mesa en la que estaba dando su discurso– ¡Debemos devolverles el favor a nuestros héroes, por ellos hemos visto tantos amaneceres en nuestra madre patria! –gritó–
El enemigo avanza raudo y con fuerza, al igual que nosotros lo hicimos en el pasado. Esta vez nos toca hacer el trabajo en el que tantos cayeron. Hoy nos toca atajar las envestidas, encerrarle para que no avance, y liquidarlo allí dentro. Necesitamos camaradas para que el enemigo, que se ha apoderado de Chernóbil, pueda desaparecer para siempre.
Hoy, vuestra patria os necesita para volver a ser libre. La han atacado, y eso no lo vamos a permitir. Hoy, vuestra patria os pide que le devolváis el favor que hasta ahora os ha hecho, permitiéndoos disfrutar en estas tierras. Es hora de responder su llamada. ¡Por la patria, camaradas!”

Capítulo 1


Estaba en la terraza, fumando un cigarrillo, cuando vi una pequeña explosión a lo lejos. Desde aquel lugar se vislumbraba una pequeña parte del reactor. En aquel lugar me había parecido ver la explosión. Mi hijo Iván, de ocho años, y mi esposa Iryna, que, al igual que yo, tenía veintisiete años, estaban durmiendo.
Fui corriendo hacia la habitación en la que se encontraba mi mujer y observé que estaba sentada sobre la cama.
-          ¿Te ha despertado el ruido, cariño? –dije con voz quebrada.
-          ¿Qué ha sido eso, Vasyl? Me ha sobresaltado…
-          Ha habido una explosión. Al menos eso parecía…
-          ¿Dónde ha sido?
-          En… –las palabras se ahogaron en mi garganta y me impidieron hablar durante unos segundos.
Me miró asustada durante casi un minuto, hasta que finalmente pude articular una frase coherente:
-          En la central de Chernóbil –dije.
Fuimos juntos a la terraza, pasando por el comedor, para cerciorarnos de que lo que había visto minutos antes era verdad. Las explosiones no paraban de sucederse, cada vez con menos lapso de tiempo entre ellas. El ruido no tardó en despertar a nuestro hijo, que vino corriendo desde su habitación, con los ojos enjugados en lágrimas.
-          ¡Mamá! ¡Papá! ¿Qué ha sido eso?
Iryna y yo nos miramos. Le hice un gesto con la cabeza indicándole que se llevara al niño a la habitación e intentara que se durmiera, y así lo hizo. Me quedé mientras tanto en la terraza con la mirada perdida en la pequeña parte de la central que se podía observar desde aquel edificio. “Una buena noche para tener insomnio, Vasyl”, pensé.
Pasaron los minutos con pequeñas explosiones continuadas hasta que de repente cesaron. Pensé que todo había terminado, pero me equivocaba. Todavía quedaba el clímax. Una gran explosión se pudo ver aquella noche. El hongo de la explosión se levantó decenas de metros sobre la central, haciéndola claramente visible desde aquella terraza. El ruido fue estruendoso, incluso desde Prypiat (donde nos encontrábamos), situada a cuarenta km de la central.
Oí los llantos de Iván desde allí, así que me dirigí lo más rápido que pude a su habitación. Estaba tumbado en la cama, e Iryna estaba sentada mirándole fijamente. Al entrar en la habitación, ella volvió su cara hacia mí. Entonces pude ver que de sus ojos brotaban lágrimas. Estábamos todos tan asustados como Iván.
*****
Nos pasamos las siguientes horas callados en la habitación con nuestro hijo, tratando de tranquilizarnos. No pasaron más de dos horas antes de que comenzáramos a oír los vehículos del ejército circular por las calles de la ciudad. Los megáfonos sonaban más alto que nunca en aquel silencio reinante. Nos vestimos con la ropa del día anterior y bajamos tan rápido como pudimos a la calle.
Recuerdo varios autobuses en fila para evacuar a todo el mundo. La gente se amontonaba, y trataba de entrar rápido. Nadie llevaba equipaje de ningún tipo. Los veinte minutos que estuvimos esperando en aquel colectivo fueron los más largos de mi vida hasta entonces. Después, nos llevaron unos veinte km al sureste, donde ayudamos a montar una suerte de campamentos improvisados con tiendas de campaña de tamaño colosal. Allí pasamos el resto de la noche, sin pegar ojo ninguno de los tres.

Capítulo 2


A la mañana siguiente escuchamos por primera vez el discurso de nuestro presidente, el camarada Kuchma. Lo repitieron tal cantidad de veces por megafonía que llegamos a aprendérnoslo.
Los primeros días en aquel campamento nos los pasamos en la enfermería, dado que cada tres horas teníamos que tomarnos unas pastillas para la radiación. Todo el mundo estaba nervioso por aquel percance con el reactor de Chernóbil, pero confiábamos en nuestro presidente.
*****
El segundo día que pasábamos en el campamento empezaron los problemas. La comida escaseaba más en aquel campamento que en las casas que habitábamos, lo cual ya era mucho. Las medicinas, además, comenzaron a agotarse, hasta tal punto que empezaron a comerciar con ellas en lugar de repartirlas entre los que estaban en el campamento. La necesidad de dinero fue aumentando, y el dinero con el que salimos de casa, menguando.
Al siguiente día, el tercero en aquel campamento, aparecieron camiones con militares que ofrecían trabajo. Por lo visto se dividían en grupos para limpiar la central y los alrededores. Algunos trabajaban ocho horas, y otros apenas unos segundos. Sin embargo, los que menos trabajaban cobraban ochenta dólares semanales, mientras que los que trabajaban ocho horas, cobraban sesenta dólares a la semana. Ese dinero, sin duda, sería esencial para continuar viviendo en aquellas condiciones. Por si fuera poco, ofrecían una casa propia para todo aquél que se apuntara.
Poco a poco, se fueron juntando jóvenes y no tan jóvenes dispuestos a unirse al primer grupo de limpiadores que se dirigiría a la central. No habían pasado más de un par de horas desde que el camión que reclutaba gente para limpiar la central había llegado y ya estaba saturado de gente que quería apuntarse. Yo era uno de ellos.
*****
-          ¿Sabes, cariño? Estoy planteándome unirme a los limpiadores de la central. Hay que limpiar la zona cuanto antes para poder volver a vivir en nuestra casa.
-          Vasyl, te quiero mucho… ¿Qué haríamos si te pasara algo? –dijo con una lágrima corriendo por sus mejillas.
-          No me va a pasar nada, Iryna. Nos darán unos trajes con protección, además, trabajaremos un tiempo estipulado diariamente para que no nos pase nada.
-          Tu hijo estará orgulloso de ti aunque acabes bajo tierra…
Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos y la abracé. Nos quedamos así durante casi un minuto, unidos, con las lágrimas brotando por nuestras mejillas.
-          Sois lo mejor que me ha pasado en esta vida. Nunca lo olvides, Iry…

Capítulo 3


Al día siguiente partía la primera expedición hacia Chernóbil con los primeros limpiadores. Ese día me levanté temprano y me fui con el resto de la expedición sin desayunar, pues los primeros efectos de la falta de suministros comenzaban. Los militares nos dirigieron a un enorme autobús blanco, ensuciado por el polvo de aquel lugar. Subimos y pusimos rumbo hacia la central de Chernóbil. El resto de mis compañeros entonaban cánticos recordando antiguas hazañas por la patria.
*****
Tardamos cerca de una hora en llegar a la central, puesto que el autocar no podía ir demasiado rápido por aquel terreno estando tan cargado de gente como estaba. El nuestro era el primero en un convoy de cinco autocares idénticos, sólo distinguidos por un número puesto en la parte superior de la luna delantera en un cartel blanco.
Cuando finalizamos el trayecto y llegamos al destino, bajamos rápido del autobús para ponernos manos a la obra. Nos bajaron a todos del autobús y nos pusieron en corro frente a un sargento que nos explicó cómo iban las cosas:
Camaradas, compañeros, paso a explicar cómo se organizará esto.
Habrá tres grupos distintos:
El primer grupo se encargará de limpiar los alrededores de la central, así como el pueblo de Chernóbil para poder hacer habitables de nuevo esas zonas.
El segundo grupo limpiará la parte baja de la central, trabajando, al igual que el primer grupo, ocho horas diarias y cobrando sesenta dólares a la semana.
El tercer grupo se encargará de limpiar la azotea. El tiempo de trabajo por persona será de veinte segundos al día, cobrando ochenta dólares semanales. Se encargarán de recoger las planchas de grafito que encuentren y arrojarlas al interior de los reactores. Tendrán que hacerlo en tiempo record, no se aceptarán personas que superen los treinta años de edad en este grupo.
Os encargaréis vosotros de realizar unos trajes con planchas de plomo para mantener la radiación alejada de vuestro cuerpo.
Los que se incorporen al grupo tres, al término de su labor, volverán a sus casas con su familia. Además, una vez a la semana, todos pasaréis revisión médica.
Después de esto, los que no alcanzábamos los treinta años, tratamos de apuntarnos al tercer grupo. Cobrábamos más y trabajábamos menos. Fui unos de los seleccionados para aquel grupo.

Capítulo 4


La siguiente semana fue rutinaria. Me despertaba, desayunaba, cogía el autocar a la central con el resto de limpiadores y llegábamos a la central. No tardamos en encontrar unas planchas de plomo que nos sirvieron parar cubrirnos el pecho, y unas máscaras para cubrir nariz y boca, así que nos lo poníamos antes de subir al techo de la central.
*****
Había pasado ya una semana desde que había comenzado mi labor como limpiador. Como de costumbre, me subí al autobús y esperé a la llegada a la central. Me puse las placas de plomo protectoras en el pecho y una mascarilla en la cara.
-          Vasyl, como todos los días. Sube lo más rápido que puedas, coge una plancha, tírala al hueco del reactor y baja ipso facto, ¿entendido?
-          Sí, sargento.
Subí por una escalera de mano todo lo rápido que pude hasta la parte superior de la central. Las manos me temblaban por el esfuerzo realizado y las piernas apenas soportaban mi peso. A duras penas llegué arriba, corrí hacia una plancha de grafito que estaba tirada a escasos metros de mí, la cogí, y la tiré al hueco del reactor tan rápido como pude. Volví corriendo hacia la escalerilla de mano sin fijarme muy bien donde pisaba, por lo que me caí de bruces. Estuve cerca de 10 segundos en el suelo a causa del mareo y del dolor muscular y de cabeza que me aquejaba. Me levanté en cuanto recobré la consciencia y bajé por la escalerilla de mano tan rápido como pude.
Una vez abajo, subió el siguiente limpiador y me dirigí a la tienda de campaña del médico donde me harían la revisión.
-          Que pase el siguiente –dijo el médico.
Ya era mi turno, así que entré en la consulta mirando al suelo, todavía mareado y con dolor de cabeza.
-          Vasyl… ¿cómo tú por aquí?
-          Perdone, creo que me confunde, yo no le conozco…
-          ¿Cómo que no me conoces? Soy Roman, el hermano de Iryna.
-          ¡Ah, claro, Roman! Perdón, hace tantos años que no te veo…
-          Claro, desde vuestra boda. He estado ocupado de aquí para allá… Súbete a esta camilla y túmbate.
Hice lo que me mandó y me tumbé boca arriba en aquella camilla hasta que por fin terminó la revisión y Roman se dirigió a mí.
-          Vasyl, ¿tienes mareos, dolores de cabeza…?
-          Esto… ¿mareos? Sí, supongo que será por la falta de comida que hay en el campamento, somos muchos y no siempre puedo desayunar algo antes de venir a trabajar…
-          ¿Y dolor de cabeza?
-          Claro, pero es normal con el ruido que hay aquí y en el campamento. Lo raro sería lo contrario, ¿no?
Roman suspiró y me miró con aire compungido
-          Puede ser, Vasyl, puede ser. Saluda a Iryna de mi parte, dile que la echo de menos.
-          Claro, eso haré.

Capítulo 5


Ya había pasado una semana desde el día en que me había apuntado al grupo de limpiadores de la central de Chernóbil. Como todos los días, cogí el autobús para dirigirme a la central con el resto de mis compañeros. Lo que antaño eran vítores y cánticos en el autobús, se había tornado en el más absoluto de los silencios, solamente interrumpido por el ruido del motor o el choque del autocar con algún bache.
Dediqué aquella mañana del octavo día a recubrir, junto con el resto de limpiadores del grupo del tejado, las máquinas con plomo para poder comenzar la construcción del sarcófago cuanto antes y evitar que la radiación se expandiera más por aquella zona.
-          Vasyl, ¿has visto los anuncios de los periódicos para reclutar limpiadores? Anuncian que todos los que trabajan de limpiadores tienen tanto vodka gratis como quieran, ¿dónde se habrá quedado? –dijo un compañero con aire enfurecido.
-          ¿Vodka gratis? Me conformaría con unas pastillas para el mareo, o algo de ropa para cambiarnos…
*****
Por la tarde de ese mismo día ya teníamos recubiertas de plomo todas las máquinas que estaban preparadas para la construcción del sarcófago que cubriría el reactor de la ciudad y que permitiría la desintegración de la radiación en su interior, sin posibilidad de propagación. La idea había sido, según nos dijeron los militares, del presidente Leonid Kuchma.
Esa tarde íbamos a recoger los últimos pedazos de grafito que quedaran en el tejado. Ya era tarde, por lo que todos queríamos darnos prisa para volver a nuestras casas y dormir hasta el día siguiente, en el que comenzaríamos la construcción.
Llegó mi turno y me dirigí a las escaleras para comenzar la subida.
-          Vasyl, ¿no te pones la cobertura de plomo y la mascarilla? –me dijo un compañero.
-          No nos queda plomo, lo hemos gastado todo en recubrir la maquinaria. Sólo serán veinte segundos, no me hará falta mascarilla. Además, ¿no ves que nadie lleva mascarilla ya? Debe de haberse reducido el nivel de radiación esta mañana –respondí.
Subí la escalera todo lo rápido que pude, cogí una de las últimas placas de grafito que quedaban por allí y la tiré al reactor. Bajé por las escaleras rápido, como de costumbre. Una vez abajo me dirigí al autobús, dispuesto a volver a casa.

Capítulo 6


Era ya el noveno día desde que habían comenzado las tareas de limpieza en la central de Chernóbil. Al fin había llegado el día del comienzo de la construcción del enorme sarcófago de plomo. Habían traído esa misma noche un cargamento de plomo para comenzar la construcción.
Me levanté con un fuerte dolor de cabeza y un mareo que me hubiera hecho caer de bruces si no me hubiera agarrado a la pata de la cama. Me paseé por primera vez por aquella casa que nos habían prometido el primer día y que no pudimos disfrutar hasta esa misma noche. Era bastante pequeña y sucia, pero con el tiempo nos acostumbraríamos a ella. Fui al baño y, mientras orinaba, noté un dolor fuerte en los riñones que me hizo caer al suelo. Gracias a Dios, mi mujer y mi hijo seguían dormidos y no se habían dado cuenta, así que me levanté y, sin desayunar, me fui al autobús.
Llegué a la central como de costumbre, preparado para trabajar en la construcción del sarcófago. Llevaban preparando los cimientos toda la noche en otros turnos, con voluntarios de Kiev y otras ciudades cercanas a Prypiat y Chernóbil. Nos dieron cascos a todos los que llegamos allí a trabajar y nos repartieron las zonas de trabajo. Me asignaron la parte del sarcófago que cubría los primeros metros del reactor por la parte frontal.
Subí y me puse a colocar y atornillar placas de plomo a las órdenes del sargento. El dolor de cabeza acrecentó en ese instante y volví a marearme. Me tambaleé sobre las vigas y me sujeté en el último momento a un puntal que estaba a mi lado.
-          Vasyl, a la enfermería inmediatamente. ¡Bájese de ahí! –gritó el sargento, preocupado.
Bajé y me dirigí a la tienda de campaña de Roman tan rápido como me fue posible, acompañado del sargento encargado de nosotros. Entré tambaleándome, mareado. Todo daba vueltas, las luces presentaban un haz alrededor, borroso, que me impedía distinguir nada, ni lejos, ni cerca. Entonces me desmayé.

Capítulo 7


Me desperté tendido en la camilla de la tienda de campaña, con la cara de Roman pegada a la mía, tomándome el pulso. Le miré con los ojos medio cerrados, todavía sin distinguir muy bien lo que veía.
-          Roman…
-          Estoy aquí, tranquilo. Te has desmayado al llegar a la tienda de campaña. Nos has dado un buen susto. ¿Estás bien? ¿Sigues mareado?
Tosí, y volví a notar otra vez dolores en ambos riñones y en la cabeza. El dolor ahogó mis palabras impidiendo su salida. Volví a marearme, y a notar que todo daba vueltas.
-          ¡Eh! ¡Eh! Vamos, Vasyl, vamos –decía Roman dándome bofetadas en la cara tratando de que despertara.
Por un segundo volví a recobrar la visión y dejé de marearme, pero el dolor aún me impedía hablar con claridad. Sin embargo, balbuceé unas palabras:
-          Roman, para…
Roman paró, traté de incorporarme y, costosamente, lo conseguí. Me senté al borde de la camilla, con mueca de dolor, mirando fijamente a los ojos del médico.
-          ¿Qué me pasa?
Una lágrima se precipitó por su mejilla hasta caer al suelo. Me puse nervioso y le repetí en voz más alta.
-          Sería más correcto decir qué no te pasa, Vasyl… Los dolores en los riñones son causadas por varios cálculos renales.
-          ¿Esa es también la causa de que me maree? –le interrumpí.
-          No. Te mareas porque empiezas a tener síntomas de desnutrición. Además, te hemos tomado una muestra de sangre y estaba coagulada. No es normal que la sangre se coagule dentro de las venas sin haber ninguna herida ni rasguño… Tu sistema inmunitario parece haberse desactivado por arte de magia, no hace ninguna función…
Un largo silencio se apoderó de la estancia. Comencé a pensar en mi hijo Iván y en mi mujer Iryna. Tenía razón, Iván estaría orgulloso de mí, aunque yo acabara bajo tierra… La cara de Roman dejaba entrever que mi situación era realmente grave.
-          ¿Qué podemos hacer, Roman?
-          Creo que no lo has entendido, Vasyl. La radiación está haciendo mella en ti, y no comer lo está empeorando todo. Me sorprende que aún estés despierto…
Las lágrimas brotaron de mis ojos como si de un manantial se tratase.

Capítulo 8


Tras pasarme casi toda la tarde en aquella improvisada enfermería, cogí el autobús para volver a casa. Entré en casa y vi a mi mujer y mi hijo en el comedor, sentados en el suelo, jugando. Las lágrimas volvieron a brotar incesantemente de mis ojos. Iryna me miró.
-         ¿Qué te pasa Vasyl?
-         No me pasa nada, cariño. Se me ha debido de meter algo en el ojo –dije mientras tosía.
Me acerqué a ellos, le di un beso a mi mujer y abracé a mi hijo Iván. Después un minuto en silencio, abrazados, le pregunté:
-         ¿Eres feliz?
Iván se limitó a asentir y sonreír. Al fin y al cabo, tenía ocho años y no sabía lo que estaba pasando en aquel momento. Le hice un gesto con la cabeza a mi mujer indicándole que saliéramos afuera. Yo salí delante y ella me siguió.
*****
Se me perdió la mirada en el horizonte, mirando donde tierra y cielo se fundían en uno. La tierra, desde aquél fatídico día, se había vuelvo grisácea. El cielo había perdido su color para ser igual que la tierra. Las nubes lo cubrían, dándole un tono más oscuro y tenue, impidiendo que la luz del Sol, si es que todavía existía, diera color a aquel perdido lugar.
-          Lo siento, Iryna –le dije con la mirada perdida aún en el horizonte.
-          No tienes nada de lo que disculparte… –dijo, y comenzó a sollozar.
Fue entonces cuando volví a notar que el dolor de cabeza se acentuaba, y me volví a marear. Ya no veía nítido. Todo era una simple mancha de color gris, que tapaba incluso a mi esposa. Me costaba respirar y me caí al suelo de espaldas.
-          Vasyl, amor. No me dejes…
-          Lo siento –dije callándola.
En ese instante cerré los ojos por última vez.

Epílogo


Tras la muerte de Vasyl, la construcción del sarcófago continuó y se terminó. Muchos perecieron al igual que él por la radiación, pero su valor no conocía barreras ni miedos. Cuando finalizaron, colocaron su bandera en lo alto. Ésta ondeó en lo más alto, recordando la victoria de todos aquellos que participaron en su construcción y limpieza, caídos o no.
Algunos de los participantes pudieron continuar algunos años con su vida. La mayoría de ellos sufrió enfermedades a causa de la radiación. Sólo les quedó como recuerdo una mísera pensión, hasta que, pasados unos meses, se construyó una enorme estatua en honor a todos los caídos en la construcción de dicho sarcófago.
Parecía que Chernóbil había acabado. Sin embargo, en el 2004 el sarcófago comenzó a resquebrajarse, por lo que comenzaron la construcción de uno nuevo. Se espera que esté finalizado para el 2012.




León perdido
                                   Cristina Martín Rey (1º de ESO)
                                                                                                        
    

Normalmente, un león, no ruge para que le tiren un trozo de carne cruda, lo busca él solo; ni duerme en una manta bajo la sombra de una choza, duerme en el suelo bajo la sombra de un árbol; ni se refresca en el agua jugando con una niña llamada Kamaria, simplemente se refresca.

Yo hacía todo eso que no hace un león y ahora mismo os voy a contar cómo llegué a esto:

Todo empezó cuando yo era aún un cachorro. Era un maravilloso día soleado, cuando, de repente, se oyó un disparo. Mi madre había sido alcanzada. Todos los leones habían salido corriendo excepto mis hermanas y yo, que nos negábamos a separarnos de nuestra mamá. Les dije a mis hermanas que se escondieran detrás de un arbusto cercano. Ellas accedieron. Yo empecé a lamerle la herida a mi madre, pero, era demasiado tarde.

Tuve suerte, si se puede llamar así porque, en vez de dispararme, me enjaularon y me subieron a un camión junto a mi mamá. No podía soportar ver a mi madre muerta y me intenté dormir. Lo conseguí.

Pasado un tiempo dentro de una celda, me desperté al notar un bache en el camino y, después, se cayó la jaula en la que yo me encontraba. Al tocar el suelo, aquella cárcel se abrió. Salí un poco asustado. Desconocía ese lugar. Nada más salir, lo primero que vi fue una manada de leones. Huí corriendo hasta un matorral. Luego los observé más atentamente para ver si eran conocidos. La verdad, no me parecieron conocidos, pero había que intentarlo, así que, me acerqué. Cuidadosamente caminaba hacia ellos, pero no me pusieron precisamente una cara de buenos amigos. Tras esconderme de nuevo en el matorral, decidí caminar hacia el lado opuesto al de donde estaba la manada de leones.

Tras un largo trecho caminando noté hambre y sed, pero el agua era lo que más necesitaba en aquel momento. Casualmente, en el horizonte, logré divisar un pequeño lago y me dirigí hacia él. Ya estaba cerca cuando aprecié otras figuras alrededor del lago. Había cebras, jirafas, ñúes, e incluso, un poco más allá, dónde cubría más el lago, había elefantes. Me quedé asombrado. Desde allí, el lago, parecía mucho más grande, además, se supone que un león debe cazar a otros animales, pero yo era tan pequeño y aquellos animales me parecían tan grandes que no tuve valor para salir del arbusto en el que me había escondido a cazar ninguno. Ahora sé que hice lo correcto. Esperé.

Anocheció. Los animales se iban marchando del lugar. Cuando finalmente me sentí seguro, me acerqué rápidamente al agua y empecé a beber ávidamente, pues tenía mucha sed y miedo a que algún animal me atacara. Acabé y me escondí, de nuevo, en el arbusto. Me dormí.

Al día siguiente me desperté con el barrito de un elefante solitario refrescándose en el lago, en aquella parte en la que el agua cubría más.

Me sorprendí al ver que no había otro animal en el lago y aproveché para beber otro poco. Entonces entendí por qué no había nadie, pues cuando empecé a beber, el elefante se dirigió hacia mí corriendo y mirándome amenazadoramente. Me fui huyendo rápidamente del lugar.

Caminaba lentamente buscando desesperado algo que comer. Me era imposible cazar, era demasiado pequeño para eso, pero, ante todo, no quería morir. Seguiría luchando hasta que mi cuerpo no cediera.

Seguí caminando en busca de algo que comer y llegué a una aldea. Pensé que quizá, con un poco de buena suerte, podría cazar algún animal doméstico. Vi un perro pequeño al lado de una cabaña, pero, cuando estaba decidido a salir, vi a unos niños entrar en mi campo de caza. Intenté pasar desapercibido detrás de unas rocas que había allí cerca, sin embargo, creo que me vio una niña que, tras decirle a sus amigos que fueran al centro de la aldea a jugar, fue a la que supongo sería su casa y, cuando volvió, me tiró un trozo de carne cruda. Yo, sin pensármelo dos veces, empecé a comerme la porción de carne que me había entregado la niña. Ella aprovechó que yo estaba distraído para acariciarme. Esa sensación me gustó, ya que me recordaba a los lamidos de mi madre cuando me limpiaba.

Después de acabarme la carne, la niña me cogió en brazos. No me resistí, pues si ella me cuidaba jamás pasaría hambre. La niña me llevó a su casa y allí les preguntó a sus padres si podía quedarse conmigo. Por desgracia para ella y para mí dijeron que no. No sabía que iba a pasar. Ella no me sacó de la cabaña, me llevó a su habitación, muy pequeña, y me dejó debajo de la cama.

Cada día, la niña, me traía una porción de carne cruda a escondidas y me contaba una historia. Así fue como fui aprendiendo el lenguaje corporal humano. También aprendí el nombre de la niña que me cuidaba: Kamaria.

Fueron pasando los días. Cada vez me hacía más grande, tan grande que Kamaria había decidido sacarme de la cabaña y cuidarme fuera. Por desgracia, cuando me sacó de la cabaña, un vecino me vio y rápidamente apartó a mi asustada cuidadora. Llamó a todos los hombres del pueblo. Yo me quedé sentado sin hacer nada. Los hombres se acumulaban alrededor de mí con armas en sus manos. Pensaba que me iban a disparar, pero luego comprendí que estaban esperando mi ataque. Esto era normal, ya que ellos son muy respetuosos con la naturaleza y opinan que si esta no ataca no hace falta dañarla, pero, claro, ellos también tienen que alimentarse y, aunque no les guste, tienen que comer carne. Cuidan, entre todos, un rebaño de unos animales que nunca conocí.

¡El ganado! Cuando todos estaban alrededor de mí, no se estaban percatando de la presencia de dos hienas que entraban decididas a comerse un animal en el recinto cercado. Una de ellas saltó la valla y la otra le siguió. No podía dejar que alguna de esas hienas mordiera a un pobre animal del pueblo. Me levanté. El pueblo comprendió y me dejó pasar. Entonces corrí hacia las hienas. Salté también la valla y mordí a una de las infiltradas. Esta chilló y huyó sucedida de la otra hiena que, tras saltar de nuevo la valla, de la prisa que llevaba, se cayó. Realmente se habían asustado. Yo rugí por primera vez y me sentí fuerte. Luego me miré la pata delantera derecha y me di cuenta de que estaba herida. Seguramente, cuando mordí a la hiena, esta me había devuelto la jugada. Por eso la había soltado.

Después de la pelea, que transcurrió sin hacer ningún daño al ganado, me fui cojeando hacia mi pequeña cuidadora. No llegué hasta Kamaria, pues no pude saltar la valla debido a mi pata herida. Al no poder llegar hasta la niña, me tumbé al lado de la cerca. Un señor entró y, con la ayuda de un vecino y una manta, me lograron levantar y llevarme a una cabaña. Allí me curaron mi pata herida.

Pasado este mal trago mi vida cambió. Me creció una melena muy bonita, me sacaban todos los días a cuidar del rebaño y, como no, rugía para que me tirasen un trozo de carne cruda, dormía en una manta bajo la sombra de una cabaña y me refrescaba en el agua jugando con mi pequeña cuidadora, Kamaria.

Ahora, sin embargo, estoy cuidando de unos traviesos cachorros, hijos míos.

-Papá, pero ¿cómo saliste de aquel pueblo y por qué?

-Hijos, eso ya es otra historia y os prometo que os la contaré mañana a la misma hora, pero, de momento, ¡a dormir!








FOTOS DEL DÍA DEL LIBRO




(Tizón, 2º ESO)


 (Lucía, 2º CD)


"A tres metros sobre el cielo" (Raquel, 2ºD)

 (Paula, 3º B)

 (Marina, 3º B)

(Juan, 3º B)


(David, 3º B)

(Olaya y Sara, 3º B)

(Claudia,3º B)


                                                                       (Ángel, 4ºC)  




                                                                       (Illán, 4ºD)





                                       SI NO QUIERES SER LELO, LÉELO
                                                                                         (Carlos R., 4ºC)



                                  TOMA ESTE LIBRO
                                  COMO UN BOLETO SIN REGRESO
                                  AL PAÍS DE LA LECTURA
                                                                        (Natalia, 4ºC)




                                   CADA VEZ QUE LEES,
                                   UNA NUEVA HISTORIA PODRÁS VER
                                                                                      (Claudia, 4ºD)




                                               LEE, ILUMINA TU MENTE
                                                                   (Alan, 4ºD)




                                LEER ES COMO VIAJAR,
                                PERO SIN MOVERTE DE CASA
                                                                              (Mario, 4ºD)




                                AUMENTA TU CULTURA CON LA LECTURA
                                                                                    (Jorge, 4ºD)




                                    DIVIÉRTETE, APRENDE, LEE, VIVE 
                                                                           (Irene, 4ºC)




                        SI CON FLUIDEZ QUIERES HABLAR,
                        LEER TIENES QUE PRACTICAR
                                                                          
(Andrea, 4ºC)




                                                EMPECEMOS POR LEER...
                                                                            (Álvaro Rañón, 4ºD)




                                     HAY MÁS LIBROS QUE EL DE OCB,
                                     LEER TAMBIÉN ES DIVERTIDO
                                                            (Sergio, 4ºD)




                                                                           (Guillermo, 4ºD)





                                 PARA VIAJAR,
                                 NO HAY MEJOR COCHE QUE UN LIBRO
                                                                          (Carlos, 4ºD)                                        

                                                                        


                                         PUEDE SER DIVERTIDO
                                                                                           (Iván, 4ºD)




                                                                             (Iyán, 4ºC)




                                                                    (Diego, 4ºC)






                                                                        (Sergio G., 4ºC)




                                LA LECTURA ES LA LLAVE
                                QUE ABRE EL CONOCIMIENTO      
                                                                                  (Miguel, 4ºD)




                                LEER ES DIVERTIDO
                                SI LO HACES CON SENTIDO                              
                                                                                                            (Álvaro Rendueles, 4ºD)





                                                                                           (Edu, 4ºC)




                                                                              (Odalis, 4ºD)





                                SI LEES, TE HUNDIRÁS EN UN GRAN SUEÑO
                                                                                                     (Marta, 4ºD)




                                        SI AL HABLAR QUIERES SOLTURA,
                                        PRACTICA LA LECTURA
                                                                                     (Nerea, 4ºC)



                                             LIBRO EN EL SALÓN...
                                             ¡APAGA LA TELEVISIÓN!
                                                                                         (Santi, 4ºC)




                                  LA LECTURA FOMENTA LA CULTURA
                                                                                (Sergio H., 4ºC)





                                          SI SABIO QUIERES SER,
                                          NO TE DEMORES Y PONTE A LEER
                                                                                        
(Karen, 4ºC)




                                                                                                 (Paula, 4ºC)





                                            ¿QUIERES CAMBIAR TU VIDA ?
                                            MEJOR IMAGÍNATE OTRA,
                                            ¡PRUEBA CON  LA LECTURA!
                                                                                              (Carlos G., 4ºC)





                                                                                (Enviada por Paloma, 4ºC)



abril 2011 061.JPG
                                         (Alejandro, 3ºC)

















                                             (Paula, 3º C)




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                                                  (María, 3º C)



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                                                                  (Jorge, 3º C)








                                                                                            (Andrea, 3º C)



(Sonia, 3ºC)




                          ¡LEYENDO, TUS SUEÑOS SE HARÁN REALIDAD!
                                                                                                           (Javier, 4ºD)








Para toda la gente que escribe, y que escribe mucho y bien, éste es el lugar en el que puede publicarlo.
Inauguramos esta página con el primer poema de amor que nos ha enviado una alumna de 4º de ESO, que ha conseguido con gran maestría que todas las palabras que lo componen comiencen por el mismo fonema. Nunca antes un fonema sordo como la /k/ había sonado tan bien: 

    Quiero quererte
    cuando compones canciones
    que cantas cual canario,
    cuando cruzas con calma
    cual carey caminando,
    cuando, cansada,
    cabeceas con cualquier cosa
    que confesamos,


    cómo quisiera
    conseguir conocerte,
    contemplarte cada crepúsculo.
    TENERTE.


                                Irene (4ºC)


Más poemas vuestros:

Ángeles angelicales allegábanse
al amor, adictos, anochecían
abrazados, al alba amanecían
ángeles angelicales...


                           Iyán  (4ºC)


Meses memorables musita mi amor,
me mira melancólica, me mima.
Meciéndose mi melena morena,
mientras masajea mi mano.
Marchita mi mimosa,
mortifica mi memoria,
moderadamente modela mi muchacho.


                                Paula (4ºC)
                                
¿Entiendes el hecho de enamorarme?
Endulza estas eternas esperas, enamórame.
Enloquece ese egoísmo exterior, enamórame.
Excita el ego, enamórame.
Enamora este embriagado entorno, enamórame.
Endulza este engaño, enamórame.
Enloquece el enero, enamórame.
Excita este entusiasmo, enamórame.
¿Enamora el hecho de enamorar? Enamórame.
                                     Nerea (4ºC)

Con cuidado quisiera conocerte,
conduciendo con cadenas
quisiera quererte,
camarada, cumpliendo condena,
con cuidado, cariñosamente
corazón, con crueles castigos,
con cuidado, PARA NO PERDERTE
.
                         Illán (4ºD)


¿Qué querías contarme?,
¿que conoces cada corazón?,
¿que compones cada querer?

Compañero, comprende
que cada querido corazón,
completa con codicia
cada corrupta corazonada que,
componiendo candentes canciones,
conseguirá querer.


                           Carlos R. (4ºC)


 Quiero cantarte, cariño,
cosas cabales.
Quiero quererte, cariño,
con cordura.
Con cada canción que canto
quiero contarte, cariño...
¿ Quieres casarte conmigo ?


                     Javier (4ºD)


Mientras me mimabas,
mariposas mareaban mi mente.
Mientras me mirabas,
mi miedo me mataba.
Mientras me mostrabas mimos,
mis mejillas moteadas
me mirabas,
me matabas.


                   Odalis (4ºD)


Vivid brevemente,
buscad vuestra voz,
bebed vuestras virtudes.
Veis vuestra valentía vacilar,
buscáis vuestra verdad.
Valeros bien, bravamente,
vivid vuestra vida, valientemente.


                       Alejandra (4ºD)
                        

Acariciando aquella amapola al amanecer,
apreciaba al alba aquel ángel ascender,
ascendía alto al atardecer aquel ángel,
hasta atrapar al amor acertado.
 Al acabar aquella hazaña,
al amor amado habrá hallado.


                           Jorge (4ºC)


Sensación suave, sincera,
singular situación sin supresión.
Soñar,sus sentimientos
sentir, sublime sonrisa
suprimiendo sufridos sollozos.


                     Paloma (4ºC)


Buscando vivaz, voraz,
vuestra voz,
batiendo veleros, vaqueros,
vanamente,
burlando villanos,
vagabundeando,
vuestros versos
vuelven, van, vienen.


               Claudia (4ºD)


QUIERO

Quiero  quererte.
Quiero  cuidarte.
Quiero  calmarte.
Quiero  consolarte.
Quiero  conocerte.
Quiero comprenderte.
Quiero  contemplarte.
Quiero  consentirte.
Quiero  cantarte.
Quiero  casarme,
 contigo, quiero.
Quiero casarme.


            Ana Santiago (3ºA)


Cada condena corre como cascada celosa,
correas que cortan corazones congelados,
cartas, celos, combates con cariño...
Corderos corriendo como caracoles,
canciones cambiando conciencias,
castigos con corazón.


                        Alba (4ºD)


Cada caricia con cuidado,
cada camino contigo,
cada cosa que contarnos,
cada cuento que contabas,
cada complicidad que compartíamos,
cada compromiso cumplido.


                 Álvaro R.C. (4ºD)


Apenas amanece,
aparecen alargados abedules
arrullados al aire
ante aquella alma
arrogantemente
animada.


       Alan (4ºD)


Sentir, sufrir,suplicar,
soledad sintiéndose sola.
Sufrir sintiendo sufrimiento.
Soñar sorteando sentimientos.
Suplicar sabiendo sentirse satisfecha.
Saber sanar sabiamente sus súplicas.


                           Sara S. (4ºD)


Quiero quitarme
cadenas,
quererte con corazón,
quiero cortar
con condenas,
que comprimen mi corazón.


                Guillermo (4ºD)


Silencio siento,
señora,
siento soledad,
simplemente susurros suaves,
señora,
sinceros sueños sin sombras,
simplemente,
señora,
sueños sin sensibilidad.


             Guillermo (4ºD)


Cantando canciones,
cruzabas caminos,
queriendo quererte,
corazones contentos.
Cumbres coloreabas,
contándome cuentos,
conocerte quiero.


            Sara H. (4ºD)


Quiero quererte
con caricias,
con corazones,
con amores,
quiero caricias
con amor.


    Carlos (4ºD)



OTROS POEMAS DIFERENTES

 Enamórame, endulza mis eternas esperas,
Nadie nunca ha navegado a mi través, quizá sea nueva en esto,
Anímame, que amanezca a tu vera y atardezca a tu espera.
Mímame, si mueres por mí, si marcharías de aquí.
Óyeme, orienta tus sentidos hacia el oeste, hacia mis ósculos (besos).
Ríndete si respetas este rompecabezas, si temes romper mis recuerdos.
Ámame, acaríciame, atúrdeme con tus alocadas ideas.
Róbame el corazón, rómpelo en pedazos, pero recomponlo rápidamente,
Solo si me amas, susúrrame si mis sollozos sientes,
Enamórame, endulza mis eternas esperas, enamórame.



                                                      Nerea (4ºC)


¿Podré saber el porqué y el para qué?
¿Podré encontrar la verdadera razón?

¿Podré lograr olvidarlo todo al fin?
¿Podré descubrir por qué rompí tu corazón?


                                           Sergio G. (4ºC)


Si te sueño es porque te quiero,
si te necesito es porque te quiero,
si te pienso es porque te quiero,
si te añoro es porque te quiero,
te quiero porque te quiero
y te quiero porque eres tú.


                             Sergio Gr. (4ºC)


Meses fríos de otoño,
melena castaña, ojos melosos
me mira melancólica, mi amor.

Mérida, ciudad de medianoche;
metrópoli.
Allí se encuentra meciéndose,
Mercedes, mensajera del amor.


                  Paula (4ºC)



mis dulces sueños están hechos de esto:
misterios que resuelve el hombre honesto,
misticismo de un momento del mañana,
mismo amor empezado que nunca acaba.


                                Sergio H (4ºC)


Ya no te tengo,
ya no te veo,
ya no te siento,
ya te perdí.

Ya te perdí,

ya no me quieres,
ya no me amas,
ya te perdí.

Ya te perdí,
ya no me llamas,
ya no existo para tí,

ya te perdí.

      Ana S. (3ºA)


Amor,sí,eso es
AMOR con mayúsculas
así empieza esta historia.
Ángel de verano
apareciste de repente.
Acompañado de cupido,
así me enamoré,
así te descubrí,
así seguimos juntos,
ahora ya no vivo sin ti.
Ahora no puedo acabar,
así nuestra historia
aún está sin terminar.


       Ana S. (3ºA)


Mucho tiempo ya ha pasado
mas yo no puedo olvidarte;
mi corazón a extrañarte,
mi amor, no se ha acostumbrado.

Muchas noches me desvelo,
mis brazos te buscan siempre
mas no estás, funesto noviembre.


                       Diego (4ºC)